No se remueve a los dictadores con votos
Venezuela se encamina hacia un inevitable derramamiento de sangre.
30 de Julio de 2024
Venezuela se encamina hacia un inevitable derramamiento de sangre. Los sucesos de las últimas horas -con los denominados colectivos chavistas apropiándose de recintos y ciudades, para defender a su líder sin importarle los resultados electorales- es un presagio; en simultáneo, este desarrollo reafirma el objetivo de Nicolás Maduro: eternizarse en el poder, desconocer por completo el mandato popular y utilizar a las instituciones chavistas -como el Consejo Nacional Electoral- para perpetuar el fraude y proclamar a la comunidad internacional que su dictadura no partirá.
El pueblo venezolano debe comprender que a los dictadores no se los remueve por la vía electoral o democrática; esto sólo puede lograrse a través de las armas, que es el único lenguaje que entienden.
Las Fuerzas Armadas Bolivarianas, institución encargada -de acuerdo con la Constitución- de hacer respetar el mandato popular consumado en las urnas, se ha convertido en el brazo armado de un partido político y de un contumaz dictador. Es vergonzante ver a soldados bolivarianos portar un uniforme sin conciencia del dolor de sus compatriotas, que gritan y exigen libertad. Una mafia organizada, llamada Ejército, que se inclina al servilismo a cambio de dádivas y prebendas personales, deviene en una imagen grotesca y burda de lo que no debería ser la milicia o un cuerpo armado que se respete.
Venezuela se debate hoy en día entre resignarse a morir como esclavos del socialismo o luchar para remover de la ecuación al dictador y a su séquito. Se asistió a una contienda electoral en la que la comunidad internacional fue testigo de cómo la democracia fue pisoteada ante la impávida mirada del mundo entero.
Al decir de la patriota venezolana María Corina Machado, hoy Venezuela se juega su existencia, y este proceso electoral no se resolverá hasta sus últimas consecuencias: o Maduro es removido y despachado a una prisión, o la diáspora venezolana multiplicará sus números.
Una vez más, la frase del dictador Iósif Stalin se ha cumplido: “No importa quién vota, sino quién cuenta los votos”. Ni más, ni menos, una realidad que el pueblo venezolano se rehúsa a reconocer, estimando ingenuamente que instituciones y funcionarios harán respetar su voto. Pero todo esto fenece en el eufemismo: cuando esas mismas instituciones, pretendidas garantes de los derechos del pueblo, han sido penetradas por el socialismo, y cuando sus cúpulas responden servilmente a sus caudillos, no debe esperarse otro resultado que la consolidación de un fraude -materializado, en este caso, con la complicidad de las Fuerzas Armadas Bolivarianas y del dictador a cargo, Nicolás Maduro Moros.
Distintos ejemplos a lo largo de la historia han servido para comprender que las dictaduras socialistas solo se notifican de las derrota cuando existe unidad y una férrea convicción de lucha: así sucedió en la ex Alemania Oriental (1989), con las protestas masivas que llevaron al derribo del Muro de Berlín y a la eventual reunificación alemana tras la caída del dictador Erich Honecker; en Checoslovaquia (1989), cuando la dictadura de Gustáv Husák fue derrocada por la lucha social conocida como “La Revolución de Terciopelo”; en Polonia (1989), terciando las huelgas y protestas lideradas por el sindicato Solidaridad, que derivaron a la concreción de elecciones libres y a la eventual caída del régimen comunista del dictador Wojciech Jaruzelski; en Rumanía (1989), merced a la revolución social que también involucró una masiva movilización ciudadana, aunque con enfrentamientos violentos y el notorio juicio y posterior ejecución del dictador Ceaușescu.
Venezuela se acercó al final del camino de las urnas tras el burdo fraude del pasado domingo. Sin embargo, a los venezolanos se les abre ahora el sendero de la revolución en pos de la libertad, allí donde sus protagonistas entregan su vida en el combate sin cuartel contra la dictadura y el genocidio, o bien aquellos aceptan a perpetuidad su condición de esclavos.
Distintos ejemplos a lo largo de la historia han servido para comprender que las dictaduras socialistas solo se notifican de las derrota cuando existe unidad y una férrea convicción de lucha: así sucedió en la ex Alemania Oriental (1989), con las protestas masivas que llevaron al derribo del Muro de Berlín y a la eventual reunificación alemana tras la caída del dictador Erich Honecker; en Checoslovaquia (1989), cuando la dictadura de Gustáv Husák fue derrocada por la lucha social conocida como “La Revolución de Terciopelo”; en Polonia (1989), terciando las huelgas y protestas lideradas por el sindicato Solidaridad, que derivaron a la concreción de elecciones libres y a la eventual caída del régimen comunista del dictador Wojciech Jaruzelski; en Rumanía (1989), merced a la revolución social que también involucró una masiva movilización ciudadana, aunque con enfrentamientos violentos y el notorio juicio y posterior ejecución del dictador Ceaușescu.
Venezuela se acercó al final del camino de las urnas tras el burdo fraude del pasado domingo. Sin embargo, a los venezolanos se les abre ahora el sendero de la revolución en pos de la libertad, allí donde sus protagonistas entregan su vida en el combate sin cuartel contra la dictadura y el genocidio, o bien aquellos aceptan a perpetuidad su condición de esclavos.
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@CoronelPazmino
Sobre Mario Pazmiño Silva
Mario Pazmiño Silva es Coronel (R) del Ejército del Ecuador. Cuenta con un Master en Seguridad y Desarrollo. Es Presidente del Centro de Análisis e Investigación Internacional, Consultor Internacional en Seguridad y Defensa. Oficia de Analista para diferentes medios de comunicación sobre temas de Terrorismo e Inteligencia, y desarrolla publicaciones para distintos medios de comunicación en América Latina. Su correo electrónico, aquí.