Estados Unidos y la búsqueda de nuevos enemigos
Las falsas amenazas externas son utilizadas para convalidar una política exterior paupérrima.
¿Acaso alguien cree sinceramente que Irán amenaza a los Estados Unidos? Eso es posible, solo si Usted puede ser convencido por un mentiroso congénito y criminal de guerra como el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, o por un bufón como el senador Lindsey Graham, de Carolina del Sur. Mis pensamientos se vieron conmovidos recientemente, en virtud de los daños ocasionados mientras veía a Netanyahu ser aplaudido y ovacionado en el Congreso de los EE.UU.; recordé entonces un antiguo libro de mi biblioteca, intitulado “En Busca de Enemigos: ¿Una Historia sobre la CIA?”, escrito por John Stockwell, un ex colega de la Agencia, en 1978.
Stockwell invirtió parte de sus años en la escuela secundaria junto a su padre -presbiteriano- en el Congo Belga. Luego, se graduó en la Universidad de Texas, seguido ello de tres años en el Cuerpo de Marines de los Estados Unidos. Se unió a la CIA en 1964, y se granjeó respeto como experimentado 'Operativo en Africa' (o 'Africa Hand', en inglés del original); así rezaba la expresión empleada corrientemente, cuando Stockwell se desempeñó durante doce años en la Dirección de Operaciones de la Agencia -lo que culminó con su renuncia en 1976. Stockwell sirvió como oficial de casos a lo largo de tres guerras: en la Crisis del Congo, como jefe de la 'fuerza de tareas' de la Agencia en la Guerra Angoleña de Independencia, y en Vietnam. Seis años invirtió Stockwell en el Africa, como jefe de base en Katanga; y luego como station chief en Bujumbura (Burundi), en 1970, previo a ser transferido a Vietnam para supervisar operaciones de inteligencia en la provincia de Tay Ninh, donde se hizo acreedor a la Medalla del Mérito de la CIA por ocupar esa posición, hasta apenas antes de la caída de Saigón a manos comunistas, en 1975.
En su carta de renuncia, Stockwell expresó profundas preocupaciones en torno de los métodos -y los resultados- de las operaciones paramilitares de la CIA en naciones del Tercer Mundo; acto seguido, testificó sobre el particular ante comités del Congreso. Dos años más tarde, escribió 'En Busca de Enemigos...', narrando sobre sus experiencias y sobre las extensas implicancias. Afirmó que la CIA estaba ocasionándole serios daños a la seguridad nacional, y que las 'guerras secretas' del organismo no retornaron beneficio alguno para los Estados Unidos. La CIA, en sus propias palabras, había puesto la mira en el Movimiento Popular de Liberación por Angola (MPLA), como un enemigo, a pesar de que el MPLA pretendía consolidar buenas relaciones con Washington, y jamás había amenazado a los EE.UU. en modo alguno. En 1978, Stockwell apareció en el ciclo televisivo 60 Minutes con el objeto de comentar sobre su libr, afirmando inter alia que William Colby -a la sazón, Director de la Agencia- y Henry Kissinger, por entonces Consejero de Seguridad Nacional, habían mentido sistemáticamente al Congreso en relación a las operaciones de la CIA en el Africa y en otras latitudes.
Stockwell desempeñó un rol crítico en una guerra que, tiempo después, los Estados Unidos prefirieron olvidar. Aquel fue un conflicto repleto de lecciones vinculadas a la tiranía de una burocracia que se había vuelto endémica en la organización, con la costumbre de redirigir un sangriento proceso sin final a la vista. En efecto, el hallazgo presidencial secreto que autorizaba la guerra clandestina en Angola explícitamente tutelada por la CIA no buscaba consolidar una victoria -en lugar de ello, el objetivo buscó 'desangrar las finanzas de Rusia y provocar muertes entre los angoleños, para mantener a raya a los rusos tras la salida estadounidense de Vietnam, registrada el año anterior. Aún cuando no había tropas estadounidenses en Angola, solo 'consejeros', se gastaron cuantiosos millones de dólares, se produjeron muchas muertes, y se amplificaron las mentiras al pueblo estadounidense, con miras a provocar una guerra sin vínculo con intereses estadounidenses vitales (y sin la esperanza de una victoria). En más de un sentido, recuerda ese desarrollo a las tragedias que involucraron a políticas externas y de seguridad nacional americanas de la actualidad. Y, si esto evoca al desastre de la partida de Afganistán, pues debería hacerlo. Uno precisa de un enemigo para justificar al flagrante establishment de la defensa y, si no hay un enemigo a la vista, pues entonces éste deberá ser inventado -tal como lo hizo el Senador Lindsey Graham en su proyecto legislativo SJ106, el cual autoriza una guerra preventiva con Irán, sin importar que Irán nada ha hecho para provocarla. En rigor, la letra de esa legislación es una declaración de guerra contra un 'enemigo' que, convenientemente, se necesita.
Graham se encuentra al final de la cadena de un proceso de patrocinio bélico que ha estado desarrollándose desde finales de la Segunda Guerra Mundial, y que se ha intensificado a lo largo de los últimos treinta años. El verdadero poderío de los EE.UU. y su relevancia, contrastado con su propia economía, ha declinado, con frecuencia debido a pésimas decisiones tomadas por el gobierno; la dirigencia política ha transformado a competidores en adversarios notoriamente motivados. Alguna vez y hace tiempo, naciones en desarrollo como China se abocaron a programas de exportaciones exitosos. China hoy se ha convertido en la economía más importante en el concierto global, mientras Washington cada vez más percibe a Pekín como una 'amenaza', creando un concierto de crisis allí donde la misma no existe. Los Estados Unidos, con la meta de enmascarar su retroceso y su relevancia a través del despilfarro en gasto militar y armamento obsoleto como portaviones, sólo ha empeorado las cosas, alimentando déficits insostenibles que, tarde o temprano, pasarán la factura.
Y, una vez que Usted cuenta con todo ese despliegue de armas alrededor, no tiene luego otro camino que utilizarlo, tentando a líderes políticos frágiles para que adopten medidas agresivas en cuadrantes del mundo donde los Estados Unidos carecen de intereses qué respaldar. Las novecientas bases militares que Washington mantiene en el planisferio no sirven a propósito alguno de defensa; sólo atienden a la necesidad de ejercitar bullying con su sóla presencia; a su vez, propician la inevitable reacción de países en desarrollo -algunos de ellos, avanzados- que hoy se han percatado de que la supremacía del dólar está en el centro del problema. Esas naciones se han unido hoy para resistir al 'imperialismo yanqui', negociando convenios para generar novedosos alineamientos políticos (como es el caso BRICS), lo que, a la postre, sólo acrecentará el declive estadounidense.
De tal suerte que, ¿cuál es la solución percibida por igual entre Republicanos y Demócratas? Más sanciones; tal es el sendero fácil, siempre y cuando Washington pueda enajenar el comercio internacional merced a la supremacía del dólar como reserva de valor. Hoy día, un tercio de los países del mundo se encuentran bajo sanciones americanas por una u otra razón, mientras el Departamento del Tesoro ha listado a los sancionados en un extenso documento, de 2.669 páginas. Y se han registrado muchas más intervenciones militares, acompañadas de operaciones militares especiales en mancomunidad con OTAN y el languideciente núcleo de naciones que nos respaldan; a su vez, este proscenio compele a otras a abrazarse a aquellos que no están dispuestos ya a aceptar aquello sobre lo que alguna vez la extraviada Secretaria de Estado Madeleine Albright supo alardear: 'Si debemos utilizar la fuerza, es porque somos los Estados Unidos. Somos una nación indispensable. Nos mantenemos firmes. Y podemos ver el futuro'.
En su cúpula, el pensamiento estratégico estadounidense es movilizado, claramente, por aquello que el liderazgo decida venderle al público: a saber, miedo frente a las amenazas emergentes de terceros países, listado que hoy incluye a China, Rusia, Corea del Norte, Venezuela e Irán. Siempre es bueno tener un enemigo sobre el cual Usted pueda arrojar todas las culpas, pero esto siempre viene con un oneroso precio. Y sucede que los 'enemigos' se las arreglarán para entender los hechos, uniéndose para cooperar y resistir la agresión americana. Esto es lo que vemos hoy en el listado de enemigos de Washington, y ya los estudios de opinión expresan qué tan enojados están los EE.UU.
La triste verdad es que es el gobierno de los EE.UU. acelera el proceso de crear enemigos para propio consumo, con la esperanza de alimentar alianzas que no comportan beneficios, al igual que otros convenios externos y alineamientos de defensa que carecen de sentido. Diga Usted lo que quiera sobre el presidente ruso Vladimir Putin, pero las maniobras ejercitadas por los diplomáticos de ese país durante los últimos veinte años tuvieron el objetivo de llevarse bien con Occidente. Para la mejora de los vínculos, era crítico que Washington suscribiera al compromiso (posterior a la caída de la ex URSS) de no ampliar los límites de OTAN hacia la Europa Oriental, factor que Moscú interpretó como una decisión intolerable. Acto seguido, la Casa Blanca ignoró los acuerdos firmados, de forma inmediata.
Pero fue Washington, con su decisión de derribar en 2014 a un gobierno elegido en Ucrania -amistoso con Moscú- quien allanó el camino para el deterioro de la relación multilateral entre Rusia y OTAN, después de que Putin se percatara de que no tenía sentido explorar la alternativa de un modus vivendi aceptable con el concierto occidental. Tal como lo hemos aprendido recientemente de parte de la ex Canciller germana Angela Merkel, los Acuerdos de Minsk, que hubiesen consolidado a una Ucrania no alineada, fueron un fraude; NATO se esforzó en armar y extenderle una membresía a Kiev, a pesar de los planteos en contrario. Ya en abril de 2022, poco después de que Rusia intervino en Ucrania para resguardar a la minoría rusa del Donbás y de Crimea -en febrero de aquel año-, el primer ministro británico Boris Johnson se trasladó de improvisto a Ucrania, para advertir al primer ministro Volodymyr Zelensky que cualquier atisbo de conversaciones de paz con Moscú no serían aceptables para los Estados Unidos de América, el Reino Unido, ni OTAN. Aquello fue una exigencia para que Ucrania se preparase para prorrogar la guerra.
Lo propio sucedió con el envenenamiento deliberado de las relaciones con otros potenciales enemigos -hoy, actuales. Uno debe recordar cómo, en 1972, los EE.UU. y China dieron forma a un modus vivendi que habilitaría a ambas naciones a vivir en paz, o al menos, de una manera que evitaría un conflicto armado. Aquel experimento se dio en llamar 'Política de una Sóla China', y reconocía que un Taiwán independiente, a resguardo bajo el paraguas militar estadounidense, era parte de una China más amplia. Pero, en simultáneo, China acordó no involucrarse en la empresa de tomar Taiwán por la fuerza, mientras que Washington nutrió lo que se ha dado en llamar una 'ambigüedad estratégica' en el asunto. Ahora, no obstante, los EE.UU. han construído todo un caso para ilustrar las pretendidamente maliciosas intenciones chinas, y Pekín es visto con cada vez mayor frecuencia en Washington como el enemigo en el horizonte. Se registran hoy numerosas conversaciones en Washington sobre la necesidad de 'enfrentar' a China, y el liderato chino tiene bien claro de qué va la cosa. Ahora, la República Popular hará todo lo que juzgue necesario para morigerar la amenaza, y actuará para apuntalar sus intereses -otro enorme fallo de la diplomacia estadounidense.
En el epílogo, los tropiezos de los EE.UU. han convertido a dos potencias militares de magnitud -la Federación Rusa y la República Popular China- en enemigos, y ambas naciones replicarán como juzguen conveniente, tejiendo relaciones con miras a contraatacar contra Washington, de ser preciso. Mientras Israel se propone desplegar una guerra de orden regional con foco en pulverizar a Irán, y Washington ha prometido defender a Jerusalén, aún cuando sea Israel quien inicie el conflicto -hecho que se ha dado de facto-, Rusia podría acudir en defensa de Teherán, según se ha informado, supliéndole sofisticados sistemas de defensa aérea S-400, capaces de derribar aeronaves militares estadounidenses e israelíes. Irán replica con la correspondiente recicprocidad, comerciando a Moscú aeronaves no tripuladas (drones) a Moscú en grandes números, para su empleo versus Ucrania. La inevitable escalada entre dos potencias nucleares y la desaprensiva Israel (también en poder de arsenal atómico) comienza aquí, y lo triste es que el conflicto ni siquiera debería estar próximo a tener lugar, si la Casa Blanca utilizara su poder de influencia para restringir las acciones de Israel en Gaza -con sus asesinatos-, y lo propio en el Líbano, y luego en Irán.
En el 'ránking de enemigos', después de China y Rusia, por supuesto están los iraníes, en gran medida debido a la insistencia en que así debe ser; esto es incentivado por los israelíes, quienes controlan no pocos aspectos de la política exterior de Washington. Israel afirma que Irán es una amenaza contra los Estados Unidos, así como también contra Jerusalén, porque está desarrollando armas nucleares. Esta perspectiva fue reiterada recientemente frente al Congreso de los EE.UU. por Benjamin Netanyahu, y es una fabricación en toda regla. Aún cuando la inteligencia israelí reconoce que Irán carece de un programa de armamento nuclear y que está lejos de contar un un arma. En efecto, el hecho es que Irán jamás ha amenazado a los Estados Unidos, y no tiene interés en hacerlo. Israel, que cuenta con un arsenal nuclear secreto, es más una amenaza contra los Estados Unidos de América que la propia Irán, en razón de que se ha abrazado a la 'Opción Sansón' -esto es, que tiene definido emplear sus armas nucleares contra naciones amigas, según cierto compendio de circunstancias.
Así que, ahí lo tiene Usted. Cuando se asiste a la búsqueda de novedosos enemigos por parte de los desquiciados en Washington, sin importar que la realidad no respalde esa narrativa. De esto se trataba el libro de Stockwell, y todo eso era tan certero en 1964, como lo es aún hoy. Los EE.UU. y la UE se confiesan temerosos de Rusia, y de que Moscú provea a Irán de sistemas de armamento sofisticado, para asistir a ese país en su empeño defensivo -y para poder desarrollar armas nucleares, lo que de hecho no tiene intenciones de hacer. Y el registro histórico prueba algo remarcablemente diferente, a saber, que Irán es el país que ha debido tolerar ataques por parte de israelíes y estadounidenses -aún tolerando el homicidio de sus funcionarios, también bajo la Administración Trump con el caso del comandante Qassim Soleimani en Bagdad, durante enero de 2020. Tras lo cual, será lícito preguntarse: ¿quiénes son realmente los malos en este caso? En opinión de quien esto escribe, la respuesta es obvia.
Artículo original, en inglés
Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.