POLITICA ARGENTINA: SERGIO JULIO NERGUIZIAN

Sin oposición, Milei debe construir un adversario -para impedir la implosión de LLA

El espectáculo que ofrece en estos días el último Presidente de la Nación, al que asisten millones de argentinos...

22 de Agosto de 2024

 

El espectáculo que ofrece en estos días el último Presidente de la Nación, al que asisten millones de argentinos, con su mezcla narcotizante de escándalo de alcoba, violencia en contexto de género y sospechas fundadas de corrupción administrativa, tiene todos los caracteres propios de las pesadillas, los límites ambiguos del trance surrealista y, al mismo tiempo, la certeza brutal de la decadencia de una sociedad postrada. Una deriva elocuente puede obervarse en la licuación de todo atisbo de oposición medianamente seria: el peronismo requerirá lentos y morosos días para metabolizar el escarnio de estas penosas jornadas. Otros potenciales opositores simplemente carecen de energía para hacerse oír: dos estructuras sobrevivientes del cisne negro mileísta parecen hundidos en una agonía misericordiosa. El radicalismo, en una encuesta de seriedad verosímil, tendría hoy una preferencia electoral de un bochornoso 2%. La coalición alguna vez conocida como Cambiemos ha sido transferida al plano inmaterial, mientras que su núcleo central y primitivo, PRO, ha merecido la indiferencia del Poder Ejecutivo ante sus insistentes reclamos de participación en el organigrama gubernamental, a su vez genuina arena movediza para sus propios empleados. 
 
Javier Milei y Victoria Villarruel
Una ley no escrita del comportamiento de la actividad política sugiere que todo proceso de liquidación de fuerzas opositoras dispara, hacia adentro de la estructura del Poder, un aumento de las tensiones en torno a la disputa por espacios de influencia. Puede expresarse de otra manera: la oposición al gobierno, especialmente cuando significa una amenaza potencial a la solidez del Poder, funge como fuerza compactadora que suspende las peleas intestinas y las relega para el momento en que el riesgo desaparezca o bien aminore su peso específico. Si bien el Gobierno no ha tenido responsabilidad alguna en el culebrón, los puñetazos y el festival del seguro masivo, la amplificación del escádalo, acaso estimulada por señales y fomentos secretos, puede resultar costoso en términos de estabilidad del delicado equilibrio en que se debate la gestión puertas adentro. Quien aparentemente aspira a disfrutar las mieles del proceso de hipnosis que obnubila a la oposición es la Vicepresidente de la Nación. En apariencia, aquélla ha entendido que es éste es el momento de actuar, porque la Historia suele calzar zapatos de algodón, y no todos aprecian el susurro de sus pasos: anhelan su amistad los desheredados por la cúpula mileísta, algunos peronistas que estos días han valorado su arrojo nacionalista y aquellos que, como radicales supérstites o restos del naufragio macrista, acaban por convencerse de que el cambio de época implica barajar y dar de nuevo, sin pudor ni culpas apolilladas. El Presidente exhibe lo que pretende que se valore como una constante de su forma de hacer política: ya que no puede despedir a su Vice, aplastará toda insinuación futura de autonomía con futuro que ensaye ésta de aquí en más. Su vehemencia, sin embargo, no lo ciega tanto como para no ver que esta forma de disciplinar no tolera un uso abusivo en intensidad o en tiempo de vigencia.

A su vez, la Vice tiene ya erguidos frente a ella adversarios de fuste -temibles, unos; sorprendentes, otros. Contra lo que pudiera suponerse, el establishment no se propone revisar la violencia de los setenta, ni atemperar condenas. Existen al menos tres razones que explican esta manera de pararse ante los años de plomo: a) la opción más inteligente para hacer negocios en estos tiempos consiste en consolidar los teoremas del liberalismo de la escuela austríaca; con equlibrio fiscal, desregulación de la economía, apertura del comercio internacional y finanzas libres, voluntarias y abiertas, el mundo será un buen lugar para vivir. Por lo tanto, nada bueno podrá esperarse de una revalorización del negro período de la dictadura. El clima de negocios requiere bajo nivel de conflictividad social y la vista puesta en el horizonte; b) Los Estados Unidos de América han clausurado ya el ciclo de golpes militares promovidos con o sin descaro, y ni demócratas ni republicanos tienen en carpeta una relectura de esa oprobiosa noche. Después de la tragedia de Malvinas, el Departamento de Estado entendió que los militares sudamericanos, puestos en una situación límite de supervivencia en el Poder, pueden patear el tablero y generar escándalo. La burguesía nacional cree firmemente que, si la Nación líder de Occidente desaprueba un modelo, debe acompañarla en el rechazo; y, c) los medios de comunicación más poderosos del país ya trabajan en la tarea de presentar a la Vice como a alguien embarcada en una aventura irresponsable de final abierto. La habilidad y expertise que la Gran Prensa ha demostrado para aplaudir un día a Patricia Bullrich y, rápidamente, virar los vítores al balcón mileísta, ofreciendo siempre agudos análisis y sesudas cavilaciones para legitimar cada golpe de volante, hacen suponer que, sin su bendición, las chances de la aspirante son remotas en el corto plazo.

Desde ya que, si la oposición continúa hasta octubre del 2025 sumida en el estado de estupefacción de un boxeador noqueado, las chances de la Vice se disparan con entusiasmo, aún en el supuesto de un triunfo de la lista mileísta. Por estos días, las reelecciones gozan de mala prensa: el liberalismo ha implantado la razonable idea de que toda insinuación de perpetuación del poder es malsana para el sistema democrático y, aunque una reelección no implica necesariamente esa tentación, es mejor curarse en salud. Para aquellos tiempos futuros, la Vice -inteligentemente- habrá morigerado su raptos de patriotismo enfático, y habrá aprendido a sustituirlo por la moderación y la prudencia que los dueños del poder real exigen a los postulantes.

El Presidente es, para los intereses permanentes del Sistema, garantía de prudencia y sensatez. Su estilo disruptivo merodea, en ocasiones, los bordes de la grosería, la descortesía y el ataque de furia; en otras, directamente se zambulle en aquéllas -sin mayor miramiento. Pero los dueños del poder tienen claro que Milei les garantiza los caracteres esenciales del capitalismo en su versión cuasi-salvaje, y esta certeza es -por ahora- todo lo que necesitan para apostar al éxito de su gestión.


 
Sobre Sergio Julio Nerguizian

De profesión Abogado, Sergio Julio Nerguizian oficia de colaborador en El Ojo Digital (Argentina) y otros medios del país. En su rol de columnista en la sección Política, explora la historia de las ideologías en la Argentina y el eventual fracaso de éstas. Sus columnas pueden accederse en éste link.