INTERNACIONALES: ESTADOS UNIDOS

El fragor de la batalla entre Donald Trump y Kamala Harris: consideraciones del Día Después

Este 5 de noviembre, los Estados Unidos de América protagonizaron una elección presidencial de carácter histórico...

06 de Noviembre de 2024


Este 5 de noviembre, los Estados Unidos de América protagonizaron una elección presidencial de carácter histórico; el desarrollo político terminaría verificando las sospechas de taciturnas tendencias previas, pero sorprendiendo con la sólida performance del ganador, Donald J. Trump. A la sazón, no pocos observadores pusieron el foco en el hecho de que el candidato del Partido Republicano venció ya a dos adversarias mujeres -previamente, había despachado a Hillary Rodham Clinton, en los comicios de 2016. Adicionalmente, y tras Grover Cleveland en el siglo XIX, el magnate se convirtió en el segundo presidente que logra reelegirse mediando un interregno.


Donald Trump, Kamala HarrisEn el transcurso de este miércoles 6 de noviembre de 2024, el ticket Trump/Vance se alzaba con 295 electores, muy lejos de los 226 de su contendiente Kamala Harris. Más aún, la Red Wave se afirmó en el control del senado, con lo cual se le facilitará la designación de aspirantes a ocupar un sillón en la Corte Suprema de Justicia, y tendrá menos obstáculos para definir políticas clave -como es el caso de, por ejemplo, la política inmigratoria.

Como es lógico, a la hora de explicar el contundente resultado, desempeñaron un rol destacado el estudio demográfico confeccionado por los competidores, a efectos de delinear con mayor precisión sus estrategias de campaña.

Para Donald Trump, el triunfo obtenido no solo se exhibió como una reivindicación personal, sino también como un fenómeno cuyo desenlace elevó la valoración ciudadana de un Partido Republicano asociado a derrotas y un acentuado desprestigio; hasta subirse a su barca el multimillonario, el espacio no acertaba en la designación de referentes asequibles. Así, pues, la pesadilla para el Partido Demócrata podría extenderse más allá de lo imaginable, si el GOP incluso obtiene una mayoría en la Cámara de Representantes (de acuerdo a los guarismos de Real Clear Politics, el conteo se perfila con 194 bancas para los Republicanos, y 179 para el partido de Harris).

En el rincón trumpista, la captura del crítico estado de Pennsylvania fue determinante; el candidato había centrado copiosas expectativas en este peculiar distrito, donde logró imponerse por escasos tres puntos. El milagro de PA pudo consolidarse gracias a la extraordinaria performance del candidato en cuadrantes rurales -epicentro de la clase trabajadora local y columna vertebral de las esperanzas Republicanas. A pesar de los desafíos, Donald Trump también lograba anotarse los electores de la sureña y pantanosa Georgia, territorio en el que la numerología reciente auguraba un cerrado pleito. A su modo, la captura de Carolina del Norte complementó el auspicioso panorama para el aspirante del GOP.

En el escarpado proscenio de la estrategia partidaria, la historia futura consignará que el magnate se anotó un resonante éxito tras acertar en la movilización de una base electoral diversa. En tal virtud, Trump pudo llegar a los votantes no blancos, despuntando cifras remarcables entre latinos o hispanos, afroamericanos, asiático-americanos y votantes de comunidades indígenas, como ningún candidato Republicano lo había logrado en los últimos sesenta años. Por otra parte, y en determinadas instancias, su campaña subrayó que 2024 sería 'El Año de la Mujer Republicana', apelativo que remató con la elección de más mujeres del GOP para ocupar bancas en el congreso -nuevamente, un desarrollo sin precedentes. Este nada desdeñable factor determinó, en la mira de analistas y entendidos, un abrupto cambio en la dinámica electoral con foco en el género, en tanto habla de serias falencias en el discurso Demócrata para ese espectro.

Como en el pasado, la estratagema del Republicano se respaldó en la consolidación de su brand como outsider, esto es, en capitalizar cualitativamente su presentación como un aspirante alejado del establishment político clásico. El dato revela un aprendizaje de Trump respecto de experiencias electorales pasadas que, próximamente, habrá de verificarse en el ejercicio del poder.

En lo económico, el magnate auguró la cercanía de una 'nueva era dorada para los Estados Unidos', con especial atención en la revitalización económica y el desarrollo de infraestructura. Estos ejes de campaña resonaron positivamente en los segmentos de votantes conmovidos por el notorio perjuicio inflacionario y atribulados por la estabilidad de sus empleos tras la implementación de medidas anti-COVID de corte restrictivo, circa 2020.

En el epílogo, y como era de esperarse, el aspirante del GOP explotó exitosamente la narrativa anti-inmigratoria, temática que ganó especial tracción a partir de la recurrencia de titulares que, desde los medios, informaban sobre delitos graves perpetrados por inmigrantes violentos (y a quienes la legislación vigente impide deportar de manera automática). Nueva York padece un agravamiento de este cuadro y, acaso como correlato de ello, el hombre de Mar-a-Lago obtuvo una sorpresiva cosecha, amén de la derrota en los cómputos.

Precisamente, y como sucediera durante 2016, el mensaje de Donald Trump logró amplificarse -por momentos, geométricamente- gracias al despliegue de sus simpatizantes en la red social 'X'. En tal sentido, por estas horas no pocos activos del GOP celebran la decisiva intervención del militante Scott Presler en Pennsylvania, quien puso de suyo para movilizar al tradicionalmente reticente 'Voto Amish'. Así las cosas, el empleo extensivo e intensivo de 'X' fue central, por cuanto ofreció al candidato del Partido Republicano, a sus allegados y a sus bases, una herramienta inmejorable para 'esquivar' los filtros de la prensa tradicional. Coronación de una táctica cuya autoría debe atribuírse a Elon Musk.

Al final del camino, Trump logró sortear una interminable serie de obstáculos de variada índole: desde causas judiciales hasta un intento de asesinato. La mención de ambos desarrollos adquiere especial importancia: las múltiples acusaciones potenciadas por sus críticos en el Partido Demócrata no hicieron mella en las preferencias definitivas del electorado, mientras que el ataque de francotirador que casi puso fin a su vida contribuyó a exacerbar las percepciones favorables de los votantes. En más de un sentido, el empresario pareció consolidar su imagen 'blindada', lo que aportó a la construcción de su mística.

Lo que sigue, es un Prólogo. Resta ver cómo el victorioso aspirante llevará a la práctica su eslogan reaganista de política exterior, que reza 'Paz a través de la Fuerza' (Peace Through Strength). El approach frente a desafíos de magnitud como Ucrania y Oriente Medio de seguro revistarán entre sus prioridades. En el plano doméstico, la reiterativa promesa en pos de 'Drenar el Pantano' ('Drain the Swamp') ya conoce un formato preventivo: se ha dado en llamar 'Schedule F', y consiste en la eliminación de protecciones laborales para personal del gobierno federal. Vale decir que, una vez implementada esa normativa, el presidente Donald Trump podrá remover de un plumazo a decenas de miles de empleados quienes, residentes entre Virginia y Maryland, mantienen puestos de trabajo en el Pantano del Distrito de Columbia. Si se quiere, un puntapié inicial para medir fuerzas con el extendido (y muchas veces, autodesmentidoDeep State.

 

En el concierto del desbarajuste Demócrata, la resonante derrota de Kamala Harris será material de incontables análisis. Convertida espontáneamente en la aspirante del partido tras la atropellada eyección de Joe Biden de la competencia, en medios estadounidenses se ha dicho que la vicepresidente careció del tiempo suficiente para remontar la puja. Aquí es donde suele señalarse uno de los principales desperfectos tácticos de Harris: el haber asociado su plataforma al desmadre macroeconómico que los votantes consideraban una variable relevante al momento de visitar las polling stations. Más allá del relato, el desmadre de la política económica oficial, los tropiezos en política exterior, la desatención de la cuestión inmigratoria y el auge del delito la colocaron en franca desventaja. Ya lo había advertido el Pew Research Center: la insatisfacción del público observa un carácter transitivo, desbordando a quien encabeza la gestión, para recaer luego con fuerza sobre el candidato seleccionado -candidata, en este caso.
 
Desde luego que tampoco ayudó a las proyecciones Demócratas el escenario de aguda polarización. Así fue que Harris debió esforzarse más allá de la cuenta para apelar a segmentos de votantes afincados en el espectro independiente -faena en la que Trump la venció sin miramientos. De tal suerte que el vuelco o turnout de sufragantes jóvenes -que tradicionalmente solían inclinarse por el Partido Demócrata- resultó insuficiente. Aún cuando se trata de una variable de orden cualitativo, las causas para este retroceso azul pueden atribuírse a la fatiga de los votantes, o a la falta de entusiasmo por Kamala como nominada por su espacio -así supo describir el fenómeno la firma U.S. Census Bureau.

En el remate, la vicepresidente no pudo desarrollar su mercado, apelando a las minorías -hispanos y asiáticos-estadounidenses, que otorgaron mayor crédito a las promesas desplegadas por la Plataforma Trump (fuente: CNN Election Analysis). A título complementario, la idea-fuerza de Harris careció de los decibeles exigidos por la naturaleza de la puja presentada por su contrincante. Harris careció ostensiblemente de una narrativa creíble o siquiera asequible desde la cual energizar su base electoral y aproximarse a votantes indecisos.

En rigor, su foco en la continuidad de las políticas de Biden terminaron por alienar a los destinatarios de la pobre narrativa, en lugar de atraerlos con un relato más 'fresco' y novedoso, en palabras de la web Politico. La explotación a desgano del potencial de 'X' y el haber desaprovechado su presentación en el debate versus Trump -instancia que se prestaba favorable para introducir una narrativa rupturista- completaron la fallida experiencia.


A poco de iniciarse el catártico Juego de las Lágrimas, los comanditarios del Partido Demócrata invertirán algo de tiempo en desparramar culpas -como sucede con cualquier partido que debe afrontar una importante crisis identitaria. Finalizado ese ejercicio, y con algo de fortuna, puedan atender con frialdad a las razones que dieron forma al infierno del presente. Quizás una de las descripciones más cristalinas para ilustrar la profunda fractura de credibilidad haya sido compartida por el analista Scott Jennings (CNN):

'El que Trump haya ganado el voto popular es un gran asunto. Es un mandato (...), planteado desde el pueblo estadounidense: que la economía vuelva a funcionar, que se resuelva el problema de la inmigración, que se proceda a controlar el delito (...) Interpreto los resultados como una venganza de parte de los trabajadores estadounidenses, personas corrientes que fueron aplastados, insultados y tratados con condescendencia. Estas personas no son basura, ni son nazis. Son gente común que se levantan cada mañana para lograr que la vida de sus hijos sea mejor, y sienten que se los ha mandado callar cuando se quejaban por estas cosas que los perjudicaban en sus vidas. También creo que estos comicios son una acusación contra el complejo informativo político. Estuvimos las últimas semanas repitiendo historias que no eran ciertas. Hemos estado repitiendo historias, mientras ignorábamos los datos fundamentales, como la inflación. Nosotros, que nos dedicamos a cubrir elecciones, debemos figurarnos cómo comprender y cómo escuchar a esa mitad del país que ayer se puso de pie y dijo "Ya basta. Hasta aquí llegamos"'.


 

Sobre Matias E. Ruiz

Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.