Ronald Reagan tenía razón sobre el Canal de Panamá -y también la tiene Trump
“Nosotros lo construímos. Nosotros hemos pagado por él. Es nuestro”.
“Nosotros lo construímos. Nosotros hemos pagado por él. Es nuestro”.
Tal fue la sentencia de Ronald Reagan cuando se le consultó su opinión sobre el Canal de Panamá, cuando la ciudadanía estadounidense debatía si acaso era conveniente devolverlo al gobierno panameño, en los años setenta.
“No podemos abdicar nuestra responsabilidad en la operatoria del canal, ni frente a la seguridad del Hemisferio Occidental', completaría el propio Reagan.
El argumento reaganista se extraviaría en los pasillos del Congreso. El canal fue entregado a Panamá después de que el Senado ratificara, por escasos votos, dos tratados con la nación centroamericana en 1977. Acto seguido, el entonces presidente Jimmy Carter firmó la resolución.
Sin embargo, Reagan saldría victorioso en la elección de 1980, y lo que dijo resonó en muchos estadounidenses, hartos de retrocesos y fracasos en el ámbito de la política exterior.
¿Tuvo razón Reagan durante todo este tiempo, cuando señalaba que resignarse a la entrega de una monumental obra arquitectónica sería un gigantesco error?
El presidente electo Donald Trump, por su parte, revivió recientemente el asunto, mediando una serie de posteos en redes sociales, y en sus discursos. Y la razón le asiste; es preciso explicar el por qué.
“El Canal de Panamá es considerado como un interés nacional vital para los Estados Unidos de América, debido a su crítico rol en la economía y en la seguridad nacional estadounidenses', consignó Trump en su red Truth Social, el pasado 21 de diciembre. “Un Canal de Panamá asegurado es crítico para el comercio de los EE.UU., para el veloz despliegue de la Armada, desde el Océano Atlántico hasta el Pacífico, y para recortar drásticamente los costos del envío de mercaderías hacia terminales portuarias americanas”.
Acto seguido, Trump escribió que, bajo los términos del tratado de 1977, el canal debía ser operado por Panamá en solitario, y nunca por una potencia externa -como China. Luego, apuntó contra las tasas que la nación centroamericana percibe, a las que calificó de 'ridículas'.
“Esta notable estafa contra nuestra patria debe cesar, inmediatamente”, sentenció Trump.
Como podía esperarse, los representantes del Partido Demócrata la emprendieron contra Trump y sus observaciones sobre el Canal; por su parte, el presidente panameño José Raúl Mulino insistió, furiosamente, en que China no estaba involucrada en la administración de las instalaciones.
No obstante, Trump puso sobre la mesa una colección de asuntos en extremo importantes en relación al canal, dada su importancia para una potencia naval global como lo son los Estados Unidos.
Ciertamente, el ex presidente Theodore Roosevelt tambien comprendió la centralidad de la obra.
“No hay un trabajo material más notable, aún por completarse, con semejantes consecuencias para el pueblo estadounidense, como la construcción de un canal a través de los istmos que conectan América del Norte con América del Sur”, consignó Roosevelt en su discurso de 1901 ante el Congreso.
El vínculo entre los océanos Atlántico y Pacífico a través de un cruce a través de las Américas era algo formidable, en una era de intercambio comercial globalizado y de marcada competencia entre potencias. Los franceses intentaron construir un canal a fines del siglo XIX, pero fracasaron.
Desde entonces, Roosevelt tomaron el asunto en propia mano. Tal como lo observara Trump, miles de ciudadanos de los EE.UU. perecieron de enfermedades durante la difícil construcción de la obra -la cual sólo pudo iniciarse cuando los Estados Unidos respaldaron la independencia panameña frente a Colombia.
Panamá existe como nación, gracias a los Estados Unidos de América.
Cuando los EE.UU. cedieron los derechos sobre el canal en los años setenta, lo hicieron debido a múltiples razones, y con destacables estipulaciones. Los estadounidenses no querían ser percibidos como una potencia colonial y tomaron nota, por ejemplo, de episodios como la nacionalización del Canal de Suez por parte de Egipto, en 1956 -factor que dio a luz a un conflicto bélico del que tomaron parte Israel, Francia y el Reino Unido.
Muchos creían que, para el pueblo panameño, contar con semejante infraestructura sería motivo de orgullo nacional.
En parte, ese fue el argumento formulado por el ícono conservador William F. Buckley, en su famoso debate versus Reagan respecto del particular.
Por encima de todo, los tratados firmados con Panamá obligaban al país a tutelar el canal de manera neutral y sin imponer precios discriminatorios. Los Estados Unidos podrían intervenir, si esa neutralidad era percibia en jaque.
Mientras el canal fue operado con normalidad durante mucho tiempo, desde los años setenta, luego la normalidad se desvaneció. El presidente George H.W. Bush desplegó una breve aunque exitosa invasión de Panamá en 1989, con el objetivo de deponer al General Manuel Noriega -quien se había tomado el control del país, rehusándose al desarrollo de elecciones libres, había convertido a la nación en un narcoestado, y amenazaba con aproximarse a la ex Unión Soviética.
Más importante aún para el moderno Estado panameño, una firma oriunda de Hong Kong adquirió los puertos de ingreso del Atlántico y del Pacífico, en 1996.
Tal como lo detallara Paul du Quenoy (del Palm Beach Freedom Institute), en una pieza publicada por el matutino New York Post, ese proceso de adquisición parecía quebrantar los términos de los tratados de 1977; sin embargo, no se tomaron medidas para garantizarse la letra de los convenios. Probablemente porque, por aquel momento, Hong Kong aún era parte del imperio británico, el cual se hallaba en buenos términos con Washington.
Años después, eso cambió.
“En 1997, Hong Kong volvió a suscribir al dominio de la China comunista —y, a pesar de la promesa de Pekín de respetar el status político hongkonés durante cincucenta años, la República Popular se hizo del control absoluto allí", escribió du Quenoy. 'El Partido Comunista Chino puede ejercer influencia directa y, probablemente, ilimitada, sobre cualquier firma oriunda de Hong Kong, en cualquier parte del planeta'.
Panamé renovó su convenio con la firma de Hong Kong en 2021 y, a pesar de ello, du Quenoy recordó: 'la nación centraomerciana preserva el control chino de facto sobre una de las vías marítimas más destacadas del tráfico internacional”.
No solo eso: China también ha desplegado monumentales inversiones en Panamá, y ya muchas de sus empresas operan allí. De tal suerte que la operatoria del Canal de Panamá se encuentra hoy bajo amenaza, como no sucedió jamás desde que los EE.UU. cedieron su control, hace más de cuatro décadas.
Así las cosas, las advertencias de Ronald Reagan resignifican hoy su importancia, especialmente cuando los delirios que se referían al 'fin de la historia' revelaron esa condición.
Por supuesto; mientras Trump replica estas advertencias, China prosigue con su acopio masivo de recursos militares, compartiendo gestos preocupantes frente a Taiwán.
Es interesante el hecho de que el mandatario electo decidiera retomar esta cuestión, junto con su aspiración de adquirir Groenlandia, y las maniobras de 'trolling' hacia Canada -jocosamente referida como el 'Estado número 51o. de la Unión'.
Es lícito argumentar que Trump tiene la clara intención de mudar el foco de la política exterior estadounidense, hacia un eje que respeta los interese estratégicos del país en el Hemisferio Occidental. Puede decirse incluso que se trata de una retórica neo-monroísta. Trump y algunas de las personas que ha seleciconado para integrar su Gabinete, han dado a entender que buscarán trabajar con mayor énfasis para obstaculizar el poderío emergente de la China comunista en Asia y en el Pacífico.
Si ese fuera su propósito, entonces deviene en esencial que China -o, para el caso, cualquier otra potencia de primer orden- no intente desarrollar vías alternativas para colonizar naciones del Nuevo Mundo, ya fuere directa o indirectamente. Precisamente, éste fue el objetivo primordial de la Doctrina Monroe, a saber, mantener a las potencias coloniales hostiles fuera del cuadrante continental americano. Por estos tiempos, el fulgor de esas potencias parte de Asia -no ya de Europa.
Si China puede genuinamente ejercer control sobre el Canal de Panamá, esto consignaría una gravísima amenaza para los Estados Unidos de América.
Cuando el Canal experimente congestiones de tránsito y otras problemáticas, podrá provocar un daño significativo para las distintas cadenas de valor en la economía internacional. Tal como sucedió durante septiembre pasado.
Peor aún; imagine Usted que tuviese lugar una guerra, la cual exigiera que navíos estadounidenses y aliados crucen desde el Atlántico hacia el Pacífico o viceversa; y que, de súbito, esa posibilidad fuese clausurada.
Al final del día, poco interesa si el presidente panameño se enfurece, o si el periódico New York Times insiste en que Trump 'perturba a la comunidad internacional'. Trump comprende que las relaciones internacionales contabilizan un factor transaccional, y que representan un mejor negocio que cualquier conversatorio entre universitarios.
Al retomar el tratamiento del Canal de Panamá y hacer que los medios pongan su atención allí, el mandatario electo simplemente está advirtiendo que buscará resguardar los intereses estadounidenses primero; y que recién después se tomará un tiempo en evaluar los sentimientos de líderes extranjeros y de los críticos en la prensa tradicional.
Jarrett Stepman se desempeña como colaborador y columnista en el sitio web The Daily Signal (Estados Unidos). Reside en Washington, Distrito de Columbia.