INTERNACIONALES: MATIAS E. RUIZ

Israel, 'Bibi' y el enrevesado vecindario de Oriente Medio: ¿política de seguridad o expansionismo?

El término 'Gran Israel' remite a una visión maximalista de las fronteras del Estado hebreo...

16 de Abril de 2025


El término 'Gran Israel' remite a una cosmovisión maximalista de las fronteras del Estado hebreo, basada fundamentalmente en interpretaciones de textos bíblicos, como los detectados en el libro del Génesis. La referencia conduce a la 'tierra prometida' que va 'desde el río de Egipto [en ocasiones, en referencia al Nilo] hasta el gran río, el Éufrates'. Por supuesto, esta prerrogativa ha sido rescatada -interesadamente- por clústers afectos al sionismo, como ideal territorial que abarcaría no solo al Israel actual, sino también a geografías de naciones vecinas (Siria, el Líbano, Jordania, Egipto, y aún Irak).

Benjamin Netanyahu, Matias E. Ruiz, Hamás, Oriente Medio, Israel
El sionismo, como corriente ideológica que persiguió la meta del establecimiento de un hogar nacional judío, hizo propio el accionar de facciones que abrazaron aquella visión expansiva. A título de ejemplo, el sionismo en su visión revisionista -representado en figuras como Ze’ev Jabotinsky- abogaba por un Estado judío que incluyera a ambas márgenes del río Jordán. No obstante, ese ideario era más aspiracional que práctico, no llegando a replicar una política consensuada en el seno del movimiento sionista; ni en la dirigencia política del propio Estado de Israel, tras su fundación en 1948.

Naturalmente, el provocativo concepto de 'Gran Israel' continúa siendo invocado por espectros ultranacionalistas y también religiosos -no verificándose que el actual gobierno pretenda incluírlo como objetivo 'oficial'.

Desde su establecimiento hace seis décadas, Israel ha propugnado la tesis de que sus fronteras y ocupaciones territoriales se han visto determinadas por necesidades vinculadas a la seguridad, antes que por motivos expansionistas.

En tal virtud, y si bien es cierto que Israel amplió su proyección territorial más allá de las fronteras propugnadas por el Plan de Partición de Naciones Unidas, Tel Aviv justificaría entonces la maniobra como una lógica réplica ante el despliegue bélico ejecutado por naciones árabes vecinas. Tras finiquitada la Guerra de los Seis Días de 1967, Israel ocupó Cisjordania, Gaza, el este de Jerusalén, la Península del Sinaí y los Altos del Golán. A posteriori, el Sinaí fue retornado a Egipto tras la firma de los Convenios de Camp David (1978); por su parte, los Altos del Golán sí permanecen bajo control efectivo israelí -desde 1981-, en razón de que esa buffer zone devenía en esencial para contener eventuales amenazas sirias. A la postre, los acuerdos firmados por el Estado hebreo con Egipto en 1979 y en Jordania (en 1994) determinaron la clausura de pretensiones territoriales en desmedro de esos países. Otra vez, primó el pragmatismo.

No es novedad que la administración de Benjamin Netanyahu ciertamente ha sabido alimentar un discurso de línea dura en el áspero concierto de la seguridad, mas no ha patrocinado el ideario de un 'Gran Israel' en los hechos. En rigor, el approach de 'Bibi' lo llevó a consolidar la preservación del control sobre los territorios ocupados, y a propiciar la construcción de asentamientos judíos en esas zonas. A la postre, lo ha hecho reivindicando un derecho histórico, y no como una plataforma centrada en una proyección territorial ampliada hacia Siria o hacia cuadrantes vecinos.

Con todo, observadores suspicaces han tomado nota de incidencias complementarias. En este plano, Jerusalén ha ejecutado centenares de ataques aéreos en suelo sirio desde iniciada la cruenta guerra civil de 2001 que terminaría por alejar del poder a Basher al-Assad, intensificándolos en años recientes. Esas incursiones tuvieron por objeto neutralizar la infraestructura iraní, sobre todo las instalaciones explotadas por la Guardia Revolucionaria para el almacenamiento de equipo material o entrenamiento de milicianos y sus desprendimientos. Adicionalmente, los ataques pusieron en la mira a elementos de Hezbolá -respaldado por Teherán-, y a convoys de armas pesadas con tránsito hacia el cuadrante libanés. En menor medida, la fuerza aérea israelí también despachó aeronaves para atacar posiciones del fragmentado ejército regular sirio, cuyos elementos cooperan con la teocracia iraní y operan, a modo de construir sinergia estratégica, con el Partido de Dios.

Acto seguido, la conducción política hebrea sancionó operaciones militares contra Damasco y Aleppo, ya durante el ciclo 2022/23; subcapítulo en el que se bombardearon depósitos de armas y municiones, y bases de avanzada bajo la tutela de la República Islámica de Irán. Ergo, lejos del precedente de los Altos del Golán, las incursiones en el cuadrante sirio se limitaron a operaciones específicas, sin registrarse un despliegue masivo de tropas terrestres -ni un declarado empeño en mantener posiciones allí, más allá de las fronteras actuales.

Oficialmente al menos, el Estado de Israel ha evitado involucrarse de manera directa en la guerra civil siria -absteniéndose de formular reclamos de soberanía sobre sus tierras. La variante expansiva tampoco favorecería el ratio costo/beneficio: cualquier anexión de territorio antaño controlado por Siria sólo devengaría problemas, eventualmente corporizados en costos diplomáticos, económicos y militares.

En cualquier caso, entendidos en temáticas de Oriente Medio han formulado objeciones a la narrativa oficial: Alan Waring (Fair Observer) ha sugerido que Israel ha ocupado territorio sirio perentoriamente, aproximándose a apenas 25 kilómetros de Damasco, en diciembre de 2024; y que este desarrollo podría alinearse con ambiciones territoriales. Análogamente, Subodh Kumar (India Today) ha advertido sobre el airado reclamo del colectivo árabe en respuesta a la exhibición de un controvertido mapa del 'Gran Israel' por parte del canciller hebreo -en el que se incluían segmentos de la geografía siria, jordana y libanesa. La referencia -de naturaleza bíblica- se reflejó en el precedente del Reino de Israel de tres mil años atrás, tutelado sucesivamente por los monarcas Saúl, David y Salomón.


¿En qué medida la presente realidad israelí se ha fusionado con la agenda política de Netanyahu, y qué tanto de esa aparente fusión resulta conveniente o razonable? Su gestión como primer ministro debió cargar con un poco confortable escrutinio, siendo acusado tanto él como las cúpulas militares y de inteligencia por los groseros fallos que derivaron en la destructiva incursión de Hamás, el 7 de octubre de 2023. Asimismo, el aluvión de críticas condujo a masivas manifestaciones públicas contra la plataforma de 'Bibi' -quien ya había experimentado dificultades por tener que responder a acusaciones de interferencia judicial. Aquellos ciudadanos exigían que Jerusalén apurara las gestiones necesarias para liberar a sus familiares secuestrados, pero se toparon con una violenta represión estatal. En el ínterin, sucedió lo inédito: Netanyahu la emprendió en duros términos contra Ronen Bar -a la sazón, ex director del Shin Bet-, a quien terminaría despidiendo. Los ecos del áspero desarrollo continúan replicándose por estas horas, en el Alto Tribunal del país. En palabras de Bar, el gobierno de Bibi ha montado una 'campaña de desprestigio' contra la agencia nacional de seguridad israelí.

En efecto, el trasfondo político-social israelí ofrece terreno fértil para la sospecha: ¿se ha involucrado Benjamin Netanyahu en una cruzada sin cuartel para erigir un prototipo de autocracia que le reserve un rol estelar en el estricto monitoreo de todos los asuntos de importancia en el Estado hebreo? Y, en igual sentido, ¿hasta qué punto esa supuesta pretención puede explicarse a partir de problemáticas judiciales pendientes de resolución?

En el epílogo, será lícito preguntarse -aunque la posibilidad pudiere resultar provocativa-: ¿puede el Estado de Israel depositar sus garantías de seguridad colectiva en una agenda unipersonal? Quizás sea éste el debate en el que hoy se encuentra inmersa, inconscientemente, la sociedad israelí.

 

Sobre Matias E. Ruiz

Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.