La franquicia de Al Qaida
El terrorismo llegó para quedarse.
21 de Julio de 2010
Tío Plinio querido,
Aunque tía Edelma se asuste, el terrorismo llegó para quedarse.
Definitivamente instalado, con las indiscutibles ventajas de las graves contradicciones de la acumulación capitalista. Es decir, con lógicas secuelas, inexorables, de la circulación de capitales.
Tanto, que hace casi imposible distinguir el dinero que se destina, de acuerdo a la cultura islámica, a la necesaria cooperación, del dinero que puede desembocar en poder de alguna ramificación financiadora de cualquier célula, de los cuarenta grupos integristas que pueden identificarse en Al Qaida.
Es el problema, sobre todo, de los Estados Unidos, tío Plinio querido.
Tantos años de relación privilegiada con la Arabia Saudita, de cuyo petróleo depende, y por cuyo petróleo se originaron guerras patéticas, como por ejemplo Irán-Irak, antecedente de la primera guerra del golfo.
Y desde la Arabia Saudita surge precisamente la fuente del mal que desafía la estructura integral de su edificio. Es decir, Estados Unidos, en una palabra Occidente, hoy paga las consecuencias de una sucesión de soluciones tácticas que agravaron paulatinamente el cuadro estratégico. Si le interesa, con tiempo, otro día nos vamos a explayar.
Y aparte, tío Plinio querido, el terrorismo cuenta con las ventajas del conocimiento total de las tecnologías más refinadas. Por lo tanto, las ingenuas simplificaciones de Bernard Lewis, que toma generosamente prestadas Huntington, y que aluden al choque de civilizaciones, son de una superficialidad estremecedora que podría conmover, apenas, a los plácidos académicos del desconocimiento.
Porque la figura es gráficamente superior: trátase del manejo más sofisticado, por ejemplo, de los mecanismos de Internet, aunque con el objetivo político de un regreso a los mitificados siglos once y doce, que resisten, aún, en un paraíso imaginario.
El que no es especialista, o por lo menos no sigue profesionalmente las sutilezas del fundamentalismo, para tratar de entender algo, tío Plinio querido, debe sortear, en principio, una cuestión de significantes.
Porque les cuesta diferenciar Zarqawi de Zawahiri.
Entonces rechazan culturalmente cualquier posibilidad racional de confrontación. Por ejemplo, una guerra religiosa.
Por lo tanto, la certeza de los códigos los instiga al desprecio intelectual que les impide entrometerse en la temática. Y suele capitularse muy pronto, ante la tentación de la complejidad sintetizada como fanatismo.
Es preferible, en el equívoco, pregonar la demolición total del Islam. Hacer un bloque y denigrarlo entero, como hace, con significativa torpeza, Oriana Fallaci.
La sospecha por saber
Aparte, tío Plinio querido, de un analista no se puede aguardar, exclusivamente, la consolidación de la condena, y clamar por su impotencia ante la barbarie. Sin embargo también debería tratar, al menos, de entender.
Aunque sólo el saber sea, de por sí, sospechoso.
Al Qaida, la vieja Base, que arrancó en el 88, ya existía, incluso, cuando se produjo, en la desguarnecida Buenos Aires, en 1994, el atentado contra la Amia.
Aparte, alguien que es tan gravitante como Bin Laden, el egipcio Ayman Al Zawahiri, ya planteaba, desde la Jihad Islámica -un dato para tener en cuenta-, que los judíos debían ser golpeados en cualquier lugar del mundo.
El amante de los ángeles
La cuestión que Al Qaida, diecisiete años después, se convirtió en una especie de franquicia. Como si se tratara, en el fondo, de un McDonald s del terrorismo.
Que legitima, o mejor, que suele hacerse cargo de las acciones de células multitudinarias que se mueven con cierta particular autonomía.
Se descentralizó tanto Al Qaida, tío Plinio querido, que fácilmente puede armarse, más tarde mismo, otra nueva célula que escoja el nombre de uno de los tantos mártires. Y salga a pregonar, por Internet, su propia Jihad.
Con abundancia de candidatos a la inmolación, que se encuentran en condiciones de memorizar, incluso, párrafos enteros de "El amante de los ángeles".
Trátase de un texto de Abdulla Azzam, maestro y tutor de Bin Laden. Un ideólogo que se inmola, a mediados de los noventa, en Pakistán. Era un jordano de origen palestino. Es decir, era un palestino sin patria, que solía desplazarse, como expatriado, con un pasaporte jordano.
Azzam fue, acaso, el principal impulsor de Al Qaida.
El que redactó los estatutos que aún persisten, y entusiasmó oportunamente al saudita Bin Laden para aportar la contundencia de sus valijas a la organización. Y con el objetivo estratégico de crear estados islámicos en Oriente Medio.
Y de imponer la Dictadura de la Sumisión, es decir, la Sharia. Sin embargo, en principio, como en el interior de los países árabes se encaminan hacia diversos fracasos, pronto deciden pegar directamente a la cabeza de quienes consideran protectores de los corruptos mandatarios de sus estados.
Los valientes guerreros de la fe
A propósito, cuando el titular de la CIA afirma, tío Plinio querido, que lo tiene perfectamente ubicado a Bin Laden, pero que, por su relación con estados soberanos, están incapacitados para accionar, dice, exclusivamente, la verdad.
Aunque, en realidad, ya hasta los servicios del Automóvil Club saben que Bin Laden se desplaza, sin mayores inconvenientes, entre las montañas rocosas, fronterizas entre los dos grandes narcoestados, Afganistán y Paquistán.
Es una manera de asumir, ante todo, la catastrófica irrupción americana en Afganistán, que se presentó, con una audacia infinita, como victoria.
Y que convirtió, al proyecto de país, en la superación de aquello que virtualmente siempre fue: el máximo reservorio de opio.
Amapola, bellísima amapola. Plantaciones inmensas de las que, en gran parte, también viven ambos narcoestados, implacablemente islamistas, aunque con un servicio de informaciones, como el paquistaní, que contiene todos los secretos de las calamidades que muchas veces supo generar.
Con la explotación de la amapola, cultivo que fue tan útil, en su momento, para combatir la presencia soviética en Afganistán.
De cuando los devaluados talibanes, y los antecesores afganos de Al Qaida, eran convenientemente presentados, hacia la seducción de occidente, como "Los valientes guerreros de la Fe".
Y desde que desalojaron a los ocupantes rusos, hacia finales de los 80, hasta que llegaron los providenciales americanos, en el 2001, aquella zona fronteriza fue como una especie de bailanta del terrorismo, en permanente promoción y entrenamiento.
Aparte, tío Plinio querido, si la CIA no puede actuar, de manera frontalmente directa en la región, es porque, aunque su director no lo aclare, es una zona de influencia inglesa.
En aquella parte del Asia persiste, por lo menos en la melancolía de su alucinación, la memoria formal del imperio británico.
Y conste que no puede alterarse la ficción del equilibrio en una geopolítica tan sensible.
No olvidar, tampoco, el estructural conflicto entre India y Paquistán, consecuencia también catastrófica de la colonización inglesa.
Violenta obscenidad
El problema principal hoy lo tiene, aparte de los Estados Unidos, los países presentables de Europa Occidental. Y no necesariamente por apoyar la violenta obscenidad de la invasión en Irak, que en el litigio funciona, en realidad, como laberíntico agravante.
Aunque debiera preocupar la intercomunicación existente entre las bases de Zarqawi, justamente en el interior de Irak, con el tronco de Al Qaida, que se desliza entre el amapolismo integrista de Afganistán y Paquistán.
Y con, por si no bastara, los fundamentalistas del CICM, que actúan desde Marruecos. Lo que es una manera de decir, desde todas las ciudades preferiblemente europeas que contienen fuerte inmigración marroquí, y por supuesto algunos adherentes del CICM.
Desde el sur, por ejemplo España e Italia, hasta Escandinavia, y por supuesto en la insularidad británica, podrán registrarse habituales explosiones. Lo que no quita que pueda explotar otro bombazo en selectivos países árabes, como en el balneario de Sharm El Sheik.
Por lo tanto Al Qaida consigue imponer su terror. Desde el punto de vista ambiental, por ahora vence Osama, sobre todo en la guerra de inteligencia.
Porque se conocen hasta los últimos secretos abiertos del imaginario occidental, mientras se asiste, en cambio, a un rechazo global para interpretar, al menos, los códigos de funcionamiento de los que se entregan, con una gráfica sonrisa, hacia la inmolación.
Y de ningún modo es antojadiza la cuestión del colonialismo, tío Plinio querido.
No se trata de facilidad argumental. No es casualidad que en Londres se inmolen ciudadanos británicos de origen paquistaní. O en Madrid, atenten, como en Atocha, los marroquíes del CICM, aliados de Al Qaida.
Aunque los franceses son los que, con mayor perfeccionamiento, desarrollaron su inteligencia informativa, no estaría nunca de más que se vigilara, de cerca, cualquier posible ramificación del fundamentalismo argelino, del GIA.
Mañana, dígale a tía Edelma, o acaso pasado, le sigo con posibles planteos de soluciones. Ninguna de ellas, lamentablemente, inmediata.
Jorge Asís Digital