LA COLUMNA DE JORGE ASIS EN EL OJO DIGITAL: POLITICA

Quemar nombres

¿Se enoja el Presidente Kirchner cada vez que los medios anticipan los enroques de sus impresentables ministros? Esta es la hipótesis de Jorge Asís, quien además sugiere que la manera más efectiva de evitar un nombramiento, es adelantar la noticia en la prensa.

21 de Julio de 2010
El toddy de Timerman A Kirchner suele fastidiarle que los medios anticipen los nombres de sus próximos ministros. Basta, que se lo cite, por ejemplo, a Héctor Timerman, como probable reemplazante de Bielsa, para asegurarse que Kirchner jamás lo va a designar. Ni siquiera como embajador en los Estados Unidos. Que es, en realidad, el destino al que el periodista, después de haber tomado suficiente Toddy, supone encontrarse en situación de merecer. Sobre todo por la eficacia exhibida durante la última visita. Fue cuando el cónsul Timerman, enrolado en el fervoroso cristinismo, logró, con la colaboración invalorable de Ernesto Semán, que el presidente fuera aclamado por centenares de argentinos, entre milanesas horribles y garrapiñadas tristes, en un club frecuentado por bolivianos del Queens. Una especie de González Catán, pero de Nueva York. De todos modos, Timerman tiene más ganas de ser embajador en Estados Unidos que de ser Canciller. Y dejar otra vez sin trabajo, en todo caso, a un Bordón al que degrada. Aunque en franca sintonía, aquí sí, con Kirchner. El arte de quemar nombres Tampoco podrá ser fácilmente canciller Roberto Lavagna, el magnífico pedalero al que Kirchner asume ya como agente doble. Como si Lavagna fuera un personaje de una novela de Tom Clancy. De todos modos el agente doble, Lavagna, fue confirmado en Economía. Infortunadamente, también tiene vedada la puerta de la cancillería, el más atlético de los especialistas en el desplazamiento deportivo de garrocha. Jorge Argüello. Y menos aún, una lástima, Taiana. A propósito, Kirchner ubicó como candidato a diputado a Taiana simplemente para eliminarlo de la contienda por la cancillería. Lo peor, es que tantas disidencias entre Taiana y Bielsa resultaron francamente inútiles. Trátase, en el fondo, de un viejo hábito del peronismo. El de sacar a alguien del medio con el pretexto de reconocerlo. Téngase en cuenta que, para el analfabetismo geopolítico de una administración como la de Kirchner, que carece de nociones elementales de política exterior, la cancillería es el sitio ideal para un político. Sobre todo desde que aquel sistemático martirizador de políticos intrusos, don Ofidio Cullando, con el propósito de jubilarse, debió abandonar el lobby de su columnita dominguera en La Nación. De todos modos, es innecesaria la conducción de la diplomacia, porque el país inadvertidamente se diluye en medio del papelón. Y de la etcétera. Nuestro Norte es la Venezuela bolivariana, puteamos al Fondo mientras pagamos hasta la última moneda, estudiamos hipótesis de conflicto con Uruguay, descalificamos en tribunas públicas del conurbano a los embajadores molestos y decidimos que tenemos atribuciones hasta para designar los obispos. (Nota: la utilización de la primera persona del plural es, apenas, para pluralizar el sentimiento del papelón). Después de todo, si Ruckauf llegó a ser canciller de la república, cartón lleno. Con similares derechos podría serlo entonces el eterno Archibaldo. O podría ocurrir el stage de González Fraga, de paso mientras aguarda el turno hipotético para reemplazar al Agente Doble. O Redrado, que está muy cómodo con la numerología del Banco Central, y con la alternativa de la garrocha siempre cerca. Incluso, por qué no, podría ser hasta el señor Zanini. Alias -vaya a saberse por qué- el Ñoño. Un fundamentalista del cristinismo Por otra parte, Horacio Verbitsky habría autorizado a su dependiente Kirchner para designar al meritorio senador Pichetto en el ministerio de Defensa. Como los militares no merecen la menor consideración, resulta altamente factible que el sucesor de Pampuro sea nomás el irreconocido baluarte del cristinismo. Trátase del senador Pichetto, con mandato senatorial a punto de cumplirse. Después del 10 de diciembre, Pampuro y Pichetto podrían recíprocamente hacerse la cambiadita. De despacho. Ocurre que Pichetto supo exhibir la flexibilidad de una invalorable columna vertebral de plastilina. Trascendió entonces que Verbitsky, después de haberlo sometido a ciertos enigmáticos tests, definitivamente conciente que no le alcanza con Sain para sucederlo a Pampuro, decidió darle la luz verde a Kirchner para hacerlo jurar al señor Pichetto. A pesar, claro, del sentimiento de postergación del viceministro, don Jaime Garreta. Trátase del único que sabe diferenciar un coronel de un ascensorista, y que tiene idea de las diferencias entre un batallón y un mortero, un regimiento y una promoción. Y ante la decepción, previsiblemente conmovedora, de la senadora Marita Perceval, que se creía una contagiosa prolongación de la chilena Michelle Bachellet. Y a pesar, por último, que al oficialista Pichetto, hoy convertido en un fundamentalista del cristinismo, le hubiera encantado más ser ministro de Justicia. Dada, sobre todo, la experiencia cristinista en degollar, en el circo romano del parlamento, ministros de la Corte. Sin embargo Pichetto no contó con el caprichoso adelantamiento de los tiempos. Por ejemplo que el señor Rosatti se cansara, de pronto, de ser tratado, con ostensible acierto, como un incompetente. Y todo por su resistencia a avalar los generosos documentos típicos del keynesianismo atropellador de un gobierno no precisamente desinteresado en la poética de los retornos. Aparte, Rosatti se resistió a la idea de ser desplazado con el cuento de Kikuchi del reconocimiento, con una postulación. Es decir, de ser enviado como candidato a diputado, sólo por el honroso objetivo de sacarlo del medio. Vitina Tomada Tomada, en cambio, dista de ser considerado, como Bielsa, un Pavo Real. Al contrario. Lo tienen conceptuado con el despreciable calificativo de buen muchacho. Tan sano, dicen, como la vitina, y sin el suficiente arrojo como para resolver algún conflicto sustantivo para la banda mayor de su superioridad. Por lo tanto Tomada será enviado como embajador a Chile. Según nuestras fuentes chilenas, Kirchner ya le comunicó personalmente el cambio al presidente Lagos. Fuentes argentinas nos indican que el destinado a reemplazar a Tomada es el joven sobresaliente Sergio Massa. Massa es una especie de Messi del kirchnerismo. Aunque Massa se encontraba espiritualmente preparado para suplantar a la también candidateada señora Alicia. Sin embargo, por sutiles cuestiones derivadas de la marroquinería, el de la señora Alicia es un ministerio reservado exclusivamente para un paladar negro del kirchnerismo. De ningún modo puede convertirse en trofeo de cualquier duhaldista habilidosamente reciclado. Música de tambores Por otra parte, los quincheros de Ámbito mencionan ayer a Álvarez Chacho para sacarle el caramelo de madera de la boca al Inspector máximo del Mercosur, Eduardo Duhalde. Sin embargo, el nombre de Álvarez suena siempre como música de tambores para la ocupación de cualquier puesto. Aunque exclusivamente con la intención de quemarlo. Ocurre que a Kirchner le disgusta especialmente la fascinación intelectual que ejerce Álvarez sobre la máxima referente del cristinismo. Quien reemplazará a Duhalde, en cambio, según fuentes santacruceñas, es el senador Mario Losada. Trátase del principal socio político del gobernador de Misiones, el señor Rovira, que será muy pronto popularmente conocido como el yerno del señor Spotorno. En adelante, Álvarez tendrá que resignarse a ser citado, siempre con música de tambores de hojalata, hasta como eventual reemplazante de Julio Bárbaro. A propósito, aunque aún nadie se haya dado cuenta, y se encuentre gloriosamente olvidado, Bárbaro se encuentra prácticamente afuera del gobierno. Desde hace alrededor de seis meses no pasa ni por la puerta de La Rosada. Curiosamente desde que Clarín le picara, a Bárbaro, el boleto. Aunque, en su caso, sin la bestial degradación que debió padecer el juez Marquevich. De todos modos, puede encontrárselo a Bárbaro, hoy, apenas sumergido entre algunas frases, en el interior del recomendable libro "Guardia de Hierro". Trátase de un ensayo que intenta aproximarse a los cautivantes enigmas de la organización homónima. Lo escribió Alejandro Tarruella, editó Sudamericana.
Jorge Asís Digital