Síndrome de Santa Cruz
Zannini, el Ñoño, y Olaf Aaset, El Pilín, lanzan la corriente para impulsar reelección de Kirchner.
21 de Julio de 2010
Aunque el raciocinio más elemental recomendaba el frenesí empalagoso para marzo, de no impedirlo este texto, desde el zanninismo de La Rosada se lanza, en la semana, la Corriente que impulsa la reelección de Kirchner.
Trátase, en apariencias, de una línea interna del Frente de la Victoria. Está destinada a generar, desde el vamos, la lícita presión de la hinchada para obtener la perennidad del César.
De manera que, antes de pasar lista al elenco estable, y recibir selectivamente a los garrocheros, habrá que darle la bienvenida a un desconocido pingüino real.
De los escasos nacidos y criados en Santa Cruz.
Es el paisano Olaf Aaset. Alias El Pilín. Y últimamente, El Monje negro.
46 años, nacido en Puerto de Santa Cruz. Famoso, más que por el Pilín y por Lázaro, por los alaridos insignes de Horacio Guaraní.
Crespi seco
Olaf es el converso ejemplar.
De una conversión que sólo puede asimilarla, en su contundente crueldad, el peronismo.
Antes de convertirse en el abogado más confiable, el que supo llevar las causas más pesadas del Presidente, Olaf le dispensaba, al doctor Kirchner, un odio digno de memorarse.
Cuenta Daniel Gatti, en el indispensable opus "El amo del feudo", que el Pilín vio, de chico, cómo aquel abogado de Finsud, Néstor Kirchner, le llevaba, por una deuda incumplida de sus padres, el televisor.
Es decir, el próximo progresista bolivariano entonces le secuestraba, con el televisor, la posibilidad de la fantasía. Del esparcimiento.
Sin embargo, se desliza por el sendero del error aquel que petrifica la realidad como si fuera estática.
Al contrario, es dinámica. Por lo tanto el paso del tiempo los llevó, a los militantes Aaset y Kirchner, a encontrarse en el malentendido, eternamente pragmático, del peronismo.
Confirman, determinados testigos, que aquel rencor inicial registró picos de severa degradación.
En algún momento, según prensa de la época, Aaset lo trató, a Kirchner, de Robin Hood Trucho. Y hasta de mafioso.
Pero también Graneros, actual titular del Sedronar, lo llamaba a Kirchner El Pastorcito Mentiroso. Y hoy también apoya, con fervor, la reelección del Pastorcito.
Como en la publicidad del Crespi seco. Pasan cosas lindas en la familia del peronismo.
Turbio río
Hasta que el envolvente dinamismo político los acercó hasta la fraterna complicidad. Y finalmente Aaset terminó patrocinándolo, a Kirchner, como abogado, en nutritivas causas que tienen que ver con algunas contradicciones que no deben, de ningún modo, profundizarse.
Podrían citarse, por ejemplo, dos. La privatización de Río Turbio, que puede conquistar, para la posteridad, la magnífica epopeya del señor Taselli.
Y la represión innombrable de abril del 2002. A aquellos caceroleros que no tenían el menor derecho a las contemplaciones.
También podría evocarse la demanda, por un millón de dólares, contra el doctor Dino Zaffrani, de la CTA, que no tiene desperdicios.
Sin ánimo de intentar el revisionismo histórico, ni siquiera con elementales atisbos de mala fe, sólo podría insinuarse que, en el esplendor de tantos retóricos cuestionamientos a las privatizadas, alguien tratara de desmenuzar los secretos de aquella privatización del carbón de Río Turbio.
Una epopeya que acerca, hasta la irritación, a Kirchner y Menem.
Si ningún medio, de los tantos que se inspiran secretamente en este Portal, acepta el desafío, no tendremos otra alternativa que ocuparnos, del tema, aquí.
La Guanaca Azul
Aaset es diputado provincial. Aunque, para alivio del gobernador Acevedo, El Pilín Aaset pasa largas temporadas en Buenos Aires. Tantas, que hasta debió desprenderse del restaurante situado frente al panorama de la Ría, especializado en mariscos y escandalosamente llamado La Guanaca Azul.
Cuentan que Aaset aquí se dedica, aparte del armado político para su Jefe, a asesorar, seguramente ad honorem, en empresas impregnadas de pingüinos. Como, por ejemplo, Vialidad Nacional.
Conste que, a pesar de aquella espantosa imagen inicial, resulta admirable que Aaset haya logrado componer una excelente relación, de confianza casi absoluta, con aquel abogado de Finsud que trabaja hoy, por horror de Duhalde, como presidente de la república.
Almas gemelas
Por lo tanto, el ya atendido Zannini, alias El Ñoño, podrá capitalizar la condición de orientador de la nueva corriente kirchnerista que ponderarán, en la semana, con seguridad, desde la complementaria complacencia de Clarín, la influyente Radio Diez, la repetidora CVN y el folletín presidencial de Página 12.
Sin embargo, quien se encuentra detrás del armado, acompañado con seguridad del menos presentable Rudy Ulloa, es Olaf Aaset.
Alguien al que Zannini, por similar, le desconfía.
Trátase de almas casi gemelas.
Téngase en cuenta que Zannini, el cordobés convertido en paladar negro, y Aaset, el pingüino paladar negro convertido en kirchnerista, se dispensan, en realidad, una desconfiada antipatía recíproca. Aunque pueden simular el desencuentro, por la causa superadora, repentinamente bolivariana, del kirchnerismo.
Síndrome de Santa Cruz
Lo rescatable es que Olaf Aaset, el reeleccionista, pudo superar los márgenes del odio, hasta llegar a la idealización referencial.
Habrá que reivindicar entonces, en adelante, el Síndrome de Santa Cruz.
Como si fuera el tema de una miniserie, ideal para la televisión.
Como aquellas que aquel pobre Pilín debía perderse, por culpa de la usura, que no estaba capacitada para comprender, menos aún perdonar.
Jorge Asís Digital