POLITICA: POR JORGE ASIS

Bardo y empanadas

Quirófano (V): La investigación del Caso López atiende los deslizamientos de la familia.

21 de Julio de 2010
LONDRES (de nuestro enviado especial, Oberdán Rocamora).- En once días se cumplen los primeros tres meses de la extraña desaparición de Jorge Julio López. Es conveniente referirse al tema López desde un cuarto de hotel de Londres, lejos del quirófano angustiante de la provincia de Buenos Aires. De las irreparables interferencias telefónicas. De los entrecruzamientos de contactos ordenados por los distintos sectores, de autoasignada competencia, en la investigación. Especialistas que se inquietan, como los involucrados directos, por los orígenes de la información precisa que emana del Portal. Kirchner supone, según nuestras fuentes, que el Operativo López fue armado contra él. La legítima paranoia presidencial deslegitima, oficialmente, otras atendibles causalidades. Por lo tanto Kirchner presiona, más que sobre su ministerio del Interior, sobre su servicio secreto. La Secretaría de Inteligencia, fragmentada por los arrebatos de una interna que no tiene sentido analizar desde el Gloucester Place. Con una ventana que admite la percepción de la lluvia que cae, con desesperada monotonía, sobre los solitarios jardines de Portman Square. La investigación naufraga, entre los vapores de la impotencia y la desconfianza. La banda informativa se impone, aunque no se asuma. La incertidumbre es compartida, en simultáneo, por la policía y la justicia de la provincia de Buenos Aires. Aunque sus personeros inviertan el positivismo de sus insuficientes voluntades. La sospecha impresentable Un cóctel de bardo y manifestaciones. Nadie sabe, a ciencia cierta, adónde se encuentra parado. Y los que pueden saber algo, si lo saben lo callan. Síntesis explicativa. Evaluación de las fuentes que debieran saber, bastante más, de lo que conjeturan. El Caso López está impregnado por la impresentabilidad social de la sospecha. Atormenta, por ejemplo, el comportamiento de la familia. Algunos sostienen que, lejos de facilitar, la familia entorpece la investigación. Existe la presunción inconfesable, que los sujetos, involucrados directamente en el enigma, saben mucho más de lo que afirman. Contienen datos que justifican, en todo caso, la impertinente tranquilidad. La superstición del progresismo indica la falacia que no debe investigarse a la víctima. Tampoco a los familiares de la víctima. Sin embargo, desde antes que aparecieran las misteriosas llaves en el jardín, las sospechas no se podían simular. Imaginarse, entonces, después. Detrás de los involucrados, los seguidores, discretamente, se chocan. Pasó mediáticamente inadvertida cierta visita inexplicable, a las tres de la madrugada. De uno de los dos hijos de López, Rubén o Gustavo, justamente a la señora Nilda Ema Eloy. La solidaria ?sobreviviente de distintos campos de concentración?. Para retirarse, el visitante, a las tres y veinte. Para entender la magnitud del desconcierto, conste que se creyó que Jorge Julio López podía estar oculto, en el interior de la casa de la señora Eloy. Aparte, entre los investigadores de diversos ámbitos que se dedican, con competencia o no, suele coincidirse en dos datos fundamentales. Primero, la constatación de la frialdad, la severa distancia que los familiares le imponen a las organizaciones de derechos humanos. Segundo, el dato del vínculo, superador del margen del afecto, entre los dos sobrevivientes. La señora Eloy, y el señor López. Los que se conocieron, según testimonio de la sobreviviente, en 1998. Cuando J.J. López brindó también, a propósito del represor Echecolatz, un testimonio bastante lavadito, casi intrascendente, comparado con la ferocidad verbal del relato tribunalicio del 2006. Por lo tanto, al aprovechar una transitoria ausencia, efectivos combinados, de La Bonaerense y de La Federal, le ?hicieron? la casa, a la señora Eloy. Técnicamente el procedimiento se denomina ?penetración?. Fue en búsqueda de algún cuarto secreto, o un sótano que pudiera conducirlos al eventual escondite de López. Sin embargo los policías sólo encontraron empanadas. En la heladera. Y tenían hambre. Empanadas que, según nuestras fuentes, se comieron. La muerte inútil A pesar de la esperanzada parsimonia familiar, de cierto optimismo ministerial, crece la sensación amarga que a López lo mataron -si es que lo mataron- inútilmente. Secuelas indeseables de alguna operación precipitadamente innecesaria. Aunque resulte quebrantado el ego inconmensurable de Kirchner, el objetivo político pudo haber sido menor. Casi irrelevante. Consistía en terminar con Arslanián. Y, sobre todo, con la ambición de permanencia de Felipe Solá. Con mayor crueldad, de bajarlo a Solá se encargaría el Padre Piña. Cuarenta días después, en Misiones, y sin disparar un solo tiro. Con la armadura, en la camiseta, del San Miguel Arcángel. Y de lacerar despaciosamente a Arslanián ya se encarga, en todo caso, aparte del ingeniero Blumberg, el ministro del Interior. O el propio Presidente, que decide controlarlo a diario, con la potencia de los enchufes sofisticados de su servicio secreto. Mientras aguarda el momento indicado para reclamar el despido. Teoría del ?bardo? ?Bardo? viene de ?bardear?. Sinonimia explícita de truchear. Significa "bardo", en lunfardo clásico, contar algo falso. Bardear es montar algo trucho. Las manifestaciones complementan, con la emotividad militante, el juego perverso del bardeo. Habría que organizar manifestaciones. Pero contra tanto bardo. De pronto se descarta, en medio del bardeo, el paso de López, por la localidad de Atalaya. Al final, por Atalaya López nunca pasó. Miente el JorgeAsisDigital. Aunque abundaron testimonios iniciales de vecinos que lo vieron a López, aquel lunes 18 de septiembre, dirigirse hacia cierta casa situada detrás de una tranquera. Debe descalificarse también a los policías de Los Hornos. Los que se encargaban, en principio, de la investigación. Debe desacreditarse, sobre todo, a los conspirativos perros policiales. Y encerrarlos, a los perros, por falso testimonio. Porque olieron, un sábado, con la severa firmeza de los perros, determinado colchón, en una casa identificada. La casa, situada a cien metros de una tranquera, pertenece al funcionario municipal que afirma, en medio del bardeo, no conocer a López. El funcionario es protegido por la máxima jerarquía del municipio, Magdalena. Y por el imperio del silencio. Requerido por algún funcionario superior, que suele desgastarse en las tensas dependencias de la calle Balcarce, frente a la plaza enrejada. Insinuarlo de ningún modo significa lanzar salpicaduras. Es una manera de constatar la pasión por la reserva. La necesidad que de López no se hable. O se hable sólo para que prospere el equívoco del bardo. Asístese al juego de las sospechas cruzadas. Se desconfía del círculo familiar. En veladas fuentes tribunalicias, en tabicadas fuentes policiales. Entre los fragmentos del servicio secreto. Afirmarlo es escasamente elegante. Pero es cierto. En el Portal no se participa de operaciones oscuras ni se miente. Y el móvil del comunicador debe ser exclusivamente la verdad. Sea recalcado, mientras el cronista contempla la rutina de la lluvia, cuando cae el día. Entonces se indaga, con excesiva prudencia, acerca de los motivos de una separación, presuntamente artificial, de uno de los hijos. La querella doméstica legitimaba la presencia del hijo, en la casa, aquel 17 de septiembre. Cuando López, por propia decisión, partió. Hacia alguna parte, concientemente, López partió. El optimismo estremecedor surge a partir de ciertas interferencias de ?inteligencia?. Por la trascripción de entrecortados diálogos telefónicos, de familiares directos que sospechan que son escuchados. Se hurga, aparte, entre los deslizamientos del ?Compañero Consuegro?. Un ingeniero C. Con fuertes vinculaciones políticas en el espectro jerárquico del peronismo. Superan, sus contactos, la marca del despistado gobernador. También se investigan, según nuestras fuentes, los movimientos de cierta cuenta bancaria. En el BR, de La Plata, donde trabaja, a lo mejor, uno de los dos hijos. Contiene, para algunos, 300 mil pesos. Para otros, los más exagerados, 300 mil dólares. Abundan incluso los que sostienen que no hay una moneda. Que existió un programado interés por obtener dinerillos derivados de la indemnización moral. La desconfianza de los investigadores se instala, hasta los límites de obsesión. También, el desmesurado propósito que la desconfianza no trascienda. Crece el misterio a partir de la súbita aparición de las llaves, en el jardín de la casa de Los Hornos. Que no es, precisamente, por sus dimensiones, el jardín de Luxemburgo. Es saludablemente preferible coincidir con la máxima especialista, la señora de Carlotto. Sostener que la aparición de las llaves obedece a un ?mensaje mafioso?. De los hombres malos, los que pretenden impedir el avance de los juicios. O el bardo de las movilizaciones que se aguardan. A lo mejor, con suerte, las llaves representan la intención de demostrar que don Tito, o el señor López, sigue, aún, vivo. Que podrá aparecer pronto, mareado, como abombado, por cualquier parte, sin imaginar siquiera quién es. Aunque sean meras ficciones. La operación innecesaria salió mal. El objetivo trunco fue superado por la dinámica de los acontecimientos. Al poner punto final a esta crónica londinense, allá, entre los pastos de Buenos Aires, tal vez fantasean con encontrarlo, vivo o muerto, en la edificación, casi abandonada, de cierto campo para allanar. Pero no van a encontrar, según nuestras fuentes, ni siquiera empanadas.
Por Jorge Asís, JorgeAsisDigital.com