El tiento rojo de Felipe Solá y la genuflexión de la política
Si faltaba alguna otra confirmación, ésta, apareció ayer. El nuevo ministro de economía bonaerense, Carlos Fernández, es lisa y llanamente un cuasi interventor de la provincia de Buenos Aires; hecho que asegura la provisión de fondos federales a las malogradas finanzas provinciales, que padecen, desde hace mas de dos décadas, de un incorregible déficit estructural.
21 de Julio de 2010
Felipe Solá se rascó el tiento en forma soberana, mientras duró su estancia en el palacio de la calle 6 de la Ciudad de La Plata. Y esto hay que decirlo con todas las letras. Hoy, los hospitales sin gasas, las escuelas sin techo, la inseguridad que mata y la justicia atosigada, resultan ser las consecuencias visibles de su desgobierno.
Quizás pague, en sus últimos meses de mandato, con el bochorno de ser una figurita decorativa y sin gravitación de esta cuasi intervención federal. Quizá pague ese precio por haber sobreactuado su rol de súbdito a la espera de que "el Magnánimo", vuelva su vista por un momento, y apiadándose, lo rescate de un seguro ostracismo político que ya no es novedad.
Un poco de historia
Es cierto que Carlos Ruckauf dejó a Felipe Solá una provincia devastada. No es menos cierto que Carlos Ruckauf recibió a su vez la misma devastación de manos de Eduardo Duhalde; finalmente, los tres, son la continuidad de una misma filosofía de hacer la política: el charlatanaterismo. Siendo un conspicuo miembro del "Charlatanaterismo" no hace falta especializarse en nada, ni tomar siquiera las cosas en serio, basta con decir lo que la gente quiere escuchar, y apelar al cinismo cuando surgen problemas que, sin duda, el tiempo u alguien más, solucionarán. En todo caso, siempre existirá la posibilidad de culpar a algún otro.
La monumental extirpación de riqueza que significó la devaluación de 2002, prodigó a los fiscos provinciales de un diferencial de precios relativos que por un tiempo disfrazó las deficiencias estructurales de sus economías. El salario de los servidores públicos se redujo a una tercera parte, haciendo el resto la bonanza internacional y la inevitable reanimación económica luego de una debacle, hecho que responde más a las leyes de la "física económica" que al acierto de los funcionarios.
Diluído el diferencial de precios relativos (producto de la subvaluación monetaria), y no resueltos los problemas estructurales, aquellos déficits que dieron el golpe de gracia a la Administración De la Rúa, vuelven hoy con todo su esplendor, aunque con más saña y resentimiento anidado en la población.
Un federalismo que da risa
Néstor Kirchner tiene hoy el poder de decidir a cuál gobernador le irá mejor y a cuál peor. Y ministros como el de Educación Ciencia y Tecnología, Daniel Filmus, ejercen la impunidad delegada por su mandamás, al decretar con brocha gorda aumentos salariales, de manera tal que gobernadores como Felipe Solá no tienen otro camino que someterse a una encubierta intervención federal que los rescate de una mayor vergüenza.
Lo grave, si es lícito diferenciarlo, no consiste solamente en señalar cómo se ha desvirtuado nuestro federalismo; lo verdaderamente grave es saber que existen "Solás" dispuestos a resignar los poderes constitucionales delegados por el pueblo de las provincias, para salvarse a sí mismos, o mejorar en la escala de simpatía de quienes distribuyen cargos.
¿Y Daniel Scioli?
No está de más decir que Daniel Scioli comete enormes omisiones a la hora de leer la realidad de la provincia que aspira gobernar. Que esas omisiones lo ponen en igual condición de reverente impostor al decirse representante del pueblo de la Provincia de Buenos Aires. Que Daniel Scioli pone en un segundo plano, dentro de su estrategia política, las necesidades de la gente, ya que, en primer orden, ha puesto el cuidado de toda susceptibilidad política, ya sea en relación a su jefe, el Presidente Néstor Kirchner, o al árbol caído, Felipe Solá.
No hagan olas hasta octubre. ¡Por favor!
Mas de un conspicuo político quisiera despertarse hoy del día después de las elecciones. En el plano interno: la inflación, la inseguridad, la puja salarial, los déficit provinciales, la necesidad de mendigar fondos federales o provinciales, la paupérrima educación y la insana salud, la parálisis judicial y algún que otro bochorno internacional por venir. En el plano externo: todo un abanico de inestabilidades de orden financiero, económico y geopolítico que comienzan a tener sonados remezones y que pudieran quebrar el frágil equilibrio entre la recaudación y los subsidios y las prebendas.
Lamentablemente ningún político opositor conoce cómo funciona la maquina de producir olas.
Por Marcelo D. Ferrer, para El Ojo Digital