Club de Jacobinos
En vísperas de los fastos de otro 24 de Marzo.
21 de Julio de 2010
Tío Plinio querido:
Interpretación caricatural, de los compartimentos nada estancados de la actualidad.
Si se avanza, en los entresijos de la justicia, con la inquietante causa de Skanska, es necesario intensificar, de inmediato, con la emotividad de la causa Esma.
A la contundente inexpresividad de las coimas, hay que oponerle el dramatismo de los tormentos.
A medida que crece el escándalo de Infinity o Caliban, con la crisis de superproducción de facturas truchas, habrá que meter, mucha mayor presión, sobre la causa añeja del Primer Cuerpo.
La consigna pareciera ser: "Dignos, sí. Chorros, no".
Inversiones de riesgo
Los réditos, políticamente interminables, de la carnicería represiva del pasado, deben atenuar, tío Plinio querido, la corrupción estructural del presente.
Porque cabe el riesgo, altamente creciente, de quedar, en la circularidad postrera de la historia, como un gobierno delictivo. Con bolsones de latrocinios enfáticos.
Por lo tanto, resulta conveniente precipitar la imagen superior. El simulacro del gobierno revolucionario.
Es el turno de la acentuada sobreactuación. En la representación, inconvincentemente parcial, de la causa, conceptualmente adueñada, de los derechos humanos.
Con el corolario de los negocios indescifrables, para la facturación de indemnizaciones moralmente reiteradas.
Con la previsible adicionalidad de la consolidación pecuniaria.
También, muy pronto, tío Plinio querido, con la reparación monetaria para los exiliados.
Se impone, por lo tanto, la consecución del beneficio jurídico de la culpabilidad.
Para facilitar, al menos, las reparaciones financieras que arrecian, en previsible multitud encadenada.
Se explica entonces que la turbulencia del pasado aún ofrezca una caudalosa redituabilidad política. Significa también una alternativa de crecimiento económico.
La oportunidad de hacer algún negocio, también, con los horrores de los crímenes del pasado.
Debe evaluarse, en todo caso, que aún quedan inversiones de riesgo.
Se invirtió, y con magnífica intensidad, en los riesgos de la militancia de ayer.
Por lo tanto hay mucho que sacar, aún, del dolor situado en el fondo de la olla.
En la práctica, sin embargo, la problemática funciona, para el jacobinismo, como el manto ideal.
Sirve para el ocultamiento, al menos provisorio, tío Plinio querido, del Sistema Recaudatorio de Acumulación.
Comer los amagues
La sobreactuación resurge, invariablemente, en las vísperas de cada 24 de marzo.
En la habitualidad del envoltorio, los Jacobinos reproducen la recreación del amague. Que instigan a consumirlo, a la ciudadanía carente de orientación.
Al comerse el amague, por su parálisis conceptual, la sociedad debe aceptar, mansamente, las imposturas. Las sobreactuaciones escenográficas.
Caso contrario, cualquier disconforme puede ser masacrado como cultor del terrorismo de estado. Cómplice de la impunidad, confabulado con el genocidio y otras desgracias.
Sin alternativas teóricas de salvación, el amague, tío Plinio querido, debe digerirse. Pasa.
Para la fastuosidad del 24 de marzo del 2007, el Club de Jacobinos, conducido por Néstor Kirchner, elaboró la fuerte imperfección de otro amague. Amargamente alimenticio. Para digerirlo con brusca lentitud.
Trátase de la ofensiva, brutalmente desproporcionada, sobre la Cámara de Casación Penal.
Pero dirigida, especialmente, contra los camaristas sospechosamente cómplices.
Los condenados de la Sala Cuatro. La llamada Sala Militar.
La Cámara de Casación es, tío Plinio querido, para que le explique a tía Edelma, el Tribunal más importante del país, en materia de Derecho Penal. Unifica la jurisprudencia. Lo que dictamina, en sus sentencias, resulta obligatorio para los jueces inferiores.
Un Órgano de alta jerarquía. Superior a las Cámaras de Apelaciones. Inmediatamente inferior a la Corte Suprema de Justicia.
Sin embargo los Jacobinos del Club se llevan la Cámara, sin ningún problema, por delante. Con un fuerte jeringazo de presión mediática.
Total es gratis. Aquel que se oponga, que señale el menor atisbo crítico, es un partidario indirecto de la represión. Un propagador furtivo de la positividad filosófica de la tortura.
La división de poderes, en Argentina, sólo existe, tío Plinio querido, para constar en actas.
Es un exceso de la literatura de ciencia ficción. Un acto voluntarista de los alberdianos románticos que distaban de imaginar, en sus ensoñaciones, la construcción de un país básicamente berreta.
Hay que saborear el amague y aceptar otro atropello, escandalosamente vejatorio, de la independencia ficticia del Poder Judicial.
Indolencia que puede admitirse, apenas, a partir de la temerosidad ostensible de los colectivos de magistrados.
La ofensiva contra ?Casación? es impulsada, ineludiblemente, desde la prepotencia, absolutamente saciable, del Poder Ejecutivo.
A través de los aprietes, ferozmente indisimulados, del Presidente del Club de Jacobinos.
Porque Kirchner no vacila en reclamar, desde el Salón Blanco, a los jueces, para que "se pongan las pilas". Y se dejen de dilatar.
Es decir, para que se precipiten, disciplinadamente, tío Plinio querido, en cumplir sus órdenes de castigar a canilla libre. De ningún modo para que se dediquen a la faena racional de juzgar.
Si los jueces no castigan, en el tiempo y la forma exigible por la transitoriedad del Poder, Kirchner, mediante la acción de los Jacobinos que meritoriamente lo siguen, hará "tronar el escarmiento".
La ofensiva es aparatosamente instrumentada por los miembros misericordiosos del Club de Jacobinos. Mascarones incondicionales que se deslizan en la órbita del Poder Legislativo.
Por ejemplo, el diputado Kunkel. Trátase de un prekirchnerista de Florencio Varela. Un suburbano que se esfuerza, sin mayor suerte, por componer la temerosidad de Robespierre.
Y por la señora diputada Diana Conti. La Jacobina preside la sustancial Comisión de Acusación y Fusilamiento Disciplinario.
La mujer de Quique es un emblema del frepasismo extinguido. Que ahora aparece, saludablemente, como denunciadora. Y ya no, por fortuna, como denunciada. Por los tristes manoteos diezmales, tío Plinio querido. De los salarios de los subordinados.
La instrumental Jacobina emerge como antecedente, hasta hoy irreconocido, del legendario Borocotó. Estadista que se merece, en el desorden de esta Casa de Tolerancia, la magnitud del desagravio.
Clavelitos del 94
Kunkel y Conti, los dos neojacobinos del Club, supieron apoderarse, tío Plinio querido, a mediados de diciembre pasado, del gran fracaso estructural, más conocido como Consejo de la Magistratura.
Es, el pomposo Consejo, uno de los tres claveles rotundamente catastróficos que nos legara la Convención Constituyente de 1994.
De los peores regalitos griegos. Una herencia intelectual derivada de la inspiración litoraleña de Alfonsín, en Santa Fe.
A los efectos, carísimos, de legitimar la cotización de otros cuatro años de más para Carlitos.
Conjuntamente con la demencia lisérgica del clavel del Tercer Senador. Por la minoría.
Semejante muchedumbre parlamentaria convirtió, a la Asamblea Legislativa, en el amontonamiento de dos Cámaras de Diputados.
Una de plateístas, aún llamada el Senado.
Otra más masiva. Con características de tribuna popular. Para pasar el rato.
La Cámara de Diputados es, para la democracia, tío Plinio querido, lo que Mc Donalds es para la gastronomía.
En otra carta, aún menos conmovedora, se tratará, precisamente, la tercera catástrofe.
El mamarracho inviable de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Con Concejales que suelen inflar el abdomen del presupuesto. Aunque metamorfoseados, ambiciosamente, como Diputados por la Ciudad.
Ánimo porque faltan, aún, las elecciones en las 16 Comunas.
Habrá que especializarse, muy pronto, en la interna intensiva de Soldatti.
Gatillo fácil
Para terminar, la ofensiva representa una obscenidad ideal. Preparatoria para conmemorar el nuevo onomástico del golpe, que los imberbes tardíos ayudaron sustancialmente a generar.
Los Jacobinos de gatillo fácil apuntan contra la condenada Sala Cuatro de Casación. Porque los camaristas que distan de ser, paradójicamente, de castigo fácil.
Los Jacobinos pretenden, con la movida, jubilarlos indecorosamente.
Sobre todo al doctor Bisordi. Con quien mantienen cuentas pendientes, según nuestras fuentes, desde aquel juicio por el secuestro emblemático de los Born.
Trátase de un jurista enfocado, históricamente, por el influyente doctor Arslanián. Enfrentado ideológicamente con un prócer del derecho como el doctor Zaffaroni. Y persistentemente condecorado por Horacio Verbitsky, acaso el ideólogo principal del jacobinismo.
Y contra la sospechosa doctora Capolupo. Para colmo, de Durañona y Vedia.
Una magistrada gravemente desconfiable, por ser portadora sana de liberalismo.
Signada por la condición de viuda del inolvidable dirigente liberal.
El ?Gordo? Durañona debe irónicamente sonreír, con indignada altivez, desde el poker de la eternidad. Por el bochorno brutal de los Jacobinos ensoberbecidos.
Los Jacobinos que se vienen a degüello. Perseguidos por los fantasmas de su inconcebible debilidad.
Dígale a tía Edelma que, sólo de ser necesaria, irá una segunda parte. Y que hoy, por ser jueves, se cargue con el azul.
Jorge Asís Digital