SOCIEDAD: SIN RESPUESTAS DE PARTE DEL GOBIERNO NACIONAL

Picadas "mortales" e inseguridad vial, un problema que la dirigencia política no sabe enfrentar. El caso de Francisco Vrech y el homicida Guillermo Goñi

La Argentina de hoy se desangra como nunca, como consecuencia del fallecimiento por la vía de la muerte violenta en accidentes de tránsito, mayormente relacionados con las picadas "mortales". Mientras las decenas de miles de muertos en este rubro superan holgadamente a los desaparecidos de la dictadura, curiosamente el Gobierno Nacional sigue sin reaccionar. La muerte de Francisco Vrech en Vicente López, a manos del homicida Guillermo Goñi, reactivó la ira de la sociedad e incluso se produjeron cortes de calles en la localidad de zona norte. La insólita respuesta del responsable de seguridad vial de Vicente López, Juan Carlos Graino, al respecto de que "no se puede hacer nada".

21 de Julio de 2010
Efectivamente, las declaraciones de funcionarios inútiles de la talla de Juan Carlos Graino, director de tránsito de Vicente López, resume en pocas líneas, el desinterés de los políticos argentinos por la problemática de la seguridad vial. Al igual que en la tragedia de Cromañón, la política se hace eco de los problemas una vez que estos ya se han producido y cuando las muertes sopapean a los responsables con su innegable y escabrosa realidad. Hasta la fecha, ningún gobierno desde el retorno de la democracia se ha preocupado por encontrar soluciones al fenómeno. Los oportunistas de siempre dirán que es necesario "incrementar los controles", pero este prototipo de solución es igualmente inútil que aquella que pretende frenar la inseguridad con más policías en la calle. El número insoportable de víctimas relacionadas con accidentes de tránsito ha crecido exponencialmente, y la gravedad de este escenario no requiere de otra solución que la remoción inmediata de los contraventores de la calle. La desidia y el desinterés de los políticos -siempre preocupados por malversar fondos públicos- ha logrado que la Argentina siga sin contar con un registro único de contraventores o violadores de las leyes del tránsito. Un registro similar permitiría suspender la licencia a quien cruzare tres luces rojas, una tendencia que ya indica un absoluto desinterés por la vida por parte del conductor. Los colectiveros son los protagonistas clásicos de esta historia. Con la impunidad de siempre, continúan violando toda ley de tránsito habida y por haber, y casi siempre en connivencia con la Policía Federal, cuya costumbre de solicitar coimas ya ha hecho del cumplimiento de la ley, una tarea de segundo plano. Pues, hay que decirlo, hoy por hoy se ven miles de autos mal estacionados en las calles porteñas y no existe agente de policía que se ocupe de multar a sus dueños. Vehículos estacionados sobre la vereda o estorbando las rampas para personas con movilidad reducida son moneda común. ¿Y los "motoqueros"? Estos son, hoy peor que nunca, las peores lacras del tránsito. Muchos conducen abiertamente en estado de ebriedad o bajo la influencia de narcóticos. El por qué es sencillo de diagramar : necesitan cubrir recurrentes rutas cada día, y una ayuda extra les permite "cubrir la cuota". En ocasiones es normal ver a motoqueros que se violentan fácilmente y golpean a policías federales al ser detenidos. El desprecio por la vida ajena que acusa el motociclista porteño -especialmente los deliveries y los propietarios de motos de baja cilindrada- es acuciante. En jornadas con mucho tráfico, es normal ver que se movilizan por la mano contraria para adelantar a otros vehículos. Las motos, finalmente, están cercanamente relacionadas -en la mayoría de los casos- a cuestiones de inseguridad urbana -"motochorros"- e inseguridad vial. Hay demasiadas motos en el parque automotor y esto debería detenerse ahora mismo. La falta absoluta de responsabilidad de sus titulares impone la necesidad de incrementar los impuestos para quien las adquiera, a los efectos de desalentar su consumo. Un impuesto elevado, por ejemplo de un 100% sobre el precio final de la moto -como sucede en ciudades importantes del mundo como Tokio, Hong Kong y otras- sería un buen comienzo. El lector podría enterarse el día de mañana, que en ciudades como Tokio, por ejemplo, las motos con alto nivel de ruido en decibeles -como las que vemos aquí- tienen prohibida la circulación. La cuestión de las picadas excede a todo lo tratado hasta aquí. Recientemente se ha asistido a nuevas muertes, particularmente la del adolescente de 16 años Francisco Vrech, que ha provocado gran conmoción en Vicente López y que ha movilizado a aquella sociedad, que cortó Avenida Libertador a los efectos de reclamar por la inacción política a nivel nacional, particularmente de parte de la Administración Kirchner, que sigue haciendo oídos sordos al problema. El caso infortunado de Vrech ha colmado de furia a la opinión pública, particularmente luego de conocidas las declaraciones del homicida, Guillermo Goñi, al respecto de que "no iba corriendo una picada". Infortunadamente para él, se acercaron testigos a corroborar exactamente lo opuesto. Goñi ya estaba "saliéndose con la suya", esquivando la prisión gracias al accionar de su abogado, pero el juez de la causa reaccionó a tiempo y tomó la decisión de imponerle prisión preventiva y embargarlo. Para la decisión, el letrado se basó en que Goñi se esforzó por escapar de la escena luego de arrollar a Francisco Vrech, la víctima fatal de su apetito instintivo por la velocidad. Un operativo de la Policía Federal, a través del cual se alertó a otros móviles, lo detuvo a varias cuadras de allí. Es interesante la perspectiva que intentó utilizar el abogado del homicida : en su punto de vista, está bien atropellar personas a alta velocidad -factor que ya se comprobará- y luego darse a la fuga. En sus declaraciones, esto es lo que puede leerse en segundas líneas. No sorprende que la creatividad inigualable de muchos abogados argentinos hayan contribuído a poblar las calles de homicidas, barrabravas, y ahora, corredores de picadas callejeras, en vez de aportar lo suyo para que estos delincuentes enmienden sus vidas en algún penal de la nación. La única solución aceptable para la cuestión de las picadas es que la actividad sea pasible de penalizarse con prisión efectiva, aún cuando no hayan muertos como resultado. El inoperante y consumidor de recursos de los contribuyentes, el Congreso de la Nación, deberá comenzar a considerar que matar con un vehículo es idéntico a matar con un arma de fuego. El resultado, en cualquier caso, es el mismo. Los locales denominados de "tuning" o "tuneado" o puesta a punto de vehículos callejeros para hacerlos de competición, deberían ser prohibidos de la noche a la mañana. No es difícil hallarlos, pues una gran mayoría de ellos están localizados en la calle Warnes. Y muchos otros en la zona sur. Por su parte, un cuerpo especial de policías federales y provinciales debería ser creado, a los efectos de perseguir y cazar a los organizadores y corredores de picadas, sorprendiéndolos in situ. Al día de la fecha, la Administración Kirchner se ha esforzado notablemente en hacer crecer exponencialmente las estadísticas de inseguridad, paralelamente con la sensación de la gente de que es imposible vivir sin ser asaltado, secuestrado o robado. Ahora, el desinterés del gobierno del Presidente de la Nación se ha traducido también en un desprecio absoluto por las muertes que se cobra el tránsito irascible y primitivo de la Argentina. ¿Hizo algo el presente gobierno para mitigar el problema a nivel nacional? ¿Acaso promovió la creación de algún registro único para seguir a quienes violan las leyes del tránsito? ¿Se ocupó de promover campañas en pro de la educación vial? ¿Siquera ha contado las muertes que se produjeron en estos últimos cuatro años? ¿Habrá notado el Presidente que las muertes como consecuencia de accidentes nunca ha sido mayor en el país que durante su estadía? El gobierno no ha hecho absolutamente nada al respecto. Seguramente no lo hará ahora, y tampoco tomará iniciativas si la señora Cristina Fernández de Kirchner se alza con la Presidencia en octubre de este año. Seguiremos contando las historias de los desaparecidos de los años 70, pero en el futuro, nadie recordará a los fallecidos en accidentes de tránsito. ¿Será porque no dan rédito político alguno? Ud., Señor Presidente, ¿qué opina?
El Ojo Digital Sociedad