La Fuerza Aérea Argentina, una fuerza... sin aviones
Por motivos que casi siempre se relacionan con la desidia que caracteriza a los políticos argentinos, la Fuerza Aérea Argentina se encuentra en un estado calamitoso, con un presupuesto en franca decadencia, menos de dos docenas de aeronaves en operación, y bajo la sombra amenazante de los accidentes aéreos. El reciente deceso del Teniente Marcos Alberto Peretti en su Mirage III es solo una cara de la triste realidad de la defensa del espacio aéreo argentino.
En alguno de sus completos informes, la enciclopedia Jane destaca que la Fuerza Aérea Argentina fue la primera fuerza aérea de la América Latina que incorporó aeronaves de propulsión a chorro o jets de combate, los Gloster Meteor. La modernización encarada por el ex presidente Juan Domingo Perón colocó a la fuerza como una de las más modernas y disuasivas en todo el globo, en los ya lejanos años 40. No obstante, a partir del retorno de la poco prolífica democracia en el país, los aviadores argentinos comenzaron a ser testigos de una decadencia que hoy se asemeja a las naciones menos desarrolladas del mundo en materia aeronáutica.
Los políticos argentinos se han anotado el poco alentador record de más de 76 accidentes aéreos en los cuales numerosos militares perdieron la vida, como si la Guerra de las Malvinas no hubiera hecho suficiente daño a las reservas aéreas de la nación. A este respecto, el reciente fallecimiento del Teniente Marcos Peretti a bordo de su obsoleto Mirage III, puede, sin dudas, inscribirse en la lista negra de los muertos militares de la democracia, esa lista de la que nadie habla y que tanto parecen festejar ciertos referentes de la izquierda nacional. En poco tiempo se conocerá la novedad de que Peretti no falleció por impericia, sino que la fatalidad que lo envió al cementerio es consecuencia directa de la política de abandono de las Fuerzas Armadas por parte de sucesivas administraciones, un área en la cual el presente gobierno tampoco está exento de responsabilidad. A modo de severo llamado de atención, la muerte del joven teniente de escasos 28 años de edad tuvo lugar en momentos previos a la celebración de los 25 años del bautismo de fuego de la Fuerza Aérea, que se diera en ocasión de la Guerra de Malvinas en 1982. La Junta Investigadora de Accidentes de Aviación concluirá, seguramente, que el piloto no tuvo responsabilidad en el episodio, pero no sería extraño que la Ministra Nilda Garré llevara a cabo las presiones necesarias, a modo de hacer figurar piloto como en parte responsable del accidente. Con todo, tampoco sería justo echar leña al fuego de los responsables de la Administración Kirchner solamente. La larga cadena de equivocaciones y demostraciones de desidia se remonta a los tiempos de Raúl Alfonsín, que nada hizo por reponer el material perdido en las Islas Malvinas y que debió pagar un elevado precio por su desinterés. Así fue como, en 1984, la Argentina debió resignar ante Chile, la soberanía que ejercía sobre las islas Picton, Nueva y Lennox, con el conocimiento de que el país no ejercía la disuasión suficiente como para que los trasandinos -aún bajo la dictadura de Pinochet- no osaran hacerse cargo de una situación desfavorable, manu militari mediante.
Alfonsín no parece haber comprendido la máxima del general prusiano Von Clausewitz, al respecto de que "la guerra es la continuación de la política por otros medios". En pocas palabras, que la diplomacia no sirve de nada si no existe disuasión. En este triste capítulo de las relaciones exteriores argentinas, también cabe endosar el pesado lastre de la irresponsabilidad al ex canciller, Dante Caputo. Durante la Administración del ex presidente radical, las Fuerzas Armadas sufrieron el primero de una larga serie de violentos recortes presupuestarios. Esta inoperancia continuó durante la época menemista. Carlos Menem en su momento mostró un cuestionable orgullo a partir de la adquisición de 36 Skyhawks en su versión A4-M repotenciados, una aeronave que hoy un pequeñísimo grupo de naciones utilizan y que se ha convertido en obsoleta desde finales de la guerra de Vietnam. La noticia pareció favorable en un comienzo, pero pocos medios se encargaron de detallar las consecuencias de tal adquisición. A partir de la compra, Menem cedió la Fábrica Militar de Aviones de Córdoba a Lockheed Martin a un precio cuestionable. El objetivo de esta planta era repotenciar las aeronaves adquiridas y, en el futuro, desarrollar el interceptor F-16 para la Fuerza Aérea Argentina y para las fuerzas aéreas de las naciones limítrofes con la Argentina, como ser Chile o Brasil. El contrato jamás se cumplió, y de los 36 Skyhaws, menos de la mitad se encuentran operativos por problemas de repuestos. De hecho, muchos de ellos debieron ser "canibalizados", es decir, desarmados, para que sus partes permitieran volar a otras unidades que venían incluídas en el parque adquirido.
Hoy por hoy, nadie debe rasgarse las vestiduras ni escandalizarse, si se revela que una docena de estos Skyhawks se encuentran en estado operativo, acompañados de los viejos Mirage III y V que datan de finales de la década de 1970. Poco y nada queda ya de los famosos Super Etendard y los Finger israelíes -versión fabricada por Israeli Military Industries bajo el modelo del Mirage V-, de destacada tarea en el Atlántico Sur. Los Mirage a los que se hace referencia son los mismos que, desde hace un par de décadas, han comenzado a caer a tierra, casi siempre con sus pilotos dentro. Estos casi siempre sufren de problemas de eyección, también por lo obsoleto del material y por la falta de un presupuesto básico para mantenimiento. Con todo, el espíritu de los héroes del Atlántico Sur todavía parece acompañaar los últimos momentos de estos nuevos héroes, dado que generalmente toman una última decisión de dirigir su aeronave contra descampados, con el objetivo de evitar caer sobre civiles. Este es el caso de Peretti y de otros fallecidos en accidentes similares. Clama Ambito Financiero en su edición del día jueves 3 de mayo por que continúe la ayuda divina para que la nación no deba enfrentarse a conflicto armado alguno durante los próximos años, dado el estado lamentable de las fuerzas aéreas con que cuenta la Argentina. Y el clamor obedece a motivos fuertemente fundamentados. Los accidentes aéreos de aeronaves militares se producen con demasiada frecuencia en los últimos años. Otros dos Mirage cayeron a tierra en 2000 y 2004. En 2006, un Learjet 35 de la Fuerza Aérea Argentina cayó a tierra en el aeropuerto boliviano de El Alto, falleciendo sus 6 tripulantes. Los familiares de las víctimas reclamaron por los problemas presupuestarios de la fuerza, que se cobraron esas y otras muertes, pero los medios de comunicación hicieron caso omiso, y lo propio hizo el gobierno de Néstor Kirchner.
A la presente Administración debe reconocerse cierto interés por el desarrollo de hipótesis de conflicto futura que ameritan la renovación del equipamiento de las Fuerzas Armadas. Recientemente, se dieron a conocer estos planes de renovación, de cara a futuros conflictos con potencias extranjeras que vendrían a apoderarse de "los recursos naturales nacionales". Pero es de destacarse que, en el mencionado plan, no se ha considerado en forma alguna la renovación del estigmatizado parque de aeronaves de la Fuerza Aérea Argentina, cuestión fundamental si se quiere considerar seriamente a cualquier hipótesis de conflicto. Por otro lado, debe decirse que la revelación de estadísticas relacionadas con el número de aeronaves operativas con que cuenta la fuerza no constituye delito alguno ni traición a la Patria. Más bien al contrario, no revelar el estado paupérrimo del sector se acerca más a la desidia, al desinterés por la defensa del país. Aún más, constituye una falta absoluta de respeto por la vida humana. Lo breve del presente análisis no quita lo efectivo. Tal vez estas líneas sirvan de guía para la dirigencia política argentina, tan olvidadiza de sus fuerzas armadas y del rol importante que las caracteriza no solo de cara al presente, sino en presencia de un futuro que se insinúa peligroso para los intereses del país.
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.