La caída
EL DESCASCARAMIENTO (V): A Kirchner le cuesta aceptar que Macri lo empomó.
21 de Julio de 2010
Tío Plinio querido,
Aunque Kirchner se obstine, valientemente, en la abnegada faena de degradar la institución presidencial, no le queda otra alternativa que entregarle, a Macri, el artificio autónomo de Buenos Aires.
Aunque indague, con esmero, el diputado Kunkel, acerca de los remotos contratos, firmados en Morón, con Rousselot, aquel locutor injustamente olvidado.
Se asiste a la acumulación de datos inútiles. Notifican sobre terribles contrabandos, o imperdonables latrocinios del político programado que los venció.
Hurgan sobre las transferencias de Carlitos Tévez, de Beluschi, de Bobadilla. Brindan detalles precisos sobre irregularidades acerca de la construcción del palco. Aportan vulnerabilidades caracterológicas de sus tendencias amatorias. Averiguan sobre desaires producidos a mujeres sigilosamente despechadas.
Les cuesta resignarse, explicablemente, a los acelerados kirchneristas, al impotente esplendor, sin la menor grandeza, de la caída.
Tienen que relajarse y aceptar que ya lo tienen metido, a Macri, adentro.
Deben asumir, tío Plinio querido, simplemente que los empomaron.
Se asiste, en los altibajos de Buenos Aires, a un cambio ideológico de rumbo.
El simulacro revolucionario produjo una lerda excitación, en cuatro años de formulaciones.
La fantasía inmobiliaria del Museo de la Memoria parece haberse suplantado por un Shopping gigantesco.
Después de todo, tendrían que comportarse como dignos perdedores. Con altivez, en la caída.
Conformarse con la epopeya, altamente meritoria, de haber derrotado a un temible caudillo popular, territorialmente poderoso, como Telerman.
Y con haber desgarrado, en definitiva, el foulard de la señora Carrió.
Pueden disponerse, en definitiva, a disfrutar del segundo puesto. Por la condición de campeones morales.
La Unión Democrática
La cruzada antimacrista, tío Plinio querido, en los papeles funcionaba.
Podía ser, incluso, emotivamente movilizadora. Un ensayo de orquesta, preparatorio para la gran función triunfal de octubre.
Consistía en aglutinar, en torno del poderío conyugal, a la pesada divisoria del progresismo. Con propósitos sabiamente polarizadores. Contra la derecha. Infantilismo teórico que les permite instalar el equívoco. Y decidir que ellos, por ejemplo, representan la izquierda.
La construcción de una flamante Unión Democrática, pero a la inversa.
Contra el proyecto pernicioso de los neoliberales, portadores de epidemias extraordinarias.
Gracias a la Unión Democrática al revés, pudo juntarse, al fin y al cabo, a la invalorable potencia ética del Partido Humanista.
Y conquistar, por si no bastara, el favoritismo expreso del temple forjado en acero, Patricio Echegaray. El camarada líder del Partido de la Clase Obrera y del Pueblo.
Vanguardia, tío Plinio querido, del proletariado.
Sin contar los cuarenta partiditos, ni los cuantiosos referentes culturales del elenco estable, electoralmente decisivos, como León Greco, Victor Heredia, la señora Parodi.
Juntos, todos, son, en la caída, cada vez menos.
También, felicitaciones, pudieron lograr el precipitado encuadramiento que puede volcar los guarismos de la segunda vuelta. La señora Gabriela Cerruti, la Borocotona.
La complacencia perdida
La cruzada podía funcionar si Kirchner se aseguraba, previamente, tío Plinio querido, la continuidad de la indispensable complacencia.
Es decir, el tratamiento que los grandes medios supieron, hasta hace poco, dispensarle. Justamente hasta que comenzó el implacable proceso del descascaramiento.
La complacencia atenuaba la fantástica fragilidad de las paredes.
Para emprender la cruzada discriminatoria contra el neoliberalismo, Kirchner necesitaba un conjunto creíble de escuderos incuestionables.
Sin embargo, infortunadamente, el pobrecito se encuentra, de pronto, inhabilitado en el despegue. Por los antecedentes visibles de los impostores que conforman el disparate de su ejército.
Sobre todo por los antecedentes, testimonialmente impiadosos, de sí mismo.
Sin la complacencia alquilada, sin el ejército adecuado, la aventura maniqueísta de la cruzada se convierte, tío Plinio querido, en algo peor que una imposibilidad. En una tontería.
Porque los medios, los que antes admitían sin chistar la tergiversación de su biografía, en la plenitud del descascaramiento se atreven, sin decoro, a la tarea primitiva de desenmascararlo.
Entonces, las prepotencias seriales, las chiquilinadas que sirvieron oportunamente de pretexto para ?construir poder?, ahora rozan la frontera del ridículo.
Claves
De todos modos, a una semana de recibir la derrota más humillante, la estrategia de la confrontación resultó de cierta utilidad.
Para desviar, transitoriamente, el foco de la atención.
Porque hoy, los comentaristas, distraídos en bloque, se desvelan por interpretar las claves de la "campaña sucia" que se desvanece.
Gracias a la cruzada contra Macri, los divulgadores abandonaron, positivamente, el tratamiento intensivo de las ceremonias escandalosas de corrupción.
Ceremonias que pueden hacer del menemismo, comparativamente, un ejemplo de transparencia.
Dígale a tía Edelma que, según las cuentas de Oximoron, a esta altura la paliza es de 66 (con lo que significa de aterrador el número 6, ella sabe), a 31.
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Amuebladas,
por Oberdán Rocamora
Los glucolines del amoblamiento urbano presentan litigiosas dosis de sensibilidad política. En realidad, aparte de las tragamonedas y el barquito, hoy es el negocio que más interesa resolver en la polvareda de la transición municipal. Tal vez habrá que dejarlo, en el pedaleo, hasta el advenimiento del nuevo alcalde.
La ansiedad por los glucolines, del amoblamiento urbano, amenaza con entretenernos en las próximas semanas.
Trátase del negocio de los cartelones. La "amueblada" de la publicidad en la vía pública. Estructuras comunicacionales en refugios de colectivos, en inadvertidos bicicleteros, pantallas con lucecitas y bancos sin romanticismo.
Son glucolines explotados, en la actualidad, por cinco empresas que mantienen, desde hace cinco años, los contratos vencidos.
Tan vencidos, como el propio kirchnerismo de la capital.
Con sus respectivas adjudicaciones, la licitación suele postergarse de manera indefinida.
Se asiste al show interminable de las impugnaciones, efectuadas por los apasionados amobladores que se quedan afuera.
En Buenos Aires, por ejemplo, se perciben esquirlas de la prolongación de la pelea que viene, sin ir más lejos, desde Mendoza.
Entre las empresas Wall Street y la Sarmiento.
Es decir, prosigue el gran clásico entre los Albistur, padre e hijo, con los Terranova. El de las mil pantallitas interiormente iluminadas. A quien se le factura el sostén presunto del cartel de Manzano.
Mientras tanto, trata de terciar la medialuna ambiciosa de Viacart. Es la empresa vinculada, posiblemente, a Daniel Hadad.
Tiene su influencia también el grupete de la Siemens, Lesko y Trabacar, que explota la publicidad en más de cuatro mil cartelitos en las callecitas de tango.
Sin embargo, irrumpe la empresa más conveniente. Es la ascendente Spinazzola. La que mantiene avisitos en alrededor de mil quinientas paradas de colectivos.
Contiene, en su interior, Spinazzola, mayor atmósfera macrista que inquieta a los adversarios.
Es precisamente aquí donde el negocio de los 100 millones de dólares, por diez años, permanece estragado por los entuertos, aún irresueltos, de la política parroquial.
Por ejemplo, aún no trascendió el resultado adverso del informe de la rigurosa Auditora Scopesi. Especializada en el seguimiento publicitario.
La auditoría fue encargada, según nuestras fuentes, por el gobierno de la Actitud-Telerman.
A los efectos de examinar, minuciosamente, el servicio brindado por las empresas de los Albistur. Con el propósito, nada ambicioso, de captar las irregularidades preferenciales, entre sus recorridos selectivamente cartelísticos, que se detectaron en la última campaña.
El informe de la auditoría desembocó, según nuestras fuentes, en el despacho del Procurador, doctor Agustín Zbar.
En cualquier momento también podría trascender la indeseable existencia del dictamen negativo del Procurador. Que ya se encuentra en poder, según nuestras fuentes, de Terranova, el enemigo declarado del digno hijo de nuestro secretario de Estado.
Algunos especulan con que el dictamen puede dejar afuera de la carrera, sobre todo del negocio, al compañero Albistur. Aunque se encuentra habituado a mantener cierta histórica hegemonía, en el control inmemorial de la publicidad urbana.
Aparte, se teme que el dictamen del Procurador pueda ocasionarle un severo disgusto al jefe político Alberto Fernández, tan hipersensible como cotidianamente fumado. Conste que Fernández es el líder absoluto del peronismo de consorcio que camina, en cruzada, hacia otra derrota.
Jorge Asís Digital