Aníbal Fernández reconoce, implícitamente, la inacción del Gobierno Nacional frente a los piquetes. La pelea de la Casa Rosada con Mauricio Macri
Una pobre presentación llevó a cabo el Ministro de Justicia y Seguridad, Aníbal Fernández, a los efectos de intentar responder a las iniciativas macristas que frenarán las protestas callejeras y cortes de arterias. El ministro reconoció implícitamente que el Gobierno Nacional carece de políticas para enfrentar el problema, y que se prefiere "apostar al tiempo". En pocas palabras, la Administración Fernández Wilhelm prefiere que los porteños soporten los inconvenientes estoicamente.
21 de Julio de 2010
El Gobierno tiene una política" frente a los cortes de calles por parte de manifestantes y piqueteros, destacó Aníbal Fernández, Ministro de Justicia y Seguridad. Agregó también que "es más simple apostar al tiempo y no resolver las cosas a los palos". Sentencias contradictorias y graves si las hay, particularmente la segunda de ellas, dado que ahí mismo, reconoce Fernández que el Estado argentino en tiempos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández ha resignado el monopolio de la violencia para dejárselo a los violentos.
Porque, hablando claramente, todos los cortes de calles incluyen violencia, aunque los medios no lo mencionen. Interrumpir el tránsito ya involucra una actitud hostil y se condice con imponer el propio derecho por sobre el de los demás, y de la peor forma. El piquetero parece dirigirse al automovilista con la frase : "A mí no me importa que Ud. llegue tarde a un hospital, a su trabajo o donde sea. Yo tengo el derecho de interrumpir el tránsito cuando quiera, y de destruir su vehículo cuando se me antoje".
Numerosos casos se conocen en el país en que pacientes que eran trasladados en ambulancias fallecieron por culpa de piquetes. Pero, como es obvio, ni Raúl Castells ni Néstor Pitrola y otros cuestionables referentes "sociales" comentarán jamás sobre este tipo de noticias. Precisamente, los líderes piqueteros son especialistas a la hora de leer la realidad como ellos quieren. Destacó recientemente Alderete, frente a un medio televisivo, que "la mayoría de los porteños no aprueban el uso de la violencia para disolver un piquete". Seguramente, el "hombre fuerte" de la Corriente Clasista y Combativa interpreta que los ciudadanos de Buenos Aires se regocijan de alegría cuando se ven atascados en medio del furioso tránsito de la Capital.
Pero el periodismo tradicional también tropieza. Y con preocupante cadencia. Es curioso como los medios intentan posicionar la noticia frente a la sociedad : "Polémica decisión" es el titular con el que el canal de noticias TN refiere al tema de las futuras sanciones que tendrán aquellas personas que corten calles en la Ciudad. Cuando lo cierto es que, para los porteños -los primeros interesados- no existe polémica alguna : los cortes deben prevenirse; debe reprimírselos si es necesario, y aquí termina el tema. Oir las quejas de manifestantes luego de ser "agredidos" por la Policía constituye poco menos que un grotesco. Y, por supuesto, siempre tienen un micrófono cerca. En una inverosímil posición de víctimas se han colocado los manifestantes que reclaman ser ex empleados mal despedidos del casino de Puerto Madero, que ahora administra el socio y amigo del ex presidente Néstor Carlos Kirchner, Cristóbal López. No sin razón, Ambito Financiero se pregunta cómo es posible que la represión a los supuestos ex empleados del casino y que cortaron Ingeniero Huergo a la altura de la Autopista Buenos Aires-La Plata llegara tan rápido. El matutino adjudica la rapidez de la decisión gubernamental a partir de los intereses que tiene López en la sala de juegos y su estrecha relación con el poder. Otros investigadores, como Guillermo Cherasny -aunque este sea otro tema- acusan directamente a López de ser un testaferro del ex presidente, quien a su vez sería el verdadero dueño del juego en la Ciudad.
Frente al caso de los ex empleados del casino, se pregunta la ciudadanía con qué argumento una veintena de personas bloquea una vía tan importante de la Ciudad de Buenos Aires y por tanto tiempo. Más increíble aún es que el Gobierno Nacional apostara aproximadamente doscientos efectivos de Prefectura Naval -incluído el Grupo Albatros- para vigilar las acciones de los revoltosos.
Resulta también risible escuchar la explicación del Ministro Aníbal Fernández sobre la política oficial pues, por un lado, declara que el Gobierno "no avala" los cortes, pero a la vez, reconoce que "no los reprimirá" jamás. Y, desde luego, es difícil olvidar el accionar pasado del piquetero oficialista Luis D Elía, quien, con una impunidad pocas veces vista, bloqueó expendedoras de combustible de la petrolera Shell. El visto bueno del entonces gobierno de Néstor Kirchner para este proceder fue en su momento comprobado, muy a pesar de las desmentidas oficiales.
Se equivoca la Administración Fernández Wilhelm si cree que podrá continuar con la presente política de permisividad hacia los piquetes por cuatro años más. Porque el malhumor social finiquitará su presencia en la Casa Rosada desde mucho antes.
El Gobierno Nacional se reconoce, a partir de las dudas de Aníbal Fernández, pasivo frente al problema. Fuentes consultadas por cualquier medio identifican el nudo de la cuestión : Cristina Fernández Wilhelm -al igual que su marido en su momento- no desea tener que reprimir a grupos de manifestantes pues desconfía de las fuerzas policiales de choque y aún tiene muy fresco el recuerdo de lo sucedido con Fernando de la Rúa.
Mientras tanto, Mauricio Macri, flamante Jefe de Gobierno porteño, viene explotando en forma recurrente los espacios dejados por el kirchnerismo y sopapea a la Casa Rosada cuando le place. Lo hace cuando le da pelea a gremialistas conectados con el kirchnerismo en la Capital Federal y también ahora, enviando un refinado metamensaje a la sociedad porteña : "Yo no transitaré la senda de la inacción, como lo ha hecho Néstor Kirchner y ahora Cristina Fernández". En ese interín, la Presidente se encuentra a sí misma, afectada por la duda que persiste entre hacer y no hacer. En un acto de desesperación, ordena a Aníbal Fernández intentar esgrimir una respuesta oficial. Pero Fernández lo pasó decididamente mal en la conferencia de prensa. Nervioso y tartamudeando, se vio atado de pies y manos pues no podía insultar a Macri gratuitamente, como lo ha hecho incontables veces. Y el ministro solo se desenvuelve con comodidad en el cenagoso terreno de la confrontación y el insulto inteligente. El funcionario titubeó, no proporcionó respuestas claras y aclaró, inconscientemente, que el Gobierno Nacional no tiene ni las herramientas, ni la iniciativa ni el interés de hacer absolutamente nada. Reconoció Fernández que el actual gobierno prefiere "esperar" a que se disipen las vías ocupadas de la Ciudad. Reconoció que en la Casa Rosada prefieren que los porteños sigan pagando y sufriendo las consecuencias de los piquetes, no importa si se trata de cabezas rotas o vehículos incendiados.
Hay quienes han dicho que el kirchnerismo y la actual Presidente sienten tanta rabia a partir de los cachetazos electorales recibidos de parte de los porteños, que se ha convenido, secretamente, castigarlos con estudiado ninguneo. A quienes se inclinan por esta vía, razón parece no faltarles.
La única estrategia segura que el oficialismo aplica es la de intentar desestabilizar a Mauricio Macri, permitiendo el desmadre urbano por parte de piqueteros, trabajadores y manifestantes de toda forma y color. De esta forma, el Jefe de Gobierno se vería desbordado y sin el control de la Policía Federal para lidiar con la violencia. Cabe recordar que es el propio Aníbal Fernández quien controla a la fuerza. Pero este plan de acción política tiene patas cortas : a Macri le bastaría con decir que el Gobierno Nacional recomienda pasividad absoluta a los uniformados. Resultado : el disparo le saldría al gobierno por la culata.
Con todo, en el Gobierno no han podido recuperarse de la sorpresa macrista : el Jefe de Gobierno viene demostrando una cintura política admirable, que no estaba en los cálculos siquiera de los analistas más reputados. No hace mucho, los periodistas Joaquín Morales Solá y Eduardo van der Kooy se burlaban en forma recurrente del aparente amateurismo de Mauricio Macri.
En cualquier caso, la furia capitalina contra la ocupante de la Rosada y sus dignatarios continúa creciendo exponencialmente y, según cuenta la historia reciente, las manifestaciones que llevó adelante la clase media en diciembre de 2001 se "cargaron" un presidente. Los piqueteros solo se sumaron más tarde y se adjudicaron un crédito que no tenían.
La inflación, los cortes de luz, agua y ahora de calles son parte ahora de un cóctel peligroso y que es tema tabú en la Casa de Gobierno.
El reloj sigue corriendo...
Por Matias Ruiz, para El Ojo Digital Política