Actualidad Primaveral
"Y es que no debemos olvidarnos, ni por un instante, de que Nuestro Señor, nunca -ni en los momentos más difíciles de prueba y desaliento- cejó en su lucha y, a pesar de la fatiga y de la necesidad de alguna compensación, en ningún momento se le pasó por la cabeza la idea de abandonar el trono; todo lo contrario: a medida que aumentaban las adversidades y crecía la oposición, más atención dispensaba a la hora militar-policíaca, en el curso de la cual fortalecía la unidad del Imperio y el orden imprescindible", frase de Ryszard Kapuscinski.
21 de Julio de 2010
Si bien todos sabemos que mañana, lunes, comenzará nuevamente la primavera, los astrónomos han informado que, en verdad, entraremos en ella el martes por la tarde. Parece que la naturaleza y el calendario tiene una relación parecida a la del INDEC con la realidad.
La semana que terminó el viernes trajo consigo, en primera plana, el debate acerca del proyecto de Ley de Radiodifusión que el Ejecutivo envió al Congreso. Tanto se ha escrito sobre ello que ya hasta me parece superfluo hacerlo.
Sin embargo, creo que merece la pena hacer hincapié en dos aspectos, ambos fundamentales para el país.
El primero de ellos fue la sensación que tuvimos quienes, como yo, presenciaron por televisión esas casi catorce horas de ¿vida? de la Cámara de Diputados.
Esa asistencia -vale la pena destacar, en este momento tan particular, que sólo dos canales de cable permitieron que la ciudadanía pudiera acceder al recinto desde sus pantallas- hizo que la imagen que proyectaban los señores diputados, desde sus bancas y cuando estaban en ellas (cosa que raramente ocurrió) era de absoluta indiferencia respecto a lo que allí estaba ocurriendo.
Vimos legisladores dormidos, muchos hablando por celulares o formando corrillos para realizar comentarios graciosos, gente desparramada en sus poltronas, y poquísimos atentos a los discursos de sus colegas.
Si bien es cierto que, salvo en contadísimas excepciones, las intervenciones de nuestros representantes reflejaban la chatura general que reina en nuestra clase política, y la enorme incultura de muchos que llegaron a sus bancas tapados por sábanas partidarias que premian el aporte de votos o dinero, no es menos cierto que, ese día, se estaba discutiendo en la Cámara el futuro de la libertad de prensa en Argentina.
Estoy absolutamente convencido que el tema ameritaba un mayor respeto por parte de quienes dicen representarnos. Y subrayo "dicen" puesto que, si bien muchos de ellos fueron elegidos en años anteriores al 28 de junio, ello nos les debiera permitir ignorar qué quieren -y qué han dicho- sus representados en esa fecha.
Fervientemente espero que, en las próximas elecciones, cuando quiera que éstas se produzcan, sus respectivos votantes recuerden qué actitud tuvieron, en ese momento, los nunca bien ponderados Fabiana Ríos, Sapag, Das Neves, Binner y Pino Solanas, mediante las instrucciones que dieron a sus diputo-dependientes.
El otro tema que merece ser puesto en la vidriera de la historia argentina tiene que ver con la alteración del texto aprobado por los señores diputados en las comisiones respecto al que será elevado al Senado, puesto que fue el que, finalmente, fue votado.
Si lo que el viernes denunciaron las señoras Patricia Bullrich y Silvana Giudici resulta cierto, el tema reviste una gravedad institucional muchísimo mayor que el recordado diputrucho, aquél que, con su traste, permitió la sanción de una ley en épocas recientes.
Como digo, si esto fuera verdad, el oficialismo, en su apuro para dotarnos de una ley que reemplazara, finalmente, al "decreto-ley de la dictadura" (raro que no haya tenido esa prisa en los seis años que lleva en el poder) habría llegado a su tropelía mayor: la falsificación y el fraude. Deberá ser la Justicia quien lo investigue, ya que, si bien tiene vedado intervenir en los actos políticos de los demás poderes, puesto que éstos no son justiciables, sí está habilitada para verificar el cumplimiento de las leyes y reglamentos formales.
Pero, según aparece en innumerables e.mails que están circulando por la red, es probable que esta primavera llegue con algunas flores, parecidas, de algún modo, a las que produjeron el mayo francés del 68.
Hay dos convocatorias a "cacerolazos": la primera, para mañana, 21, a las 18:00, en la Plaza de los Dos Congresos; la segunda, en todo el país, para el sábado 26.
Es imprescindible que concurramos el lunes, a pesar de los miedos que pretenderán insuflarnos, y también que hagamos mucho ruido el sábado.
Todos ya sabemos cuánto miedo le tienen los Kirchner a los cacerolazos, cuánto sienten entonces que la situación se les escapa de las manos.
Y, en la medida en que está en juego el partido República vs chavismo, o libertad vs opresión, tenemos el enorme deber moral, por nosotros y por nuestros hijos y nietos, de decir ¡basta! ¡Los hemos dejado llegar hasta aquí por estúpidos, pero se acabó!
Hace unos días, en un reportaje radial, un periodista me preguntaba acerca de la razón a la que atribuía la falta de respuesta de la sociedad en su conjunto frente a los despóticos y criminales actos de don Néstor y su banda de ladrones.
Y, realmente, no tengo respuesta. Porque hemos tolerado el atropello a la Justicia mediante la modificación del Consejo de la Magistratura, y no reaccionamos. Porq ue hemos tolerado el robo de los fondos de Santa Cruz, y no reaccionamos, Porque hemos tolerado las coimas en el reparto de subsidios y en los sobreprecios de las obras públicas, y no reaccionamos. Y miles de etcéteras. Sin embargo, todos esos temas requieren alguna sofisticación del conocimiento.
Pero lo más asombroso es que tampoco reaccionamos frente al despojo y la confiscación de los ahorros privados en manos de las AFJPs, o ante el ocultamiento de las verdaderas cifras de la gripe A antes de las elecciones, o ante el hambre y la indigencia que campean en nuestro país. Y esos no son asuntos que requieran de un nivel cultural elevado para su comprensión.
Espero que el perfume de las cacerolas, anunciando la llegada de la primavera a la Argentina, nos despierte de este criminal letargo al que nos hemos dejado llevar.
Por el Dr. Enrique Guillermo Avogadro, para El Ojo Digital Política.
Por el Dr. Enrique Guillermo Avogadro, para El Ojo Digital Política