Ley de Medios K: el Congreso de la Nación hizo lo que se esperaba de él. El Grupo Clarín paga un precio elevado por su carencia de visión. La política se tomó revancha
El relato cuasifutbolero de lo acontecido el viernes en el recinto de la Cámara de Senadores de la Nación no deja de ser material para las masas desinformadas. Como telón de fondo, subyacen cuestiones macabras que solo pueden entenderse como una clara vendetta de parte de una dirigencia política corrupta, resentida por las revelaciones oportunas de sus desaguisados desde la pluma de un periodismo corporativo que muchas veces extorsiona para conseguir dineros y favores.
21 de Julio de 2010
Ese hábil estratega que -de cuando en cuando- se reencarna en la persona de Néstor Carlos Kirchner, ha cosechado un notable resultado en esta nueva Madre de todas las batallas. El mencionado llevó la pelea de los votos para la Ley de Medios fuera del espacio del Congreso de la Nación: la compra de voluntades se ejecutó lejos de los recintos, en la Quinta de Olivos. El esposo de Cristina Fernández demostró, una vez más, que domina y comprende los preceptos más elementales de la teoría del conflicto. Una máxima del teórico chino Sun Tzu, ampliada luego por el general prusiano Karl von Clausewitz: llevar al enemigo a pelear fuera de su terreno.
El recientemente derrotado Gobernador de Corrientes, don Arturo Colombi, se apareció por la residencia de zona norte, "invitado" por Kirchner para explorar los alcances de un acuerdo que le permitiera salir de la asfixia financiera de su provincia, a cambio de poner a su senadora Dora Sánchez al servicio de los intereses del oficialismo de cara a la votación. Novedad que ya no lo es tanto, pues ha sido oportunamente referida por los atribulados columnistas de la prensa tradicional quienes, a su vez, se basaron en informes de la prensa de la provincia litoraleña.
El mecanismo de cooptación en serie también terminó sumando al catamarqueño Ramón Saadi y al tucumano Carlos Salazar, de vínculos innegables con la familia del "represor" Antonio Bussi. Pero estos contactos no tenían el objetivo de desempatar en favor del kirchnerismo, sino que se tejieron en pos de incrementar las diferencias.
Para el momento en que se negociaban los votos de ciertos senadores del Interior, el partido ya estaba liquidado. El resultado se mostraría tan categórico como increíble: 44 senadores a favor contra 24 en disidencia.
En la madrugada del sábado, se conocía el resultado, y en las calles lindantes con el otrora honorable Congreso de la Nación, celebraban las hordas de Luis D Elía, grupos derechohumanistas, piqueteros y organizaciones sociales de piel dura afiliadas al oficialismo. En definitiva, las fuerzas de choque que -por la vía del terror y la amenaza- supieron brindar el apoyo logístico de rigor a esta suerte de neodictadura de corte fascistoide. Descripción que se corona con ajustada realidad a la respuesta de Aníbal Fernández ante las críticas de ADEPA sobre la Ley de Medios: Que digan lo que quieran. Aníbal es el fiel soldado de todas y cada una de las cruzadas de Néstor Kirchner. Pero, como todo combatiente, también se preocupa por construir su pequeño espacio de poder. Por estos días, no solo ha consolidado su control sobre las fuerzas de seguridad como Policía Federal y Gendarmería Nacional, sino que también se encuentra moviendo fichas para sustituir a los empleados de planta de la Jefatura de Gabinete de Ministros por los suyos propios. La desaparición de la web www.mejordemocracia.gov.ar cobra forma desde esta perspectiva. Ahora se propone finiquitar a la abogada Marta Oyhanarte de Sivak -a cargo de los proyectos para la transparencia en la información pública-, para insertar en su lugar a referentes de su propia tropa.
Ahora bien; la espinosa cuestión del debate sobre la Ley de Medios oficialista no ha sabido plantearse como lo que es en esencia. En rigor, jamás se ha tratado de un combate entre las fuerzas del bien y los partidarios de Satanás y sus legiones demoníacas. Lo correcto es acuñar la frase del filósofo Juan Pablo Varsky, en el sentido de que la presente es una lucha "entre Frankenstein y Drácula". Aunque él se refería puntualmente a la batalla por las transmisiones y los derechos del balompié local, en este escenario encaja perfectamente aquella cruda analogía.
De poco le ha servido al Grupo Clarín de Ernestina Herrera de Noble, Héctor Magnetto y Jorge Rendo plantarse ante una omnubilada opinión pública como los paladines de la libertad de expresión que se defienden de un hambriento y sanguinolento ogro que va a por todas. Aunque el periodismo tiene la obligación de afirmarse corporativamente para defender el atropello que representa la nueva Ley de Medios, lo cierto es que Clarín deberá hacerse completo cargo de sus trágicos errores del pasado. El multimedio se ha preocupado oportunamente de defender -y durante demasiado tiempo- a aquellos que hoy se empecinan en saquearlo. En su momento, Clarín apoyó sin dudas ni miramientos los proyectos de Carlos Saúl Menem, Fernando de la Rúa y funcionarios de segunda línea como Juan Pablo Cafiero ("Juampi" era la manera en que se lo citaba en los titulares) y Graciela Fernández Meijide (comprometida en malversación de fondos en el pasado no tan reciente).
El "Gran diario argentino" también hizo su esfuerzo para vender a la ciudadanía los falsos atributos propagandísticos de una corrupta defensa de los "derechos humanos", espacio politizado que también fue derrotado el 28 de junio a nivel nacional (aunque muchos prefieran negarlo). Difícil es, para cualquier imperio mediático, privilegiar los intereses nacionales por sobre el interés económico. Ello está bien claro. Los Kirchner se han aprovechado de este frágil talón de Aquiles del multimedio de Herrera de Noble a la hora de plantear los términos de la batalla. A la postre, resultó que la sociedad no le cree a Clarín, y -consecuentemente- los referentes de la oposición no ven con tan malos ojos que el imperio pierda cuotas de poder de cara al futuro.
Existen algunos -unos pocos- que comprenden que el futuro del país no es sustentable si el pensamiento único parte en imparables oleadas desde las páginas de un solo matutino, atrincherado también desde señales de televisión y un puñado de radios.
En todo caso, ciertos políticos opositores consideran, en privado, que hay que aprovechar la iniciativa K de humillar a Clarín, para luego ir por su ideólogo y ejecutor. Sin Kirchner y sin la omnipotencia de un multimedio en franca caída, desarrollar un esquema de gobierno se volvería una empresa con menos obstáculos. No habría, en tal caso, periodistas autoproclamados invencibles y soberbios o empresarios de los medios que salgan a pedir dineros o licuación de deudas y contraprestarlos con apoyo político desde primeras planas o titulares electrónicos. A esto se refería Néstor Kirchner puntualmente cuando insinuó que la misma oposición debería agradecerle por destruir al conglomerado mediático de Magnetto y compañía.
Corresponde encumbrar al estudioso Jorge Asís por aquella frase que supo colgar en su sitio web hace ya unos meses, en relación a la pelea Clarín-Gobierno: lo mejor para la Argentina sería que pierdan los dos. Jorge Fontevecchia se preguntaba lo mismo desde sus últimas e imperdibles columnas en Perfil.com, preguntándose incluso por la hipocresía del multimedio. Palabras más, palabras menos, Fontevecchia resumía: ¿cómo es que ahora, Clarín pretende que lo defiendan aquellos políticos hoy opositores que en su momento fueron blanco de sus titulares?
Todo lo cual lleva a plantearse una hipótesis que pocos podrán negar. Existe la fundamentada presunción de que la clase política -oficialista y opositora- ha acordado, puertas adentro, firmar la partida de defunción del "gran multimedio argentino" por todas las veces que ese periodismo le ha escupido el asado. Es cierto que el status moral y ético de Clarín sería hoy diferente si en el pasado se hubiera posicionado desde los cimientos de una mayor honestidad, y sin acordar por debajo de la mesa, a la hora de intentar hundir a ciertos personajes de la dirigencia del pasado reciente de la Argentina.
La política se ha tomado revancha y el Congreso de la Nación ha hecho lo que se esperaba de él, respondiendo con ese clásico desinterés por la agenda nacional y ciudadana.
Mientras asistimos a estos grises episodios mediáticos con una descarnada resignación, los argentinos deberemos seguir tolerando la existencia de legisladores que ingresan decenas de miles de pesos mensuales (sin contar los "extras" por levantar la mano), y que todavía no saben hacia dónde correr a la hora de justificar su existencia.
Yerra groseramente el senador mendocino Ernesto Sanz cuando menciona -una vez conocidos los resultados de la votación del viernes- que la ciudadanía "tendrá que hacerse cargo" de lo sucedido. Sepa este hombre que la sociedad a la que responsabiliza ha respondido con su voto ante cada acto comicial, y eso es, ni más ni menos, lo que se espera de ella. Si hoy se viera forzada a intervenir como verdaderamente correspondiera, ello equivaldría a acopiar su bronca y a hacer uso efectivo de ella contra las instituciones de la Nación que la han defraudado y que tanto daño le ha inflingido.
Tal vez -dirán muchos-, el Congreso, cabeza visible de la corporación política corrupta del país, debiera encabezar la lista de objetivos.
Por Matías Ruiz, para El Ojo Digital Política.
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Por Matias Ruiz, para El Ojo Digital Política