La estrategia que diseña Eduardo Duhalde para detener a Néstor Kirchner. El Gobierno, temeroso de que se conozca más sobre la "Mafia de Medicamentos"
No es novedad que los círculos duhaldistas se han activado. La prueba está dada por las recientes apariciones públicas del hombre de San Vicente, en las que llama -ya no tan solapadamente- a destruir a Kirchner para rehacerse del control de un Partido Justicialista usurpado.
21 de Julio de 2010
Algo debe tener el peronismo de distintas vertientes -ya se trate de su versión oficialista como de la mal llamada "disidente"-, como para que los medios más influyentes del país se deban ocupar de sus sucedáneos en forma periódica.
El detalle no es menor. En el corazón de las ardientes bambalinas del peronismo, se cocinan por estas horas, estrategias y aceitadas tramas que conmueven a la comunidad política de la Argentina. Un polo -el que controla el gobierno- resiste; el otro -la "disidencia" comienza a reunir a la tropa y se prepara para la embestida, que promete será definitiva-.
Para el ávido consumidor de las novedades políticas de los medios, la cuestión no es tan sencilla como para descartar de plano los reportes, bajo esa forma peyorativa con la que el electorado independiente reafirma la imagen negativa que tiene del "pejotismo".
Existe una ciudadanía atribulada que pone el foco de su atención en las variables macroeconómicas o la problemática de la falta de seguridad pero, en razón de los eventos por venir, se vuelve necesario prestar atención a las pujas del poder dentro del partido que -de un modo u otro- tendrá peso a la hora de configurar los planes maestros para la Argentina del 2011 en adelante.
Baste decir que el duhaldismo ha venido siguiendo muy de cerca los últimos episodios político-sociales, y su principal referente ha completado su nutrida agenda de encuentros y recorrido de los principales distritos electorales, con una andanada de declaraciones que resultan jugosas para todo analista político habido y por haber.
En este esquema, Eduardo Duhalde se ha animado a salirle a Néstor Carlos Kirchner con "los tapones de punta" en sus recientes apariciones públicas. Lo hizo primero entre propios, y más tarde frente a ajenos, intentando aguijonear sanamente a los espacios no peronistas para que comprendan la esencia del englobante moncloísta y la necesidad de consolidar un "acuerdo patriótico nacional". Con la prerrogativa de hacerse nuevamente del control del peronismo, usurpado -en su visión- por un kirchnerismo insaciable de poder y que carece de los códigos más elementales.
Secreto a voces: Eduardo Duhalde reniega de cualquier iniciativa personalista que pueda interpretarse como el endiosamiento del referente. Es por ello que ha recurrido a Gerónimo "Momo" Venegas -jefe de las 62 Organizaciones Peronistas-, con quien ha dado forma a la Confederación de Agrupaciones Peronistas. Lo hizo no solo a los efectos de que aquellas sean su vaso comunicante sino también para que, desde allí, se proceda con el primer paso de la táctica, esto es, reconstituir a esa militancia peronista que ha venido siendo bastardeada y vilipendiada sistemáticamente desde los albores de 2003.
"Recuperar el peronismo para reconstruir a la Argentina", es el slogan intrapublicitario que revela hacia afuera el inclaudicable objetivo de echar a Kirchner y sus acólitos a empellones del comando del PJ.
Recurrir a la militancia vieja y renovada (englobando a todos aquellos que se habían ilusionado el 28 de junio pero que luego quedaráin, invariablemente, desorientados y sin brújula) para partir desde allí podría sonar a verdad de perogrullo, pero no lo es. Porque, si la estrategia está bien planteada pero los aspectos tácticos fallasen, la faena podría terminar en un peligroso cul de sac: un lóbrego callejón sin salida.
En esos términos se han expresado algunos de los players principales de "Las 62". Como lo resumiría oportunamente Jorge Pirotta -cercano a Gerónimo Venegas y engranaje fundamental de la organización-: el kirchnerismo ha destruído la esencia del peronismo originario, formulándolo erróneamente desde arriba hacia abajo. Dicho de otro modo, se ha recurrido a un principio equivocado, de base personalista, en donde se prescinde abiertamente del militante y de la llegada del Partido a la sociedad, para terminar encumbrando a los referentes.
La declaración no es casual. Esta remite directamente al proceso de aprendizaje que han sabido incorporar Eduardo Duhalde, el propio Venegas y el "peronismo anti K", sobre cuyas bases se revaloriza la visión sistémica de lo que será el nuevo PJ: una estructura celular, reconstruída desde lo particular para luego dar forma a lo general.
Llegado el momento -y con el esfuerzo conjuntado de todos los participantes- las autoridades seleccionarán por vía de internas a sus candidatos para las Presidenciales. Comicios que, a la luz de los informes más recientes, el gobierno federal optaría por anticipar para mediados de 2011. La posibilidad tiene relación directa con el temor del propio Néstor Carlos Kirchner de que los gobernadores que hoy le son aliados se jueguen a separar los comicios locales de los nacionales, para despegarse de su siniestra y diabólica influencia.
Ahora bien, ¿cómo harán Duhalde y los suyos para no verse tentados de recurrir a los antiguos sistemas de concentración y ordenamiento de militantes, que ya han fracasado? Resultó ser que, mientras Kirchner y sus allegados se aprendían a Maquiavelo de memoria (habiéndose quedado en los capítulos que motivaban al gobernante a recurrir al miedo para controlar), el de San Vicente se pasó noches en vela estudiando los postulados de los teóricos de la guerra. Duhalde y sus cercanos han coincidido en que ha llegado la hora de proponerle al kirchnerismo una suerte de "guerra de guerrillas".
No son estas las horas para presentar un ejército convencional; ha llegado el momento de plantear una guerra asimétrica. ¿Los motivos? Las estructuras "disidentes" no están en posibilidad de librar batallas frontalmente, por su estado de atomización y porque nadie tiene herramientas ciento por ciento confiables de cara al soborno y los dineros oficiales. Hay bibliografía periodística abundante sobre el tema: basta repasar los titulares más recientes que reportan los modos poco elegantes con que el kirchnerismo se ha embolsado a senadores, diputados y hasta gobernadores con demasiado dulce de leche en sus panqueques.
La propuesta de Eduardo Duhalde parte por dejar de encolumnar a la militancia a la manera tradicional, esto es, con cabezas visibles que puedan ser compradas. La táctica empleada consiste en que la militancia se organice en miles de "miniagrupaciones" a las cuales el oficialismo resulte imposible alcanzar por la vía de la adquisición vil.
Porque hay consenso entre Duhalde y "Las 62" a la hora de caracterizar al kirchnerismo como una fuerza que carece de capacidad de construir, pero que se reserva aún incontables alternativas para destruir todo lo que toca. En este marco, se comprende cómo Kirchner pretende unificar elecciones nacionales y provinciales para 2011. Persigue el fin de que gobernadores e intendentes vuelvan a inmolarse por su persona, como ya sucedió con las legislativas del próximo-pasado junio 28. Y, al parecer, sus futuras víctimas han comenzado a dar muestras de que entendieron el mensaje; por eso es que tratan de deshacer el nudo por la vía del desdoblamiento.
Desde luego, en el nuevo escenario guerrillero que proponen los duhaldistas, se vuelve necesario también implementar una suerte de reempadronamiento de los afiliados al Partido -la última gran base de datos data de 1983-. El objetivo de esta nueva confección de padrones no está tan oculto: consiste en depurar la estructura de aquellos malos elementos que pudieren desempeñarse como "dobles agentes" o que, simplemente, se afilien por una cuestión de básica conveniencia. Pasará mucho tiempo para que los que no se "reafilien" aquí, vuelvan a tener una oportunidad.
De cualquier forma, el duhaldismo y sus mal llamados disidentes todavía deben enfrentarse al problema que configuran los "mandapartes" de siempre, que por estas horas recorren distritos de la provincia de Buenos Aires dando órdenes y acomodando a la militancia bajo el pretexto de que "el Negro me lo ha encargado a mí personalmente". Es por esto que se ha recurrido a la registración por escrito de miniagrupaciones: en esta etapa, comenzará la primera depuración de los elementos disruptores del partido.
En todo este proceso, el feedback se torna valioso. El duhaldismo se ha topado con viejos militantes, furiosos con los tejes y manejes de los operadores de siempre. En este punto, don Alfredo Atanasoff parece ser la figura sobre la que apuntan todos los dardos. Críticas no menos fuertes llueven como ácido sobre operadores puntuales de PRO que en su oportunidad le vendieron a Francisco De Narváez que ganó sin ayuda del peronismo de la provincia (Gustavo Ferrari, apuntan algunos). De todas maneras, todo indica que "el Colorado" y "el muchacho de la Capital" pasarán a la historia próximamente. ¿Podría decirse lo mismo de PRO?
Mientras tanto, Venegas y Duhalde toman nota de las propuestas de una militancia renovada pero con credenciales y frondoso currículum vitae, para la cual sería sano deshacerse de la conceptualidad de la vieja "Unidad Básica". Es la creencia de cierto espectro de la militancia que aquellas deberían reconvertirse a una suerte de "centros participativos" en donde el dirigente del futuro se construya desde las bases, tomando contacto directo con el ciudadano y sus problemas reales. En esta fase, abundan ideas y planeamiento con fuerte sustento educativo: que el ciudadano necesitado se acerque a los centros pero que no para recibir órdenes y un adoctrinamiento forzoso, con el asistencialismo como única contraprestación. Por el contrario, la idea es que las personas que se acerquen reciban oportunidades y capacitación para determinados oficios y menesteres. El "Peronismo del Siglo XXI" deberá reconvertir su approach hacia la ciudadanía, a los efectos de simbiotizar de una manera efectiva -mas no efectista-, en medio de un trabajo sincero y ejecutado a largo plazo. Lo que, para muchos, contribuirá a la larga a perforar la problemática de la pobreza educativa y la arquitectura que es, en gran parte, responsable de la violencia y la falta de seguridad para la ciudadanía en su conjunto.
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En última instancia, los peronistas originarios que rebosan bronca contra el personalismo y los malos modos de un prepotente Néstor Kirchner han terminado por darle la razón a viejos zorros de la talla de Alberto Lestelle -ex secretario de Estado en tiempos de Carlos Menem y hombre cercano a Duhalde en la actualidad-. El mensaje coincidía con la necesidad de tener paciencia: no era necesario darle al kirchnerismo un empujón para dejar vacante el poder; se caería solo con el tiempo.
El mensaje bien puede haber dado en la tecla, de la mano de los últimos acontecimientos que se circunscriben a la "Mafia de los Medicamentos". La instantánea de un Juan José Zanola esposado y camino a prisión es la punta del iceberg que promete más novedades relativas a personajes clave del kirchnerismo que verán idéntico final. El llamado "Triple Crimen" de General Rodríguez podría redundar en peligrosas derivaciones que echarán luz sobre los más tenebrosos aspectos, relativos al financiamiento de la campaña electoral para la Presidencia de Cristina Fernández de Kirchner. Policial interminable que, por momentos, le abre las puertas a una posible versión de mani pulite criolla.
Periodistas de la talla de Christian Sanz, del Tribuna de Periodistas, han hilado una trama bastante medulosa en la que estaría cerca de corroborarse que poderosos narcotraficantes extranjeros estarían detrás de los dineros que ayudaron a Cristina Fernández a alcanzar el sillón de Rivadavia. Forza y sus compañeros en la fosa común habrían sido, ni más ni menos, los hombres elegidos para blanquear esas contribuciones.
En medio del cenagal, no solo tiembla el matrimonio presidencial, sino un puñado de influyentes gremialistas -entre los que figura el propio Hugo Moyano-. Porque el ventilador no solo ha salpicado a "la Bancaria": todos los gremios, según se dice, recurrían a la oferta de medicamentos que provenía de aquel prolífico mercado negro. La estrategia de muchos abogados defensores se volverá en extremo predecible. Pretenderán hacer zafar a sus clientes bajo la premisa de que ellos no sabían que los remedios eran adulterados.
De momento, la causa ha comprometido a los peones del juego pero, más tarde o más temprano -y si el juez Norberto Oyarbide continúa por el camino correcto-, el espanto alcanzará a los "alfiles". Ya ha caído detenida la viuda de Sebastián Forza, Solange Bellone. La mujer, al momento de llegar al sitio en donde se había hallado el cadáver de su marido y sus asociados, estalló en lágrimas y aprovechó una elevada exposición mediática para victimizarse. Pero a ningún agudo observador se le pudo escapar que la señora vivió cómodamente, y por mucho tiempo, de los beneficios que le reportaban los intolerables ingresos provenientes de la actividad de su marido. Imposible que no tuviera idea de su procedencia.
Como corolario a las horrendas noticias que el oficialismo está recibiendo de parte del trabajo judicial de Oyarbide, la magistrada federal María Romilda Servini de Cubría podría, de súbito, encontrarse en una situación donde no le quede otro camino que dar nuevo impulso a las ásperas cuestiónes del enriquecimiento ilícito del matrimonio presidencial y el incremento inverosímil de su patrimonio en tiempo récord.
Estos factores, sumados al descontrol callejero con el que colaboran resentidos piqueteros anti K, y a la problemática incendiaria de la "inseguridad", ya están poniendo al oficialismo en jaque.
El Mate lo podría dar la oposición en el Congreso de la Nación, si así se lo propusiera, removiendo a los legisladores de Kirchner de las comisiones de interés en las Cámaras. Algo debe estar saliéndole muy mal al gobierno, especialmente si se presta la debida atención a las recientes declaraciones del líder de la bancada oficialista en Diputados, Agustín Rossi, que ha pasado de la extrema confianza a la incontinencia verbal, cuando amenaza con "salir a vetar todo". Vuelven las frases de rigor que informan sobre un supuesto "estado de ánimo destituyente".
Parece, entonces, que Alberto Lestelle tenía razón.
Solo era cuestión de paciencia.
Por Matias Ruiz, para El Ojo Digital Política.
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Por Matias Ruiz, para El Ojo Digital Política