Renuncia Marta Oyhanarte, pero su complicidad con el kirchnerismo se perfila incontestable
Reza un antiguo dicho que es imposible pretender "quedar bien con Dios y con el Diablo". Tras renunciar a su puesto en el área de "transparencia democrática", Marta Oyhanarte inició una campaña de victimización ante los medios y la opinión pública, pero difícilmente pueda esconderse de su obvia complicidad con una forma de hacer política que, poco a poco, va acercándose a su cadalso.
Desde el martes primero de diciembre, reportaron los medios de prensa que la Abogada Marta Oyhanarte había renunciado a su cargo en la Subsecretaría para la Reforma Institucional y Fortalecimiento de la Democracia. A la novedad de la renuncia le siguió inmediatamente el trillado accionar de autovictimización del que siempre suelen echar mano aquellos funcionarios (tardíamente) descontentos. Oyhanarte primero inculpó sin tapujos al Jefe de Gabinete Aníbal Fernández por su decisión. Basó su alejamiento en el acoso y el entorpecimiento que su área venía acusando desde el comando del Premier Aníbal, especialmente a partir de las intervenciones reiteradas de Silvina Zabala.
La mencionada es, desde hace tiempo, secretaria privada de Fernández y las voces que conversan periódicamente con El Ojo Digital reportaron que también es amante part time del Ministro. Sin profundizar sobre este detalle, el periodista de Diario Clarín Nicolás Wiñazki, invirtió algunos renglones reveladores sobre "la otra mujer" en la breve pero nutrida minicolumna que mantiene en la edición electrónica del medio. A estas alturas, muchos se preguntan por qué la salida de Marta Oyhanarte debería interesar a alguien. Después de todo, el área en que se desempeñaba no revestía interés general alguno, ni tampoco se ha caracterizado por alterar demasiado el sufrido estilo de vida de los ciudadanos.
No obstante, la novedad se circunscribe a la interminable serie de defecciones -al menos las que toman estado público- que viene anotándose el kirchnerismo. Los periódicos de mayor renombre intentaron convencer a la letrada para que profundice sobre los inconvenientes que la forzaron a renunciar, pero esta se llamó inmediatamente a silencio pues conoce al dedillo la capacidad de demolición que el gobierno mantiene sobre aquellos que se autoseparan y que "hablan demasiado". En una serie de laberínticos conceptos, Oyhanarte alcanzó a revelar que se retiró en función del tiempo precioso que Aníbal venía invirtiendo en entorpecer sus objetivos en la subsecretaría. La espada de Damocles pendía desde un hilo cada vez más delgado sobre la cabeza de la protagonista de esta noticia, especialmente desde la huída del gobierno de Alberto Fernández -su ex jefe político quien, dicho sea de paso, se encuentra muy comprometido en el devenir de la causa por la "Mafia de los Medicamentos"-. Con todo, Marta Oyhanarte yerra groseramente. Tarde se ha percatado de que su labor quedaba reducida al papeleo administrativo y una absurda justificación de presupuestos, bajo el paraguas del matrimonio Kirchner. Alguien con deficiencias de comportamiento peores que las de una persona ingenua hubiera podido pensar que la democracia podía fortalecerse desde el seno de la gestión de los patagónicos.
El trabajo de Oyhanarte más bien estaba llamado a ser un pálido intento de relaciones públicas de parte de una Administración corrupta. Tal como las compañías petroleras que derraman toneladas de crudo y contaminan un área por cientos de años, pero que -en simultáneo- invierten un puñado de dólares en obras de caridad con el fin de cubrir las apariencias. Por ende, hace su ingreso la variable necesaria de la complicidad. Mucho más cuando cualquiera con acceso a su currículum vitae termina de corroborar que la señora "estuvo en todas". Militó con el radicalismo de Raúl Alfonsín, luego formó parte de la Alianza delarruísta y hasta se convirtió en seguidora imperturbable de Domingo Felipe Cavallo, para terminar sumando un puesto político en los albores de la Administración Kirchner, allá por 2003.
Los malos interpretadores de siempre supondrán que debe agradecerle su ingreso a la política al secuestro y homicidio de su ex marido, el empresario Osvaldo Sivak, en 1985. Y será complejo refutarles. Oyhanarte se montó al escenario mediático posterior al deceso de su ex esposo para comenzar a desarrollarse dentro del espectro de los organismos de derechos humanos, cuyos objetivos hoy se conocen claramente y cuya reputación ha quedado en extremo devaluada ante la opinión pública. En el proceso, configuró la estructura del malogrado Poder Ciudadano, con Moreno Ocampo; con él, terminaría manteniendo luchas intestinas por el control de aquel organismo que jamás ha servido de mucho. Sus apariciones de última hora en los medios, de poco servirán para convencer a la ciudadanía con su discurso tan abundante en desacuerdos frente a la manera en que este gobierno ninguneó a su área de trabajo y a las "libertades democráticas". Desgraciadamente para la Abogada, ocurre que, no solo han transcurrido demasiados años desde 2003 -más que suficientes para percatarse de a qué tipo de individuos respondía-, sino que la política en su conjunto conocía de antemano y a la perfección los vicios que el matrimonio presidencial venía arrastrando desde su deleznable faena al frente de los destinos de la provincia de Santa Cruz.
Irremediablemente, Marta Oyhanarte deberá hacerse cargo de este, su tardío despertar. Pues ella -al igual que Alberto Fernández, Gustavo Béliz y tantos otros que desfilaron por el kirchnerismo y luego abandonaron el juego- también destila una complicidad ineludible de cara al actual esquema de desmanejos en materia democrática. El objetivo de la presente columna no es otro que servir de refresh a la opinión pública para que, a partir de 2011, ni a los radicales ni a ningún otro espacio que tenga chances reales de ser gobierno se le ocurra volver a convocar a esta señora. Justamente, por el bien del "fortalecimiento democrático". Para ella y para muchos otros, ya se ha hecho demasiado tarde. Y sucede que la ciudadanía no es tan permisiva como cierta dirigencia miope presupone.
Por Ricardo White, para El Ojo Digital Política.