Malvinas: Bautismos de Fuego
"8 y 23 de la mañana: ¡se repite el ataque contra Puerto Argentino!". La voz de Nicolás Kasanzew pugnaba por hacerse oír en medio de la sinfonía del averno que se había convertido la mañana de aquel sábado 1 de mayo de 1982.
21 de Julio de 2010
Anteriormente, a las 4:45, un avión Avro Vulcan había intentado sin éxito inutilizar la pista y ahora le tocaba el turno a los Sea Harrier de la Royal Navy. Era la primera vez que dicha aeronave probaba el plomo y el fuego en una zarabanda sangrienta. Así también los conscriptos argentinos, personal de cuadros oficiales y suboficiales, antes de que despuntara ese día del Trabajo tan atípico, se vieron inmersos en la cruel realidad de una guerra convencional.
Pero a pesar de la excesiva confianza del agresor británico, creyente erróneo de una arrugada contraria, muy a su pesar cayó en la cuenta de que el adversario no sólo presentaría pelea, sino que lo haría muy bien. Pues la artillería antiaérea argentina les haría pagar muy cara la osadía de un raid a baja altura, con un saldo de dos atacantes abatidos. En dicha filmación, se oye muy claro una voz que anuncia el paso de un misil Roland en pos del desesperado Sea Harrier que intenta sin éxito eludirlo: "El de ahí es nuestro, eh. El de ahí es nuestro. Ahí pasó, ahí pasó".
Al atardecer de ese día, le tocaría el turno a la Fuerza Aérea argentina de contragolpear. Tres aviones Dagger, componentes de la escuadrilla Torno, atacaron con misiles y fuego de ametralladoras a las fragatas Tipo 21 HMS Antrim, Glamorgan, Arrow, Exeter y Alacrity.
La sorpresa es total, tanto que el comandante de la Task Force, el almirante Woodward, abandona su tradicional optimismo para llamarse a un prudente silencio. Mientras que en Londres acusan recibo de la reacción argentina, emitiendo comunicados que niegan tajantemente las pérdidas recibidas y cavilando asestar algún golpe artero. Y este no tardaría en llegar.
La pérfida Albión
"También durante la tarde, entre quince y veinte generales de división y brigada se reunieron informalmente en la base de Campo de Mayo en las cercanías de Buenos Aires para tratar sobre el empeoramiento de la situación. El general Llamil Reston ?quien sería ministro del Interior cuando el general Reynaldo Bignone reemplazó a Galtieri- actuaba como presidente de la asamblea. La recomendación que formularon fue que la Argentina debía negociar y evitar a toda costa la guerra abierta. Algunos de los generales de división que asistieron a la reunión se trasladaron después a Buenos Aires para participar de un encuentro de más alto nivel en el Estado Mayor del Ejército en el edifico Libertador de Paseo Colón. El general de división José Antonio Vaquero, jefe del Estado Mayor del Ejército, presidió la conversación en que intervinieron diez de los doce generales de división", según narra el libro El hundimiento del Belgrano, de Arthur Gavshon y Desmond Rice.
Por lo visto acá, en el continente ya el alto mando quería arreglar la cuestión como sea, rifando la sangre de los recientes caídos en defensa del archipiélago: "Alrededor de las 20.30 hrs, el general Vaquero convocó a una reunión de nivel aun más alto en el vecino edificio del Estado Mayor Conjunto en Paseo Colón al 200. Allí estaba Galtieri con Basilio Lami Dozo, comandante en jefe de la Fuerza Aérea. Los informes difieren en cuanto sí asistió también el jefe de la Marina, Anaya. Vaquero resumió así para Galtieri las recomendaciones de las dos reuniones anteriores: "No queremos guerra abierta". Galtieri, impresionado también él por los ataques del día, no hizo objeciones. Después de todo, eran esos mismos generales, ayudados por Anaya, quienes lo habían instalado en el poder hacía apenas cuatro meses. La Fuerza Aérea estaba tan inclinada a negociar como los generales, dado que Lami Dozo nunca fue un entusiasta de la toma de las Malvinas.
Estos encuentros de los generales fueron particularmente importantes en dos sentidos. Primero, reforzaban la creciente desgana de Galtieri por irse las manos con los ingleses. Segundo, ha declarado en la Cámara de los Comunes el representante laborista Tam Dalyell que el 1 de mayo de 1982 la inteligencia de Estados Unidos había penetrado todos los niveles de los comandos militares argentinos.
Todo cuanto sucedió en las reuniones de generales de ese día debe haberse sabido de inmediato en Washington, que a su vez mantenía informadas a las autoridades británicas.
América del Sur, entonces como ahora, es "el patio trasero de la CIA. Salvo que hubiera perdido todo control en ella, esa noche o a más tardar a la mañana siguiente, los consejeros de Mrs. Thatcher debieron conocer que existía un fuerte movimiento a favor de una paz negociada en los más altos escalones de la conducción argentina", continúa el citado libro publicado en 1984 por la editorial Emecé.
Como se vio en un reciente análisis, esa faceta negociadora de la Junta militar argentina fue terreno propicio para la propuesta de paz que el peruano Belaúnde Terry les enviaría esa misma noche del casi terminado sábado 1°:
"1. Inmediato cese del fuego.
2. Retiro simultáneo y mutuo de las fuerzas.
3. Tres partes gobernarán las islas interinamente.
4. Los dos gobiernos reconocerán la existencia de puntos de vista en conflicto a propósito de las islas.
5. Ambos gobiernos reconocerán la necesidad de tomar en cuenta las opiniones e intereses de los isleños en vista de una solución definitiva.
6. El grupo de contacto que iniciará inmediatamente las negociaciones para implementar este acuerdo lo integran Brasil, Perú, Alemania Occidental y los EEUU.
7. Deberá hallarse una solución definitiva antes del 30 de abril de 1983 bajo la garantía del grupo de contacto."
Evaluada la misma por el gabinete argentino, se aceptó a excepción de una diferencia acerca de una palabra. Esta era irremediablemente la no similitud entre deseos y aspiraciones de los isleños. Tanto fue el entusiasmo, que Costa Méndez cuando abandonó la Casa Rosada a las 13 hrs, dijo a los periodistas que lo aguardaban afuera: "Estamos al borde de un acuerdo. La diferencia versa sólo sobre una palabra".
Pero enterada de esto, Mrs. Thatcher vio amenazado su futuro político y decidió enviar al fondo del mar al crucero ARA General Belgrano que navegaba fuera de la zona de exclusión rumbo a su base, y con ello naufraga toda posibilidad de arreglo mediante negociaciones diplomáticas.
A las 16 horas de ese domingo 2 de mayo, 323 marinos son el luctuoso saldo de esa maniobra artera. Este domingo 2, cuando se cumplen 28 años, honremos sus memorias.
Por Fernando Paolella, para El Ojo Digital Sociedad.
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Por Fernando Paolella -Tribuna de Periodistas-, para El Ojo Digital Sociedad