RFID: el microchip en el pasaporte y la pérdida de las libertades individuales. Los delitos del futuro
Los argentinos que hayan tramitado su doble ciudadanía en consulados extranjeros celebran la obtención de sus nuevos pasaportes biométricos, pero las tecnologías detrás de este logro personal presentan un panorama desalentador, y en ocasiones, tenebroso. Reflexiones e implicancias en relación a un avance técnico que dará espacio a importantes debates en las próximas décadas.
21 de Julio de 2010
Para muchos connacionales, uno de los momentos más felices de sus vidas bien puede coincidir con la obtención del tan deseado pasaporte europeo o "comunitario", para referirlo en lenguaje más coloquial.
Sin importar se trate de un pasaporte español, italiano o polaco, el nuevo dueño de ciudadanía y ahora pasaporte ya puede pensar en su "plan B", por si las cosas empeoran en la Argentina y llega la hora de hacer las valijas. Europa no transita por su mejor momento, pero la crisis del Viejo Continente termina resultando envidiable para millones de argentinos, cuando se comparan realidades.
Pero existe un detalle que a no pocos se les ha escapado. Estados Unidos se decidió a exigir a todos los visitantes extranjeros la portación de pasaportes biométricos; de otro modo, a aquellos les sería exigido el visado correspondiente. La decisión fue llevada adelante por la Administración Bush, poco tiempo después de ese punto de inflexión que significaron los ataques "terroristas" del 9-11. Europa y la Gran Bretaña le seguirían luego, en 2006. Para fines de 2008, las estadísticas reflejan que más de cien millones de pasaportes con información biométrica ya han sido emitidos, y se encuentran ahora en manos de sus nuevos dueños.
El cerco se estrecha: aquellas personas cuyo pasaporte se corresponde con series anteriores deberán, más tarde o más temprano, descartarlo y tramitar el nuevo. La nueva documentación, para no entrar en términos rigurosamente técnicos, incluye la inserción de un microchip en la cubierta que, dicho sea de paso, es un poco más sólida que en los viejos pasaportes.
Esta tecnología está basada en los chips RFID, siglas que remiten al inglés Radio Frequency Identification. Cada microchip RFID consta de dos partes principales: una, en la forma de un circuito integrado, con funciones para el almacenaje y procesamiento de información -con modulación y demodulación de radiofrecuencia (RF)-; la segunda es una antena, que sirve al obvio rol de recepción y transmisión de señales.
Por cierto que no se trata de tecnología nueva. El concepto hace años viene utilizándose para evitar el robo de productos, como ser el caso de libros, que poseen en su cara interna un adhesivo delgado con información específica, pero que además alerta -alarma mediante- al cruzar los infrarrojos localizados en la entrada al sitio. En simultáneo, también se utiliza en los Estados Unidos de América para el control del ganado y su correspondiente tracking o seguimiento vía satélite.
Y, valga la ironía: del ganado, el uso ahora se hace extensivo a los seres humanos, dándose inicio al almacenamiento de información personal en los microchips insertos en pasaportes. En los nuevos documentos biométricos, tanto la fotografía como las huellas digitales del portador son almacenados en la memoria del circuito. En poco tiempo más, se le incorporarán detalles en relación a la validez del visado y otros.
Desde luego que los ataques de Nueva York han servido como argumento para la implantación de esta nueva política de uso de tecnología. De tal suerte que, y dentro de no muchos años, aquellas personas que no cuenten con este tipo de documentación podrían ser catalogadas (en forma automática) como sospechosos. O bien serán ingresados en una nueva categoría: individuos que se encuentran "fuera del sistema".
La "novedad" no hubiera atraído la atención de organismos que defienden las libertades individuales en Europa y en los Estados Unidos, sino fuera porque ya se encuentra en estudio y aplicación el diseño de un nuevo chip que puede implantarse en la muñeca de su portador. En el caso americano, la miniaturización no ha conllevado necesariamente una pérdida de espacio para almacenamiento, por cuanto quien porte uno de estos chips puede ahora llevar consigo su información de identidad, huellas dactilares, números de seguro social, pasaporte y tarjetas de crédito. El seguimiento de potenciales terroristas o activistas violentos termina exhibiendo un costado más oscuro, esto es, el tracking a futuro de todas las personas con circuito RFID implantado en su muñeca.
En lo que a documentación para viajeros se refiere, los chips RFID han sido promocionados en base a su seguridad y al hecho de que aquellas naciones que adopten este estándar, en poco tiempo podrán ser incluídos en el programa americano denominado Visa Waiver Program, que refiere a países a cuyos ciudadanos no se les exige visado para trasladarse a América del Norte.
Aunque parezca extraño, aún pocos observan la importancia de la noticia. Se trata, ni más ni menos, de un ingreso a empellones por la puerta que conduce al futuro, tal cual lo han mostrado incontables películas del subgénero de la ciencia ficción en su oportunidad.
Un escenario en el que toda la población de un país contenga microchips RFID implantados no solo ampliará el espectro para un potencial monitoreo de ubicación, hábitos de consumo, etc. También conllevará el necesario surgimiento de dos nuevas categorías de criminales: los primeros, tecnológicamente educados (y que podrían pertenecer o prestar servicios a una suerte de nueva clase dominante), se ocuparán del robo de identidades y del dinero electrónico almacenado en los circuitos personales. Una segunda categoría bien podría dedicarse a extraer los chips por la fuerza a sus víctimas, cuando no operen seccionando el miembro del portador para luego extraer la unidad y venderla a los individuos situados en el primer grupo. Una tercera clasificación de personas podría proporcionar el servicio de remoción de chips en forma clandestina (suponiendo que carecer del dispositivo sea declarado ilegal), para aquellos que deseen evitar ser monitoreados.
Con todo, un paralelo de nueva realidad delincuencial ya se presenta hoy día, mediante la intercepción de señales entre computadoras portátiles o smart phones como iPhones o Blackberries. Es lo que se ha dado en llamar man-in-the-middle-attack (ataque de hombre en el medio), y presupone que un tercero puede interceptar las comunicaciones entre dos personas que utilicen un punto de Internet inalámbrica, para luego usufructuar la información obtenida. En Estados Unidos, el robo de identidades desde correo electrónico ya constituye un grave problema, e incluso está penado por ley. La variante man-in-the-middle no sería el único concepto novedoso que cobra forma a partir de las nuevas problemáticas. Otros tantos se irán sumando, a medida que se progrese con el reparto e implantación de circuitos a escala global. De esta manera, los avances de la cibernética abren el juego para que sociólogos y psicólogos comiencen a expandir el desarrollo de su literatura y ámbitos de estudio.
En lo que respecta a los pasaportes, distintos estudios llevados a cabo por piratas informáticos -hoy profesionales al servicio de firmas- han demostrado que los documentos pueden ser escaneados sin inconvenientes, hasta en un rango de diez metros de distancia. En función de este dato, las autoridades competentes en distintos países decidieron añadirle una fina capa de metal a la cubierta de los pasaportes, para dificultar su lectura (pues, en las aduanas, son scanners los que captan la información del visitantes). De todas maneras, cuando el documento es abierto, ahí vuelve a ser pasible de escaneado inconsulto.
Se ha reportado que los viajeros solo abren su pasaporte al llegar al punto de control en un aeropuerto, pero lo cierto es que el documento es utilizado, cuando menos, en una variada gama de situaciones, como ser, en un restaurante, en un hotel, o al adquirir tal o cual producto en una tienda determinada. Estos espacios son los que representan un riesgo de proporciones. Otros analistas informáticos han logrado probar que la información provista por los chips en los pasaportes puede ser clonada, para luego insertarse en documentación apócrifa. Quien más se ha referido a esta espinosa temática ha sido el experto en criptografía Bruce Schneier en su blog personal.
Es innegable que, detrás de la iniciativa, podrían ocultarse importantes negocios a nivel mundial, dado que las compañías que se dedican a este tipo de tecnología son contadas. Por otra parte, hay quienes ponen énfasis en el aspecto de control social inherente a los chips. Por caso, el programa COINTELPRO -Counterintelligence Program, dirigido por el FBI estadounidense- podría servirse de esta tecnología para localizar y eliminar a militantes políticos, como ya lo ha hecho en el pasado.
Por Matías Ruiz, para El Ojo Digital Sociedad-Tecnología.
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Por Matías Ruiz, para El Ojo Digital Sociedad - Tecnología