INTERNACIONALES: POR MATIAS RUIZ, PARA EL OJO DIGITAL

Presidenta en off-side: la prensa internacional no se enteró de su cruce con Nicolas Sarközy

Cristina Fernández venía fustigando a los periodistas que "inventaron" el affaire de la diplomacia paralela con la República Bolivariana de Venezuela pero, a la vez, se preocupó de construir una telenovela casera, en función de un aparente cruce con el premier galo, Nicolas Sarközy.

21 de Julio de 2010
La Presidente Cristina Fernández de Kirchner se ha disparado en el pie -otra vez-, al mejor estilo de los practicantes amateurs que se movilizan en hordas por los clubes de tiro. Si acaso la Casa Rosada pretendía esforzarse para que la prensa nacional dejara de lado el tratamiento detallado de la inoperancia con que la Administración Kirchner comanda las relaciones de la Argentina con el mundo, la primera mandataria se ha ocupado de enviar al basurero sus propios esfuerzos. En esta oportunidad, la esposa de Néstor Carlos Kirchner invirtió un buen rato en un pálido intento por volver a atraer la atención. Tanto ella como su marido han copiado los malos modos del venezolano Hugo Chávez, quien aprovecha su presencia en foros internacionales para montar algún berretín verbal que le pueda acercar alguna cotizada primera plana. Cristina lo hizo, magnificando un supuesto cruce de palabras con el presidente francés Nicolas Sarközy, quien -siempre de acuerdo a la presidente argentina- le reprochó a la señora cierto grado de desnudez conceptual en lo que tiene que ver con el funcionamiento de la Comunidad Europea puertas adentro y los vaivenes del otrora supereuro. Se trate de bajezas o telenovela, se sabe que los Kirchner recurren a cualquier recurso con tal de acaparar algo de esa atención que se les niega. El problema es que los medios argentinos le creen. Y le dan el gusto, publicando sus arranques de histrionismo a todo color. Acaso el reproche del premier galo haya existido pero -a la luz de los informes-, este no debió pasar a mayores. Sucede que Nicolas tiene la mala fortuna de que Cristina se encuentra en un momento político ciertamente delicado, y es su costumbre aferrarse a vacuas nimiedades con tal de recuperar algo de oxígeno. No hubiera constituído sorpresa que la platense devenida en santacruceña aprovechara el cónclave del G-20 para montar alguna opereta para distraer a los desprevenidos lectores de los periódicos argentinos. Nuevamente, Cristina Fernández Wilhelm hizo de las suyas, pretendiendo brindar lecciones o recetas a los referentes políticos de las naciones del primer mundo en el Viejo Continente. El error de Nicolas Paul Stéphane Sarközy de Nagy-Bocsa -tal su nombre completo- ha consistido, ni más ni menos, en otorgarle a Cristina la entidad que no le corresponde ni merece. Aunque más no fuera durante un momento de distensión, ya que los presidentes se encaminaban a sus habitaciones de hotel para disfrutar de las incidencias del mundial de balompié. Porque Cristina Kirchner sufre de la enfermedad del protagonismo: todos y cada uno de sus actos se orientan hacia la consecución del mismo, a cualquier precio. Y vaya si no es grave que un Presidente de la Nación cargue con esa disfunción psicológica: esta patología se encuentra bastante emparentada con los rasgos que edifican la personalidad del psicópata. Cristina Fernández -no es novedad- tiene tanta idea del funcionamiento de las naciones en el mundo, como Néstor Carlos Kirchner la tiene de macro y microeconomía. O como la que tenemos Usted o yo de neutrinos y la danza de las partículas subatómicas. Desconoce nuestra Presidente las cuestiones más elementales que hacen a la crisis económica europea -no ya americana, pues Estados Unidos ha sabido capear el temporal-. Yerra tristemente cuando intenta diagnosticar los escenarios de crisis globales porque ignora que la problemática del Euro conlleva una estrecha relación con la denominada crisis subprime que saltó de la sartén de Wall Street para llegar a Europa, convirtiéndola en un horno. Desconoce fundamentalmente la primera mandataria argentina el rol que juegan las reservas que la República Popular China conserva en Euros, y cómo podría incidir en los circuitos financieros del planeta el hecho de que los orientales se decidieran -de la noche a la mañana- liquidar esa porción de ahorro nacional para subirse al caballo de otra moneda, sea el dólar o el yuan. Por sobre todo -y yendo a un análisis más profundo-, la señora "K" peca de gruesa soberbia cuando pretende refutarle a Sarközy que los franceses no tienen idea de las presiones externas en perjuicio de políticas monetarias nacionales porque los galos "no acumulan pesos argentinos", mientras que ella -desde su Banco Central, que aparentemente le "pertenece"- sí acumula Euros. Cuando lo cierto es que la primera institución financiera parisina claramente no tiene interés en acopiar pesos argentinos, dado que tampoco observa mayores intenciones en apilar guaraníes paraguayos. Patéticamente, Cristina Kirchner pretende aguijonear al presidente francés a partir de una triste tautología retórica; una verdad de perogrullo fundamentada en el capricho. En cualquier caso, el epítome de la ignorancia de la esposa de Néstor Carlos reside, precisamente, en el crudo desconocimiento que exhibe de su propia personalidad: ignora Cristina Fernández su propio estado de absoluta ignorancia. Peor aún: la reciente llegada de Héctor Timerman al Gabinete lo obliga a dar pruebas acabadas de fidelidad para con sus capangas. Al menos, eso es lo que él cree. Este factor ha llevado al flamante Canciller a cometer su primer y más reprochable error, esto es, seguirle la corriente a las necesidades mediáticas de Cristina, colaborando en la magnificación ante los medios del entredicho con el rimbombante pero sagaz líder francés. Tal vez, a sabiendas de que había tropezado, la Presidente de la Nación optó por no revelar detalles de la conversación que mantuvo con Sarközy -ante preguntas realizadas por un periodista de La Nación-. Su lacónica, entrecortada respuesta fue: "¿Quieren chismes?". Cuando, en realidad, fue ella la que tiró del gatillo de la construcción chimentera, amplificando un diálogo de segundos con un líder extranjero. Subida ya al carro del error, observó Fernández para sus adentros que, si acaso optaba por describir los vaivenes del intercambio de palabras, ello hubiera motivado la correspondiente desmentida de la aguda diplomacia francesa. Mejor, entonces, olvidar el asunto. En medio de la telenovela francoargentina, la mujer de Néstor Kirchner dejó pasar un detalle, ciertamente no menor: la prensa internacional -unos cuantos años luz más avanzada que su versión argentina- ni siquiera tomó nota del tema. Usted no encontrará detalle de lo sucedido en Le Figaro, Le Monde ni en cualquier otra publicación gala. Por otro lado, el único medio con titulares en inglés que se ocupó de la cuestión fue el porteñísimo Buenos Aires Herald... citando fuentes de Prensa de la Casa Rosada. A su manera, Cristina Fernández de Kirchner nos ha corroborado cabalmente que su Administración carece del menor interés por las relaciones exteriores. El tema salta en la agenda solamente cuando es necesario cobrar algún tipo de protagonismo. Por su parte, Héctor Timerman ha reforzado esta hipótesis, sumándose torpemente al interés oficial. Y, en última instancia, el Gobierno Nacional le ha regalado otra valiosa pieza de información a los referentes opositores que esperan -cuchillo y tenedor en mano- la aparición de nuevos errores para saltar a la yugular de los patagónicos. Sin ir más lejos, los Kirchner han confesado que rebosan de desesperación, pues se han quedado sin munición para la cruenta batalla que se avecina en 2011. Con dolor, corresponde afirmar que sería una verdadera pena que el seleccionado argentino de fútbol le obsequie al insufrible matrimonio y sus monaguillos un triunfo definitivo que aquél pueda explotar políticamente. Pues, si acaso hay algo que nos caracteriza bien a los argentinos, esto es la falta de timing y oportunidad a la hora de traer buenas noticias. Por Matías Ruiz, para El Ojo Digital Internacionales. e-Mail: contacto (arroba) elojodigital.com.
Por Matías Ruiz, para El Ojo Digital Internacionales