Pseudoizquierdistas y abuso de poder
Las elecciones de mitad de mandato de fines del 2005 significaron un fuerte cambio –negativo– en la marcha del país. Cuando algunos sectores populistas, pseudoizquierdistas dijeron, después de ganar las elecciones en aquel diciembre del 2005, “ahora empieza nuestro gobierno” modificaron el rumbo que el país había seguido con buenos resultados desde el 2002 al final de 2005.
23 de Julio de 2010
Las elecciones de mitad de mandato de fines del 2005 significaron un fuerte cambio –negativo– en la marcha del país. Cuando algunos sectores populistas, pseudoizquierdistas dijeron, después de ganar las elecciones en aquel diciembre del 2005, “ahora empieza nuestro gobierno” modificaron el rumbo que el país había seguido con buenos resultados desde el 2002 al final de 2005.
Hoy, los efectos de las nuevas elecciones de mitad de mandato (las del 2009) abren la posibilidad de una rectificación. Los nuevos equilibrios políticos deben generar un cambio que pueda, además, ser presentado para su ratificación por los ciudadanos en el 2011. Ese cambio requiere fijar claramente las grandes prioridades y requiere también de parte de toda la dirigencia un análisis de por qué el país tiene las frecuentes recaídas y pérdidas de rumbo que venimos sufriendo en las últimas décadas.
Estas líneas van dirigidas a contribuir en ese sentido. Primero las rectificaciones necesarias, luego el análisis.
Creo, y lo creo firmemente, que vivimos un momento de abuso de poder.
Abuso del Poder Ejecutivo con respecto al Poder Legislativo.
Abuso del Poder Ejecutivo con relación a los jueces y el Poder Judicial en general.
Abuso de poder con relación a los poderes provinciales y al federalismo que nuestra Constitución define.
Abuso de poder frente a la libertad de prensa, y
Abuso del Poder del Ejecutivo en su relación con los sectores más pobres de nuestra población.
Vale la pena dedicarle unos minutos a cada uno de ellos:
Por cierto es comprensible que las mayorías parlamentarias respalden al Ejecutivo electo, pero no es comprensible que al hacerlo cierren las puertas al debate en profundidad, hagan alianzas sospechosas, hagan contorsiones y volteretas argumentales, o se pasen los límites de la desprolijidad en los procedimientos formales imprescindibles en todo parlamento.
Todo ello agravado por las formas espurias de preselección de los miembros de las Cámaras, ofreciendo al elector opciones estrechas y pobres como reflejo de los intereses de la sociedad.
El cumplimiento frío de leyes electorales demasiado permisivas, más allá de lo que es legítimo en una democracia plena, no puede ocultar la burla esencial al votante.
Hay límites entre el apoyo y la adulación.
La Justicia es ciega y justa únicamente si quienes deben impartirla tienen –al revés de la ceguera– plena libertad para ver los hechos, para indagar en ellos y para concluir en un fallo sólo sobre esta base.
Cómo entender entonces la demora en la designación de los jueces, las designaciones transitorias por acumulación de juzgados, las subrogancias, las acusaciones mantenidas largamente en suspenso, los concursos sospechosos, todo ello con un Poder Ejecutivo que tiene, como mínimo, poderes de bloqueo en los órganos de administración y control del Poder Judicial.
El federalismo que tantas luchas intestinas costó al país en su período de Organización Nacional, está inscripto definitivamente en nuestra Constitución Nacional. Sin embargo, cuando el Estado central ahoga financieramente a los poderes provinciales esa disposición no es más que letra muerta.
Los gobernadores pasan a ser meros mendigantes, personajes errantes en los pasillos de ministerios y secretarías en búsqueda de apoyo no ya para grandes obras o decisiones sociales fundamentales, sino simplemente para poder pagar los sueldos de maestros, personal de la salud y la administración pública.
Triste realidad y lamentable retroceso ya que en 2003, 2004 y 2005, se demostró que las provincias, todas, podían tener superávit fiscal en el marco de la Ley de Responsabilidad Fiscal que ha sido recientemente destruida.
Este sistema de dependencia centralizada que se parece a una gigantesca y generalizada Banelco, nada tiene que ver con la forma constitucionalmente elegida.
Como en todos los casos que antes cité, en el caso de la prensa nos hemos ido deslizando en los últimos tres años por caminos cada vez más peligrosos.
Esos peligros se reflejan como un delta de muchos brazos. En muchos casos se expresan a través de presiones casi invisibles, en apariencia legítimas de tipo impositivo, laboral, medioambiental, el arbitrario manejo de los recursos públicos destinados a la publicidad, en otras circunstancias aparecen por medio del mal ejercicio de los poderes regulatorios del Estado, combinados en muchos casos con falsos planteos de lucha de intereses pueblo-antipueblo.
En ciertas ocasiones los peligros aparecen por medio de ingreso a la propiedad de medios de comunicación de personas que no pasarían un examen para ser juez, banquero, diplomático, militar o maestro, o bien de la mano de intereses económicos para quienes la prensa no es más que un instrumento de adulación para generar rentas espurias.
Estos intereses no respetan el principio de que las empresas periodísticas no pueden funcionar sin adherir a formas y objetivos de organización y manejo comunes a toda empresa –no hay empresa sin rentabilidad– pero que al mismo tiempo la prensa es un sector donde los principios, los valores, la coherencia, la independencia de criterio, la transparencia de intereses es fundamental.
Por su efecto masivo en la formación de opinión social la prensa, la verdadera prensa, no actúa sólo como una empresa en busca de rentabilidad.
Finalmente, pero no por eso lo último en esta lista, el abuso de poder del Gobierno con relación a los sectores más pobres de la sociedad. Si el aumento de la pobreza puede llegar a ser un instrumento de poder, además, de una realidad económica y social, habremos entrado en el peor de los mundos.
Cuando argentinos o habitantes en nuestro suelo, seres de carne y hueso, con un alma, con sus sueños y sus ilusiones, pero también con sus necesidades más elementales, pueden llegar a ser manipulados para el control de espacios públicos, o para objetivos de enfrentamientos con otros sectores de la sociedad, habremos entrado efectivamente en el peor de los mundos.
Un mundo que destruye a la sociedad porque transforma a una parcialidad, los más necesitados, en instrumentos políticos, en hombres y mujeres rendidos, anómicos, frente al poder de turno y al mismo tiempo empujan a otra parte de la sociedad, los más favorecidos, a actuar frente al desorden social y la inseguridad de manera resentida, desestabilizadora, antipopular.
En octubre del 2006, el 18 de octubre para ser más preciso, dije que nuestra Patria requería que el Gobierno y la sociedad toda asumieran una verdadera cruzada contra la pobreza, porque si no lo hacíamos no sólo condenaríamos a muchos argentinos para siempre en materia de nutrición, salud y educación, sino que nos condenaríamos todos como sociedad.
Y terminé diciendo:
“Los argentinos nos merecemos un país mejor. Un país que recupere la dignidad del trabajo y el orgullo de ser quienes somos.”
Hoy, cuando se han agregado tres millones de nuevos pobres tengo que decir lo mismo, aún con más necesidad e intensidad que hace tres años.
Estas formas múltiples de abuso del poder nos están haciendo perder el rumbo, pero no son, desde mi punto de vista, toda la verdad.
Hay frente al abuso del poder otra parte de la verdad que es la dificultad de la dirigencia –en el sentido más amplio la política, la empresaria, la sindical, la intelectual, la de los medios de comunicación– para entender los fenómenos políticos y sociales cuando estos ocurren y no mucho tiempo después. Creo que estamos frente a un pecado de omisión.
Esto es lo que nos acaba de pasar. Cambios muy profundos en materia institucional, en materia de ubicación del país en la región y en el mundo, en materia social y económica, comenzaron a ocurrir a los pocos meses de que el Gobierno ganara las elecciones de mitad de mandato en 2005, reforzando la débil base electoral de partida (2003).
En efecto es en el año 2006, incluso en la primera mitad de ese año, que ocurren las siguientes cosas,
En lo institucional:
1) la reforma del Consejo de la Magistratura para adquirir poder de manejo de dicho cuerpo,
2) la reimplantación de los súper poderes presupuestarios que habíamos eliminado a fines del año 2005,
3) el control de la Unidad de Información Financiera (UIF) reemplazando un directorio por una autoridad unipersonal designada por el Poder Ejecutivo, y
4) desde abril de 2006 intrusivas formas de actuar frente al INDEC.
en lo internacional
5) el alejamiento de nuestros socios estratégicos en la región –Brasil, Uruguay y Chile– y el desarrollo de relaciones complejas con Chávez, y
6) el nuevo default con el Club de París que estaba hasta entonces regularizado.
u en lo social y económico
7) el resurgimiento de la inflación por el fortísimo aumento del gasto público que finalmente llegó al descontrol, cuando se agotó el colchón de superávit del año previo,
8) el abandono de la creación de un Fondo Anti Crisis,
9) la cancelación de planes de reducción de impuestos que ya contaba con media sanción de la Cámara de Diputados,
10) el reinicio de un ciclo de aumento del número de pobres, y
11) la estatización de algunas actividades como el caso de Aguas, proceso que avanzó ya en 2007 con los fondos de los jubilados, Aerolíneas, directores en empresas privadas, etcétera.
La dirigencia prefirió minimizar o incluso ignorar este cúmulo importantísimo de hechos. Y ese es el pecado de omisión.
Recién después de la cuasi reelección presidencial del 2007 comenzaron a verse y entenderse ciertas desviaciones y finalmente la inútil, inentendible y costosa crisis con el campo, permite que caiga el velo.
Velo de complacencia en algunos, de defensa de estrechos intereses sectoriales de corto plazo, en otros. Incredulidad en muchos.
Esa demora en comprender el cambio de fondo que se había producido luego de la elección de medio mandato de fines del 2005, le abrió al proyecto de puro poder del Gobierno, el espacio para avanzar más tarde con estatizaciones, con la Ley de Medios, las candidaturas testimoniales, la reforma política, la presión creciente a las empresas privadas, incluida recientemente la que provee papel, insumo básico para la prensa.
El abuso de poder en todas sus formas lleva a la descomposición y la descomposición de la cabeza se extiende más allá del Gobierno nacional.
Basta recordar el vergonzoso descenso al uso privado del espionaje en la Ciudad de Buenos Aires.
Solos, fuimos capaces de salir de esa enorme crisis de 2001. Hoy es mucho más fácil. Hoy políticas razonables, inteligentemente normales, un capitalismo con conciencia social puede ayudarnos a reconciliar lo potencial con lo real.
Allí, al alcance de la mano, está el campo con tierra, agua, clima y productores con capacidad tecnológica de producir 120 millones de toneladas de granos.
Hay una cadena agroindustrial que podría alimentar a 300-400 millones de habitantes en el mundo.
Hay también una industria –con un especial capítulo de empresas medianas y pequeñas– que ha demostrado que si se le dan condiciones tiene capacidad de avanzar en procesos y productos de calidad y complejidad, y contamos con un nuevo sector Servicios desde el Turismo al Software con gran capacidad de expansión.
Sobre la base de que “el infierno son los otros” el Gobierno ha desperdiciado los dos años finales del mandato anterior y los dos iniciales del actual. Olivos como torre de marfil o refugio, ha dejado de comprender la realidad. Ha desperdiciado una oportunidad histórica.
Los argentinos no debemos ni podemos perderla. Hay que reaccionar con criterio y nivel de hombres y políticas de estado.
Los cambios se producen por crisis como la de 2001 con un enorme costo o se resuelven con un diseño social y político deliberado. En lo personal elijo este segundo camino.
Hoy es posible recuperar una sociedad económicamente más libre para la iniciativa privada y socialmente más justa y conciliadora, basada en la libertad, la responsabilidad y la solidaridad, que dé valor a la inteligencia y a la creatividad.
Una sociedad en la que la calidad de las relaciones sociales sea importante. El Centenario lo pasamos bajo estado de sitio en medio de un período largo de progreso económico con insuficiente participación social, lo que fue origen de los conflictos anarquistas de aquel entonces.
El Bicentenario debe encontrarnos habiendo sido capaces de reconstruir un proceso de progreso material con mejor participación social y con plena libertad, dando valor a la palabra y a la libertad para expresarla.
Por Roberto Lavagna. Ex ministro de Economía y ex candidato presidencial.
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Por Roberto Lavagna, ex Ministro de Economía. Ex candidato presidencial