La dependencia hídrica que sufrimos y la insensatez de los gobernantes
Las represas al detener las aguas inician su propio proceso de colmatación, que en nuestra región estaría establecido entre los 70 y los 100 años. Es decir que Itaipú y Yacyretá, por ejemplo, se encontrarían en situación de merma sustancial de su capacidad de producción por falta de caudales. A mi entender, dentro de unos treinta años y de allí en más hasta su colmatación total, los tiempos se establecerán debido al agua que se produzca en la alta cuenca del Paraná por medio de las lluvias que están en un proceso de agotamiento más que acelerado.
18 de Noviembre de 2010
Hablar de represas hoy en el mundo puede ser catalogado como una ingenuidad, o bien como los deseos de dirigentes corruptos de aprovechar los últimos caudales de los ríos que condenados inexorablemente sino a perecer, seguramente a perderlos y con ellos producir las sequías de sus afluentes por la rotura del equilibrio natural.
La falta de aguas producida por el calentamiento global, el efecto invernadero, la tala de los bosques, y la construcción de represas, han producido y están produciendo cambios tan fuertes y rápidos que la humanidad no tiene respuestas adecuadas para casi un tercio de su población, o sea algo más de dos mil millones de personas, estén ubicadas el continente que fuera dejando de lado el deshabitado Antártico.
El detalle de los ríos más importantes del mundo que están en peligro, según la Organización Metrópolis, es el siguiente: Río Salween China, Danubio (Europa), Río Grande EEUU; Ganges, India, Indus de Pakistán, De La Plata, Paraná, Uruguay (Paraguay, Brasil, Uruguay y Argentina), Nilo y Lago Victoria África, Murray Darling Australia. Los principales lagos están secos o secándose. En Bolivia, el Lago Titicaca y los ríos de las hidroeléctricas brasileñas están a la mitad.
La lista de algunos de los más vitales y mayores cuerpos de agua que se están secando o se secaron, por continentes. A partir de estos dos puntos sigue una más que extensa lista en las que figuran las pequeñas represas sobre el río Negro en la República Oriental del Uruguay, que si me lo solicitan se la envío completa por cuerda separada de esta nota.
Con estos datos, ¿quién y por qué se obcecaría en seguir construyéndola y/o favoreciendo su construcción como hace la Argentina en favor de Brasil?
Pero también habría que preguntarse, ¿por qué Brasil lo hace?
Las respuestas son muy claras: la Argentina, por incapacidad, y/o corrupción. Y Brasil por necesidad vital, ya que tiene unos años para retener todas la aguas de todas sus cuencas para atender sus necesidades actuales y del futuro cercano, ante una población que -de no mediar un más que duro plan de freno a los índices de aumento poblacional que estiman la duplicación de la población de ese país cada cuarenta años- llegaría al 2050 a 400 millones y en el 2090 a ochocientos. Indudablemente no podrá hacerlo, por falta de agua.
De allí que por necesidad vital debe construir represas, y más represas, y que retengan el agua que puedan mientras; por otro lado, no voltear un solo árbol más si es que quiere tener el vital elemento tan necesario para la subsistencia de las especies en el planeta.
La situación de la Argentina es monumentalmente comprometedora, más allá de que nuestros más grandes ríos no nacen en nuestro país, al desaparecer éstos, por el efecto tobogán que se produce en sus tributarios, los mismos volcarán todas sus aguas hasta su extinción.
Es decir que hablar de más represas en nuestros ríos tiene que ser visto de dos maneras:
a) Hacerlas para retener tanto con Paraguay y Brasil mediante Corpus e Itaipú, y con Brasil por Roncador Garabí y San Pedro la mayor cantidad de agua que dejen pasar, durante el tiempo que se pueda los países donde nacen nuestros ríos, porque inclusive Bolivia va a retener las aguas del Pilcomayo y del Bermejo;
b) Pactar con todos esos países de aguas arriba la no construcción de ninguna más, como así también la protección total de las selvas que subsistan, y terminar con las apetencias de los emporios cerealeros y sojeros que insumen mucha agua por riego, como supo hacerlo China.
Es decir, pasar de la América del derroche a la de la producción científicamente planificada, con un aprovechamiento integral de los espacios territoriales y con una natalidad severamente controlada.
En el caso de la Argentina, por contrario imperio, se deberán -como lo sostengo desde hace años- aprovechar integralmente los ríos desde el de La Plata hacia el Sur represándolos en sus desembocaduras para que las aguas dulces no se salinicen, y poder no sólo navegarlas sino redistribuirlas por medio de un sistema de acueductos que cubra todo el país.
Hace casi cinco décadas que la era de los desiertos se ha iniciado, y es necesario comprenderlo desde esta óptica, a los efectos de actuar en consecuencia.
Por Héctor Horacio Dalmau -Diputado Nacional (Mandato Cumplido)-, para El Ojo Digital Sociedad - Ecología.
e-Mail: hectordalmau@hotmail.com
Por Héctor Dalmau, para El Ojo Digital Sociedad-Ecología