La Diputada Graciela Camaño y su reacción derivada del asco
Un coro de fantoches pacifistas salió a condenar la actitud "violenta" de la Diputada Graciela Camaño quien, cansada de ser ofendida por alguien que no guarda el más mínimo decoro en el trato que se le debe a una mujer, le propinara un cachetazo a su colega Carlos Kunkel, del arco oficialista.
26 de Noviembre de 2010
No ejerceré defensa de la actitud de la Diputada, pero sí pretendo esclarecer la manifiesta actitud violenta de parte del oficialismo gobernante en muchísimas de sus actitudes contra quienes no aceptan ser manejados a su antojo. Todavía se encuentran presentes en la retina de muchos argentinos las agresiones sufridas por el Diputado Felipe Solá de parte de quien hoy se autovictimiza a partir de este cachetazo. Todo ello cuando se trataban en el Congreso las retenciones al campo; no menos cierto es que, en esos días, las tropas del gobierno, con Guillermo Moreno y el piquetero Luis D’Elía a la cabeza, agredían físicamente a pacíficos ciudadanos que se manifestaban en desacuerdo contra lo que en definitiva no lograra imponer la Administración.
Tampoco debe olvidarse que un grupo de argentinos corrió riesgo de perder la vida en la provincia de Santa Cruz mientras reclamaba sus derechos y manifestaba su disconformidad contra el gobierno, al ser atropellados con intencionalidad por un funcionario amigo de los Kirchner. Hechos que no dieron lugar a expresiones de condena desde el oficialismo. Lo que es más, se trabajó desde el poder para que este acto gozara de impunidad. Ni que hablar de los ataques y golpes a periodistas que no le resultan afines. Hablamos de carteles financiados desde el propio poder con campañas de acción psicológica, acusaciones falaces y denigratorias, etc.
Muchos son los actos violentos. Allí está el caso del crimen del joven Mariano Ferreyra del Partido Obrero, de parte de patotas de supuestas hinchadas que gozaron del privilegio de viajar al Mundial de Sudáfrica. Personajes deleznables que son inocultablemente financiados por aquellos que hoy se esfuerzan por magnificar la violencia de un cachetazo. Para poder viajar, incluso se arribó a la conformación de esa organización cuasimafiosa afín al partido gobernante, que se da en llamar “Hinchadas Unidas Argentinas”-. Tampoco puede pasar desapercibido que, ante el aplauso y participación de muchas autoridades del Poder Ejecutivo, una señora de pañuelo blanco se encargó de insultar, en algunos casos con nombre y apellido, y hasta amedrentar pendencieramente a la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Tampoco deja de ser violenta la actitud de algunos ministros y senadores que, en actos políticos y públicos, se dedican a insultar, recurriendo a la agitación de los concurrentes a sus actos, con insultos hacia la madre del Señor Vicepresidente de la Nación.
Me sorprende contemplar la hipocresía de los diputados kirchneristas, cuando afirman “El parlamento argentino no puede asistir indiferente a esta sucesión de actitudes antidemocráticas, intolerantes y violentas que imposibilitan el debate de ideas y el libre juego de las mayorías y minorías que constituyen la esencia del sistema político de nuestro país”. Pues bien; sería bueno recordarles a estos ilustres diputados que, actualmente, y por voluntad soberana del Pueblo, el oficialismo es minoría en las cámaras y que, a pesar de ello, sus núcleos pretenden imponer un dibujo a conveniencia (ahora en la forma del Presupuesto), y eso no equivale precisamente a "debatir ideas". Como tampoco lo es vetar una ley justa como la del 82% Móvil para los jubilados, aprobada por mayoría, iniciativa que terminó bajo tierra merced a un nuevo capricho del Poder Ejecutivo.
Con respecto a la violencia de la cual se quieren victimizar -en la figura del simple cachetazo de la Diputada-, me gustaría recordar que, a los efectos de condenar la violencia, lo menos que se exige es no ejercerla. Y aquí, en nuestra querida Patria, la violencia ha sido francamente instalada desde arriba, a partir del abuso permanente sobre el derecho de los ciudadanos, con la crisis de seguridad que últimamente siempre termina con muertes (aunque, para el gobierno, se trate simplemente de “una sensación”); con la mala atención en la salud con hospitales destruídos y saqueados en sus insumos y con personal pésimamente pago; con la paupérrima calidad de Justicia que sufre el ciudadano, acostumbrado ya a tolerar estoicamente agresiones y robos sin que la Ley le brinde una respuesta en forma de castigo ejemplar para los autores de tales actos.
En fin, se contabiliza un sinfín de actos violentos, pero la más denigrante para la sociedad es ver cómo se dilapidan los dineros del erario público en la forma de impunes actos de corrupción, latrocinios, y el clientelismo político, como así también la planificada idiotización del Pueblo con mentiras propagandísticas a través de medios comprados. Por supuesto, jamás olvidando ese tipo especialmente injurioso de violencia: la que se ejerce implacablemente contra el pauperizado anciano argentino (jubilado). A él, desde hace mucho tiempo y en sus propias narices, le roban lo que es suyo, repartiendo desde la ANSeS a diestra y siniestra el dinero que supo aportar durante décadas. Es dable presuponer que toda esa violencia que se desparrama desde el poder central, retornará en algún momento en idéntica forma, pero esto ocurrirá en perjuicio de quienes hoy contribuyen a alimentarla y fogonearla.
A aquellos que ponen el grito en el cielo a partir del accionar de una mujer ofendida, ciertamente habría que recordarles las palabras de nuestro Señor Jesucristo: “…Hipócritas que coláis el mosquito y os tragáis el camello…”. Tampoco debería dejarse de lado que Carlos Kunkel, quien hoy condena la violencia del cachetazo, es la misma persona que se opuso a las iniciativas del General Perón (oportunamente elegido con el 62% de los votos) para terminar con la violencia en la Argentina dentro de la ley con la reforma del Código Penal. El hoy Diputado Kunkel expresó su disenso con las propuestas pacificadoras del gobierno peronista, alzándose en armas e intentando copar un cuartel militar en la provincia de Formosa, previo asesinato de varios jóvenes que cumplían con el servicio militar obligatorio. Este episodio tuvo lugar en medio de un gobierno democrático, elegido por mayorías. Pequeño "detalle" que suele pasarse por alto.
En rigor, debe declamarse que, si acaso estos supuestos “pacifistas” se ubican realmente en la vereda de la democracia y en oposición a la violencia, sin duda lo disimulan muy bien. En opinión de quien esto escribe, el cachetazo que recibió el legislador kirchnerista no sólo es merecido, sino que apenas representa una caricia de “la mano de la Justicia”.
Por Rubén Gioannini, para El Ojo Digital Política.
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Por Rubén Gioannini -Movimiento Patriótico Nacional Previsional-, para El Ojo Digital Política