He aquí las grandes contribuciones del kirchnerismo, aquellas que pocos se atreven a mencionar siquiera elípticamente: cortes de energía (con la consiguiente interrupción del servicio de provisión de agua potable), piquetes, escasez y aumento de combustibles, una violencia sin límites (involucrando los recientes casos de usurpaciones de terrenos) y -más recientemente-, una flamante y aggiornada versión de corralito bancario/financiero.
El pandemónium ha estallado en La Plata, cuya zona céntrica El Ojo Digital ha tenido la oportunidad de recorrer en días recientes. La Ciudad de las Diagonales ha mutado en una gigantesca olla a presión. Bajo el sol abrasador y una demoledora humedad, miles de personas intentan -la mayoría de las veces en vano- hacerse del dinero de sus haberes. Muchos morirán en el intento, en virtud de que existe un inconveniente que los medios nacionales han optado por obviar, a saber, que los camiones de caudales no llegan a sus destinos. Y cuando lo hacen -tal como lo explicaba a este medio un empleado de una sucursal bancaria platense-, "traen la mitad de los billetes acostumbrados". Escenario que termina con el ciudadano promedio aguardando hasta cinco horas para descubrir luego que los billetes se han desvanecido. En ocasiones, el dinero desaparece apenas una hora después de arribado el camión.
Lo que está sucediendo en La Plata se ha extendido a los centros de veraneo en la costa argentina, cuyas localidades son bien conocidas por no disponer de la cantidad mínimamente necesaria de cajeros automáticos. La instantánea con largas filas de personas para intentar extraer billetes se ha tornado moneda corriente, valga la ironía. Perfectamente puede decirse que esta anomalía opera tal cual lo hacen las enfermedades infecciosas, que poco saben de discriminar. En el escenario platense, entre los damnificados se cuentan jubilados, agentes de la Policía Bonaerense y beneficiarios de premios y planes sociales otorgados por un Gobierno Nacional que hace agua por todas partes. Porque de nada sirven los obsequios de fin de año si es imposible acceder a ellos.
La señora Nilda Garré -flamante y probadamente inepta Ministro de Seguridad- se encuentra en extremo ocupada descabezando a la Policía Federal, y se presume que continuará luego con sus castigados colegas de la provincia de Buenos Aires. No se han dispuesto medidas adicionales de prevención para los episodios de violencia que ya tienen lugar en las sucursales bancarias. Incluso se ha conocido de casos puntuales en donde "oportunos" delincuentes se posicionan a tiro para quitarle el dinero a aquellos afortunados que han podido hacerse de su salario.
Sugestivamente, la Ciudad de La Plata se ha convertido en el epicentro de las dificultades para retirar dinero fresco. En medio del panorama, los agentes de policía de esa ciudad no pueden ocultar su furia, y reconocen que carecen de órdenes para prevenir, pero también de ganas para cumplirlas. Porque ellos también simpatizan con los padecimientos de jubilados y empleados estatales bonaerenses: todos han sido metidos de prepo en la misma bolsa. En cercanías del acceso a la Ciudad de las Diagonales existe un graffiti poco inocente, que reza: "Mucha policía riendo y el gobierno no hace nada". El detalle de color lo han puesto el puñado de agentes que, bajando raudamente de un móvil, modificaron la frase, a criterio de expresar su propio malestar: "Mucha policía MUriendo y el gobierno no hace nada".
Por si todo ello fuera poco, el dato que contribuye a echar combustible al fuego de la bronca ha llegado de la mano de las mismísimas instituciones bancarias privadas, nacionales y provinciales. Dio el puntapié inicial el Banco del Chaco, imponiendo días atrás un minicorralito para que ninguno de sus clientes puediera extraer más de quinientos pesos por cajero automático o ventanilla. Sus autoridades han tomado el camino fácil, emprendiéndola con munición semigruesa contra el Banco Central, por no haberles entregado los codiciados billetes. Excusa que se presenta surrealista, habida cuenta de la corrupción que ha teñido desde siempre a la Administración Capitanich y especialmente cuando se considera la fortuna personal del gobernador kirchnerista que ahora pretende ser candidato presidencial...
Los problemas se hubieran agotado allí mismo, sino fuera porque las autoridades de Banco Provincia y Banco Nación -red Link- optaron también por el poco auspicioso sendero del "corralito": si acaso Usted encuentra un cajero bien provisto, no podrá extraer de él más de... quinientos pesos. Quinientos parece representar, por estas horas, el número mágico, una suerte de renovada cabalística para tener en cuenta al momento de apostarle a la quiniela. Por cierto, no espere gran cosa si su idea es visitar su institución privada de rigor para echar mano sobre los papelillos con la figura de Julio Argentino Roca: allí solo pueden extraer dinero los clientes del banco que se opte por visitar. A este respecto, la deleznable estrategia de que han echado mano los gerentes de las sucursales en la Capital Federal es la de excusarse (falsamente) con aquello de que "no hay sistema". Suelen recurrir también a otra maniobra, igualmente polémica: se informa a los clientes en espera que los cajeros volverán a funcionar minutos antes de las tres de la tarde. Monumental tomada de pelo, puesto que se trata del horario cercano al cierre. El objetivo es sacarse de encima la ardiente papa, o bien arrojar la pelota hacia adelante. Lo más lejos que se pueda.
Hablamos, pues, de un "corralito" anunciado efectivamente por unos pocos bancos. Pero existe otro "corralito de facto", que se ha concretado en una colorida variedad de alternativas: restricciones con las que uno se topa recién llegado al sitio en cuestión.
En las postrimerías del análisis, sobresale esa cualidad bien acentuada del Gobierno Nacional y sus autoridades, casi profesionalmente entrenados a la hora de maltratar al ciudadano común y, en particular, a ancianos y miembros de la clase pasiva. Y vale recordar que encumbrados funcionarios ya se han ocupado de birlar sus fondos acumulados en ANSES para destinarlos al agujero negro de las campañas políticas. De tal suerte que Amado Boudou (uno de los ideólogos de la táctica) alegremente se postula para Jefe de Gobierno porteño, cuando es el responsable político obligado por la escasez de billetes y por aquel hurto en perjuicio del dinero de los jubilados. Mercedes Marcó del Pont -socia del Ministro de Economía e íntima amiga de la Presidente Cristina Fernández Wilhelm- le sigue el juego. En su rol al frente del Banco Central, la señora Marcó del Pont no puede hacerse la desentendida con lo que está sucediendo en los bancos de toda la República Argentina. Por ello, no extraña que hace tiempo que ha dejado de mostrar su forzada e intolerable sonrisa en los televisores de la nación. Y tampoco sorprende que, entre íntimos, se encuentre explorando sobre las maneras más elegantes de abandonar el gobierno y poner pies en polvorosa. Dice aquella vieja frase: "En política, no hay amigos ni enemigos; solo hay intereses". La mención de Amado Boudou y Mercedes Marcó del Pont no es casual: debería serle de gran utilidad al lector para que, el día de mañana, recuerde bien quiénes son los responsables operativos y los arquitectos de este pantanoso escenario de corrupción, ineptitud y la más sobrada incapacidad. La Presidente Cristina Fernández cuenta a ambos personajes entre sus favoritos; por ende, ella es la principal titiritera en este teatro de renovados insultos en perjuicio de los ciudadanos argentinos.
Algunos dirán que, después de todo, Cristina Kirchner solo es culpable de ser una inoperante de la primera hora, dado que ignora de principio a fin lo que está sucediendo en el país y, peor aún, en su propio entorno. Nilda Garré, por ejemplo, solo se encuentra explorando las mejores alternativas para acercar a la Argentina a un nuevo estallido social: se esfuerza minuto tras minuto para aguijonear a las Fuerzas de Seguridad, a los efectos de que estas agoten la paciencia y se dignen a autoacuartelarse, cruzándose de brazos. A la ideología de la Garré y sus amigotes Kunkel, Zannini y Verbitsky esta respuesta policial/militar le vendría de parabienes. De esta manera, ellos podrían revitalizar aquello de los caracteres golpistas y destituyentes originados en el sector agrícolo-ganadero, las Fuerzas Armadas y de Seguridad y la "oligarquía" o incluso el "establishment financiero". De hecho, existe un plan bien aceitado para culpar a empresarios y sectores bancarios por "fogonear" una corrida. Aún cuando todos sabemos a la perfección que son los siniestros habitantes de la Casa Rosada quienes han elucubrado este maquiavélico escenario. En la receta, lo único que faltaba era provocar a las clases medias, familias subsidiadas y trabajadores estatales. Esta faena prosigue su curso, acentuado ahora su éxito con la problemática del corralito de facto.
Desde lo político, esta suerte de autogenerados tropiezos pueden orientarse hacia la destrucción de las ambiciones del gobernador bonaerense Daniel Scioli. Aunque también pertenece al Club de la Inoperancia, es justo afirmar que el ex motonauta está siendo sometido a una maniobra cuasimilitar de pinzas al mejor estilo de Aníbal, antiguo general de Cartago. Ya se probó mutilándolo con un compendio de manufacturados episodios de violencia e "inseguridad" (en donde el último capítulo conocido ha sido el robo de las cajas de seguridad de una sucursal en la Capital Federal), y ahora los intentos por demolerlo de una vez por todas apuntan a la falta de dinero en los bancos. Los ideólogos de kirchnerismo de ultraizquierda que pululan por los pasillos de Balcarce 50 -se reporta- buscan volar a Scioli por los aires para obligar a la Presidente a presentarse para la reelección en 2011, aún cuando ella desprecia esa posibilidad. ¿Cuál es el problema? Apellidos "ilustres" como Pérsico, Depetri, D Elía, Kunkel, Zannini, Verbitsky, Icazuriaga, Larcher, Schoklender, Bonafini y el resto del bizarro zoológico no tendrían cabida en un gobierno en donde se entremezclen peronistas oficialistas y "disidentes". En cualesquiera de los casos, al argentino promedio no le interesan los vericuetos de estas internas de pacotilla. El ciudadano solo tiene en cuenta aquello que lo golpea con la fuerza del recto a la mandíbula diariamente, y eso es todo lo que interesa. El trabajador, el policía, el oficinista o empleado estatal, el profesional, el ama de casa y el jubilado solo observan que hay largas colas para extraer billetes en los cajeros, están pendientes del próximo corte de energía (para ocuparse de acumular agua en la bañera) y se cuidan las espaldas por si acaso tendrán que lidiar con un delincuente armado a la vuelta de la esquina. Después de estos padecimientos "neoalfonsinistas", cualquier cosa que digan políticos oficialistas u opositores es retórica vacía.
Dentro de poco tiempo -como ya hemos apuntado previamente-, muchos lo extrañarán al bueno de Aníbal Fernández. Se verá que su manejo de la seguridad, aunque torpe, no era tan peligroso como aquello que se encuentra fogoneando la Señora Nilda Garré mientras lee Usted estas líneas. Por otra parte, en momentos en que el ex intendente quilmeño declamaba que la falta de seguridad es una "sensación", muchos bien informados también teníamos la ligera "sensación" de que él terminará en prisión, más tarde o más temprano.
Y, hablando de reclusiones, parece ser que muy pocos analistas políticos han tomado nota de los procederes del inefable Camionero Hugo Moyano. Mientras un buen puñado de columnistas dominicales se preguntan por el estado mental del gremialista, El Ojo Digital prefiere considerar que el hombre es más inteligente de lo que a simple vista se aprecia. En tándem, montado con sus socios Julio Piumato y el falso taxista Omar Viviani, lo que hacen al "bendecir" candidatos es demolerlos. Se conoce de conversaciones privadas sostenidas por Moyano con sus mejores amigos, en donde despotrica contra la Presidente en los peores términos. En mucho, su forma de pensar coincide con lo siguiente: si la Señora pretende ponerme tras las rejas, lo que yo puedo hacer es señalarla como "mi" candidata. Experimento ya ejecutado exitosamente con "Aimé" Boudou quien, en su tontería, recibió a los "sindicalistas" con los brazos abiertos. Al basurero, pues, con la candidatura de Aimé. Pero don Hugo sabe bien que, cada vez que él le impone las manos a un aspirante, lo que en realidad hace es obsequiarle un pesadísimo salvavidas de plomo. Dos más dos no siempre suma cuatro...
Para redondear la cuestión del implícito "corralito", baste decir que ciertos analistas económicos prevén escenarios holgadamente peligrosos. En esta instancia, se sabe que escasean pesos y que la oferta de dólares es abundante. El mismísimo Banco Central se ha venido preocupando de inundar la plaza con moneda extranjera, mientras imprime más argentinos... que luego se convertirán a dólares. Se espera, para dentro de pocos meses, otro fuerte ingreso de billetes con el rostro de George Washington, originados en la liquidación de divisas desde el agro. Pero, ¿qué pasaría si, de la noche a la mañana, el Gobierno Nacional se dispusiera a levantar esos dólares estadounidenses de la plaza, existiendo una cada vez más fuerte falta de pesos? El resultado salta a la vista: se produciría una corrida financiera, para complementar a la corrida bancaria que ya tiene lugar -aunque los medios no lo reflejen-. En este mismo minuto, ya es tarde para todo aquel que quiera liquidar su plazo fijo: se le replicará que no hay efectivo para cubrir su necesidad. Capítulos como el actual ya han tenido lugar en el pasado, en los setenta, en los ochenta, y en diciembre de 2001. En 1995, con el Efecto Tequila haciendo estragos en el mercado y la calle, Carlos Menem escapó por un pelo de imponer un "corralón". Iniciativa que ya había analizado en su implementación, junto con Domingo Cavallo. Finalmente, Estados Unidos y el "malévolo" FMI salieron al rescate, y ello evitó la implosión del menemismo en su momento más delicado.
El kirchnerismo/oficialismo repite ahora los peores vicios del pasado. A la escasez de energía y combustibles y la inflación de más de cuarenta puntos anuales le agrega ahora la explosión bancaria, mientras atiza la violencia desarmando a las policías y allanando el camino de la delincuencia. Se trata, en definitiva, de capítulos marcados bien a fuego en la memoria de los argentinos, y que ciertamente no había necesidad de repetir. En el corazón del desmadre, Cristina continúa sumida en un ataque de paranoia y depresión de la que no la podrán sacar ni los más poderosos calmantes importados. Raúl Alfonsín y Fernando De la Rúa invirtieron muy poco tiempo para recordarle a sus compatriotas que lo peor que puede ocurrirle a una sociedad es tener por dignatario a un presidente inoperante.
Cristina Fernández Wilhelm se ha estudiado de memoria los pasos que sus antecesores han dado, como queriendo repetir todo aquello que tanto nos ha costado olvidar. Es dable desear que se equivoque en este plan tan errado, y que termine su mandato como corresponde.
Por Matías E. Ruiz, Editor.
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Por Matías E. Ruiz, Editor