Comodoro Rivadavia no es lo que el Gobernador Mario Das Neves pretende promocionar. Inmigración ilegal y asentamientos precarios
Estuve tres días en Comodoro Rivadavia, motor económico de Chubut, provincia que es ofrecida como “modelo” por su actual gobernador y candidato a Presidente (¿opositor?) “Mario Das Neves”.
Estos renglones no pretenden ser un estudio exhaustivo, ni un relato científico, ni un informe riguroso, ni un panfleto político. Es la simple crónica de un viajero que visitó la ciudad que -con más de 200.000 habitantes- concentra casi la mitad de la población de la Provincia. Crónica escrita a pedido de amigos que, habiendo escuchado el relato oral, me dijeron en argentino: “tenés que escribrilo”.
No me impresionó el oro negro que se expresa en un parque automotor moderno, construcciones, buenos hoteles, consumo.
Ya lo había escuchado.
Sí me impresionó el contraste de esa expresión de riqueza con una ciudad que no deja de ser opaca, con escasos servicios públicos, desordenada, demográficamente anárquica, y donde el Estado parece no existir (sin perjuicio de su presencia en planes sociales y negocios petroleros y pesqueros).
Me impresionó especialmente el fenómeno del que todo Comodoro Rivadavia habla: las usurpaciones. La ciudad está atravesada y rodeada por asentamientos, tomas, villas, casas precarias que se han apoderado del paisaje y dominan la vida local.
“Hay temporadas en que empiezan a llegar micros desde Bolivia y Paraguay y hago viajes todo el día a determinados lugares con el coche lleno con 5 personas”, me relataba un remisero. Otro corroboró este dato. “Vienen y se dirigen a un lugar preciso ya demarcado con cintas de seguridad, lo que muestra que el asentamiento es organizado y que ya tienen asignado el lote”. “Nadie hace nada; todo está fuera de control, tomaron los terrenos frente a mi casa y todo cambió” se quejaba un comerciante. “Si te quejas, te dicen xenófobo y discriminador; los derechos son para los de afuera”, sentenciaba.
Es común ver, en terrenos usurpados, vehículos espectaculares frente a una casa precaria. El dinero está. Lo que no encontramos es un Estado que cumpla con su rol de proteger la propiedad privada y ordenar aquellas cuestiones que difícilmente pueden ser obra de particulares (catastro, loteos, inmigración, asignación de terrenos -llegado el caso- a quien haya demostrado algunos extremos legales mínimos).
Abundan las veredas rotas, los edificios pintados con graffitis. La parquización en las plazas es inexistente, así como también en paseos y caminos. Lo plantado por el hombre se encuentra marchito, sin mantenimiento, o bien destrozado. Se salva la placita frente al Hotel Austral, cuyo verde reluce como fiel testigo de que el pasto y los arboles también prosperan allí.
La excepción es Rada Tilli: mezcla de balneario, ciudad dormitorio y barrio privado donde “quienes pueden” han decidido trasladar allí su domicilio. En general no son casas super lujosas. Pero allí todo luce prolijo y limpio. “Tuvimos que venir a vivir acá porque el terreno que compramos en Comodoro quedo rodeado de asentamientos peligrosos”, me compartía una pareja mendocina de ingenieros petroleros.
“No conseguimos playeros”, se quejaban los dueños de las estaciones de Servicio con quienes tuve oportunidad de conversar. “Quien trabaja en la industria petrolera cuenta con ingresos mucho más elevados; y quien no trabaja en ese sector, accede a infinidad de planes sociales que superan al sueldo de un playero de estación de servicio”. Ellos están hoy en crisis, como en cualquier otro lugar del país.
La ciudad es el imperio de los cortes, generalmente organizados por “foráneos” (al decir de los nic): se trata de población clientelizada que reclama un nuevo plan.
“No tenemos hospitales, las escuelas son un desastre. La delincuencia abunda, debido a que el control migratorio brilla por su ausencia, y quien huye de la justicia y la policía chilena encuentra su paraíso en la Patagonia argentina”, comentaban los mozos del hotel (uno de ellos, de nacionalidad chilena).
Durante los días que permanecí en Comodoro, la tapa de los diarios informaban sobre la violación de una bebé por parte de un joven con antecedentes criminales (en su país), pero que se las arregló para ingresar al Chubut (desde Chile) sin que nadie le reclamase certificados de buena conducta. Tampoco nadie procuró revisar si sus papeles se encontraban en regla.
“Para ir a Chile, nos piden todo. Para venir a la Argentina no se pide nada. Basta pegarse una vuelta para darse cuenta”. Lo escuché mil veces.
Cené con un abogado de Olavarría que conocí en el hotel, que comandaba una cuadrilla de “cobradores” (recordé a otro querido patagónico con idéntico oficio).
“Qué extraño -le comenté-: armar una empresa de cobranzas y venir a trabajar a Comodoro...”. “Es el negocio -respondió-. Hay tanto descontrol y falta de arraigo que es frecuente que muchos entren en un consumismo infernal y terminen endeudados, sin importar que ganen $10.000 o más por mes. Hay prostíbulos, cabarets, night clubs, casinos, por todas partes; esto facilita la dispersión, tener varias familias o hacerse de una mantenida (muchas veces chicas que buscan de esta manera escapar a la “trata”). De allí a la violencia familiar, los embargos judiciales y las deudas, hay un solo paso”. El mencionado me compartió numerosas anécdotas. Algunas, cómicas. Otras, trágicas.
Deduje que la inmigración ilegal y la usurpación como mecanismo de arraigo, desordena las conductas, aún de aquellos que al llegar seguramente resultaban personas que en sus país llevaban en general y sin dudas una vida sujeta a la ley y las buenas costumbres (en Chile, se sabe, no podría ser de otra manera).
El oro negro sigue fluyendo. Pero la realidad desmiente a gritos que el crecimiento económico sea sinónimo lineal de progreso y civilización.
"¿Y cómo es en Santa Cruz?", pregunté a Lucía, organizadora de eventos de Puerto Deseado y que prestaba servicios en el hotel donde permanecí. “Peor o igual -me contestó-; en todos lados es lo mismo: usurpaciones, descontrol, casinos, grandes negocios. En Puerto Deseado (Santa Cruz) están organizados los piquetes. Un día los hace un barrio, otro día otro. Lo mismo en Caleta Olivia (Santa Cruz) y lo mismo en Río Gallegos (Santa Cruz). Consiguen lo que quieren, y todos a su casa”.
Mientras tanto, los buques que depredan nuestro litoral iluminan la noche en el Mar Argentino. El petróleo y los permisos de pesca fluyen.
Entendí que el "modelo" existe. Cada cual percibe la realidad desde su propio “mapa mental”. Comprendí aquello que me resultaba incomprensible: que Cristina Kirchner haya realizado comentarios elogiosos al crecimiento imparable de la Villa 31 de Retiro en la Capital Federal -que ya supera los 5 pisos-, ejemplificando con este desarrollo inmobiliario, su visión respecto del crecimiento del país.