POLITICA: POR MATIAS E. RUIZ, EDITOR

La política de seguridad de Cristina Fernández se corporiza en los eventos de River Plate. Los anuncios oficiales pasan a un segundo plano

Luego de noventa minutos de fútbol, la opinión pública pudo despejar todas las dudas existentes de cara a la manera cómo el Gobierno Nacional protege la propiedad pública y privada, y la integridad física de los ciudadanos.

26 de Junio de 2011

La lastimosa tanda de asesores de campaña de la Presidente Cristina Elisabet Fernández Wilhelm ha perdido, inapelablemente, la brújula. En tiempo de descuento, forzaron a la primera mandataria a lanzar su candidatura. Apenas horas antes de que River Plate enfrentara su primer desafío en Córdoba, ante su similar de Belgrano. El fragor futbolero rápidamente se devoró todo interés, relegando la ambición reeleccionista de la viuda de Kirchner a los titulares secundarios.

Pocos días más tarde -ya sin tiempo-, se produjo la designación de Amado Boudou como candidato a la Vicepresidencia de la Nación. Al día siguiente -difícil era no preverlo-, el club de Nuñez se jugaba su permanencia en Primera División, con los resultados ya conocidos. Lenguas afiladas referirán que el "Torneo Néstor Kirchner" no le reportó buenos dividendos a los "Millonarios". En cualquier caso y apuntes al margen, la llama de la atención mediática volvió a apagarse, dejando a la Presidente con su propia soledad: el foco de la prensa volvió a centrarse en el descenso de River y los violentos incidentes que las cámaras de tevé captarían a posteriori.

Resulta, cuando menos, irónico que los hacedores del mensaje kirchnerista no se notificaran de que el fútbol concentra más interés que la política. Especialmente cuando se recuerda que fue desde Balcarce 50 que se procuró el acaparamiento de las transmisiones del balompié para amplificar el alcance social de las comunicaciones del Gobierno Nacional. Finalmente -y a estas alturas-, puede considerarse sin temor a error que la llamada mesa chica del oficialismo tambalea en ese pantano, confeccionado a la medida de sus propios errores y torpezas.

Los flamígeros eventos que tuvieron lugar en los barrios de Nuñez y Belgrano luego del partido entre los locales y Belgrano de Córdoba fueron anticipados incluso por los ciudadanos menos entrenados. Ya había tenido lugar una suerte de muestra gratis en tierra mediterránea, ocasión en que un puñado de barrabravas de River Plate dieron cuenta de un alambrado para ingresar al terreno de juego y agredir a los jugadores del club que habían ido a alentar.

Por estas horas, los hechos del club riverplatense se han anotado no menos de una treintena de heridos, unos cuantos de ellos de gravedad. Engrosan esta lamentable estadística agentes de la Policía Federal Argentina que -desarmados, merced a una flamante orden del Ministerio de Seguridad de Nilda Garré- debieron hacer frente con su propio cuerpo a la arremetida furibunda de barras nucleados en los "Borrachos del Tablón". El "operativo de seguridad" había sido diseñado para que contabilizara a casi tres mil agentes. Pero un ejército aún mayor tampoco hubiera podido aleccionar a personajes armados, mucho menos si se considera que, enfrente, existe un sistema judicial que reprime la tendencia homicida de los delincuentes con hisopos y algodones.

Los máximos responsables del desmadre no son otros que la propia Presidente de la Nación y la Señora Garré. La primera, por promover al nombramiento de individuos sobradamente ineptos a la hora de conducir la política de seguridad de un estado. La segunda, por ubicarse -incontestablemente- al frente de decisiones operativas que han coartado severamente las capacidades del país para promover a una protección segura y efectiva de la propiedad pública y privada, y la integridad física de los ciudadanos: la policía es desarmada, mientras los malvivientes optimizan sus chances de obtener más y mejor armamento. Por si la protección judicial que reciben a diario de parte de la "Doctrina Zaffaroni" no fuera ya suficiente.

Este domingo 26 de junio, los argentinos han terminado de saborear las verdaderas consecuencias de la política de seguridad promocionada desde siempre por el kirchnerismo. Será difícil que los dueños de vehículos incendiados y negocios destrozados en Belgrano y Nuñez se decidan a votar por el tándem Cristina Fernández-Amado Boudou en octubre. Y, por cierto, los elementos de las fuerzas de seguridad también deberán acercarse a las urnas. Vale la pena preguntarse si aquellos a quienes se encarga velar por la seguridad ciudadana desprotegidos y mal pagos se atreverán a garantizar la continuidad de este gobierno.

Pero tal vez más preocupante para la Señora Presidente de la Nación y su séquito de obsecuentes adoradores será comprobar cuántos millones de personas en el país habrán sido testigos de lo ocurrido este domingo, y qué porción de ellos concluirán que los hechos son fiel resultado de los desmanejos oficiales. En algún momento de esta semana, a Balcarce 50 le tocará evaluar los alcances de esta propaganda tan dañina que sus propios personeros se han granjeado tan eficientemente.

Cristina Fernández no tuvo otra alternativa más viable que la de promocionar su intento reeleccionista, con el objetivo de intentar tapar los sucedáneos del affaire Bonafini-Schoklender. Pero, a la vez, es difícil afirmar que su Administración haya programado beneficiarse de los previsibles eventos de River para así distraer la agenda nacional. La Ministro Garré pudo haber determinado que el match por el descenso se jugara sin público: con ello, las chances de que se produjeran incidentes se hubieran visto sensiblemente reducidas. A contramano de lo aconsejable, esa medida fue dejada de lado, con el consecuente balance de caos y destrucción.

Aprehender y llevar a juicio a los albaceas de la violencia en el siniestro mundillo del fútbol nunca estuvo llamado a ser una faena compleja. Un estado en donde la prevención fuera prioritaria hubiera podido recurrir a elementos de inteligencia policiales y de más altos niveles para hacer los correspondientes seguimientos sobre los más destructivos personajes, capturándolos luego en silencio y en soledad (y sin brindarles la oportunidad de replicar como mejor saben hacerlo). Por caso, el Registro Nacional de Armas (RENAR) puede ser consultado rápidamente, a criterio de comprobar con exactitud qué personas con antecedentes portan armamento y munición de guerra, para ponerles las manos encima con la debida antelación. Todo ello, complementado con el accionar de un sistema judicial-penal que se preocupe realmente por alejar de las calles -y por un tiempo más que prudencial- a este nocivo elemento.

Pero lo cierto es que, cada vez que se plantean verdades de perogrullo en torno de la seguridad, el analista se topa con variables tales como la financiación de Hinchadas Unidas Argentinas de parte del Estado Nacional o la utilización de barrabravas para actos políticos y aprietes para ser ejecutados en perjuicio de algún referente opositor. Mientras los homicidas más peligrosos del teatro de operaciones futbolero expanden sus actividades y negocios más allá de las fronteras del fútbol, los congresistas oficialistas y de oposición continúan mirando hacia otro lado. Nadie se ha preocupado por profundizar verdadera y sinceramente en la consabida relación entre dirigencia y balompié, ya sea por desinterés, cobardía, omisión o -como mayoritariamente se percibe- complicidad.

Por lo pronto, los hechos de violencia del domingo en las inmediaciones de River no solo serán reforzados durante semanas en los principales titulares de los periódicos, sino que pondrán de suyo para propinarle un doloroso puntapié a los esfuerzos de campaña de la Presidente de la Nación. La primera mandataria tal vez no se arrime al "Nacional B", pero el creciente descontrol callejero podría perfectamente hacer descender sus aspiraciones electorales hacia las frías arenas del olvido.


Por Matías E. Ruiz, Editor
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Por Matías E. Ruiz, Editor