Cuba: el enriquecimiento de Fidel Castro, basado en desinformación de los cubanos
La Cuba que he visitado días pasados no refleja la información de la revista financiera Forbes que, en el año 2006, totalizaba la fortuna del dictador Cubano Fidel Castro en 900 millones de dólares, ubicándolo en el séptimo puesto entre los mandatarios más ricos del mundo.
La Cuba que he visitado días pasados no refleja la información de la revista financiera Forbes que, en el año 2006, totalizaba la fortuna del dictador Cubano Fidel Castro en 900 millones de dólares, ubicándolo en el séptimo puesto entre los mandatarios más ricos del mundo.
Por supuesto que los cubanos desconocen esto, junto con toda información que pueda tocar sus puertas que no convenga: será mostrada como producto del “imperio yanqui”. Sin embargo, la miseria que inunda la isla por doquier haría que cualquier información real conocida por el pueblo que sufre, se convierta en una bomba de tiempo para los intereses de los Castro.
En el país de la desinformación, gracias a Fidel, los cubanos viven con pavor de lo que el régimen haga. Claro, si se dieran cuenta que no tienen por qué aguantarse la miseria que les brinda Fidel y su régimen, podrían cambiar de vida así como lo están haciendo en Medio Oriente varios países.
Fidel Castro no permite que la gente tenga celulares: tener un celular cuesta el equivalente al salario mensual para un cubano raso. Que, entre otras cosas es de diez dólares mensuales. Como todos comprenderán, nadie vive de eso, pero todo sea por la "revolución", la revolución económica personal de Fidel. O come o habla por celular. ¿Qué escogería usted?
Por supuesto, los que tienen teléfono móvil no cuentan con plan de datos: los cubanos no saben bien qué es eso. Es decir, no tienen la posibilidad de educarse, realizar transacciones, aumentar su productividad y tantas otras cosas que, para el mundo en la actualidad, son parte de la vida cotidiana, a través de la tecnología. Claro, los que tienen celular no pueden llamar porque también les cuesta un ojo de la cara.
Como me comentaba personalmente un taxista de La Habana: "En sus países conocen a las personas que están en la miseria, porque viven en la calle pidiendo dinero; en Cuba, los indigentes están dentro de las casas, y son todos".
Es increíble el nivel de obras inconclusas o con andamios llenos ya de vegetación, producto de la parálisis económica de ese país, sumergido en un socialismo que se ha comprobado improductivo, esclavizante y adormecedor.
Las librerías de la capital cubana listan únicamente literatura guerrillera; resulta fácil encontrar el best seller “la Guerra de Guerrillas”, escrito por el "Che" Guevara. Literatura que se llevan los incautos jóvenes turistas europeos, que confunden al Che con Tarzán y a Fidel con una especie de Moisés en decadencia.
La pobreza de la isla se observa por doquier y el principal afectado es el pueblo cubano, al que se le ha infundido por parte de Castro una suerte de creencia que reza que tanto él como sus socios son mártires del socialismo, santos de la guerrilla. A costa del sufrimiento del pueblo, y en medio de la total desolación, aquél debe conformarse con las migajas que el régimen les tira al piso.
Los vendedores del órgano informativo del régimen, Granma, son personas de la tercera edad que entregan el periódico a cambio de cualquier moneda. Caminan por las calles de la ciudad descompuestos, hambrientos y solitarios. Como extraídos de un cuento de terror, esos ancianitos sufren hambre, en tanto son utilizados por el régimen para entregar a los turistas el periódico que alaba las maravillas del régimen de miseria en el que residen.
Como nadie vive con diez dólares al mes, por supuesto se ha generado toda una economía informal, basada en el contrabando de puros, la prostitución y abuso de cobros al turista incauto. Claro, todas las anteriores son prohibidas por el régimen, pero, ante el conocimiento de su ineptitud y buscando no gobernar sobre cadáveres, aquél todo lo permite, de manera solapada.
Si alguien se expresa de manera contraria al castrismo y su régimen comunista, es conducido a las mazmorras, al mejor estilo de los antiguos esclavistas. La policía traída de oriente a la ciudad de la Habana es más obediente ya que, al provenir de la provincia, su ingenuidad de sentirse traído a la ciudad los hace ser presas fáciles: son obedientes ciegos a Fidel.
Los músicos que pululan la capital tocan de manera maravillosa repertorios de los años cincuenta, como paralizados en la historia. Estos artistas deben supeditar su arte a las ideas del régimen. No salirse del Guantamera de Martí es una regla y bailar al ritmo del son cubano como si fueran libres debe ser su mayor puesta en escena.
Los automóviles de los años cuarenta y cincuenta que transitan por las calles y que se han vuelto ya un icono del país, en realidad están allí, ante la imposibilidad del régimen de permitirle al pueblo escoger lo que más quiera, cambiar de auto o mejorar año tras año. Gracias a Fidel, aquello de renovar el vehículo es algo inexistente en Cuba.
Desde que Fidel Castro Ruz tomó el poder, el país ha quedado como congelado en el tiempo. Y como sabemos, lo que no mejora, empeora. Esa es la triste realidad de una Cuba que camina cada día más sobre la base de la desinformación.
* El autor -Samuel Angel- es Director Ejecutivo del Instituto Libertad Prosperidad y Democracia en Bogotá, Colombia.