Mientras Mahmud Ahmadineyad da a Hugo Chávez por muerto, Teherán pone en marcha su plan B: buscar asistencia en la Argentina
La oferta de colaboración de parte de autoridades de la nación persa con miras a aportar datos sobre el atentado contra AMIA en la Argentina remite, en realidad, a un escenario bastante más meduloso de lo que se supone a priori. Se trata, puntualmente, de un juego en extremo complejo que toca de cerca a la delicada situación política que observa por estos momentos Venezuela, y a la estrategia del gobierno iraní para afirmarse en América Latina.
La República Islámica de Irán volvió a ser noticia recientemente: sus autoridades presentaron una oferta no especificada de ayuda al gobierno argentino, con el fin de compartir información relacionada con el letal atentado que tuviera lugar en la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en 1994. Como era de esperarse, el embajador del Estado de Israel en el país -Daniel Gazit- declamó airadamente que tal declaración "no significa nada", en tanto que el experimentado diplomático volvió a reclamar Irán la entrega efectiva de los responsables del hecho ante la justicia internacional.
Sugestivamente, la Administración Ahmadinejad ha obsequiado este golpe de timón a poco tiempo de conocerse detalles sobre el delicado estado de salud del presidente bolivariano Hugo Chávez Frías, víctima de un cáncer terminal que -de acuerdo a expertos oncólogos de renombre en el globo que siguen de cerca el tema- podría poner término a su vida en un plazo apenas superior al año.
A los efectos de analizar en profundidad el cambio de actitud de los irreverentes iraníes, corresponde retrotraer ligeramente las manecillas del reloj.
Desde hace pocos años, el régimen chavista ha venido esbozándose como un blanco obligado en la óptica de numerosos gobiernos occidentales, en el sentido de que los servicios de información europeos y estadounidenses habían detectado una suerte de cooperación no solo energética sino también de índole militar entre Caracas y Teherán. Como es sabido, el programa nuclear de Irán se encuentra hoy notablemente avanzado. La capacidad de los científicos del gobierno iraní ha incluso sobrepasado -para sorpresa del régimen- toda expectativa. Sin embargo, la industria nuclear de cualquier nación per se representa solo parte de la ecuación: se exige resolver el problema de la disponibilidad de materia prima, esto es, combustible; puntualmente, elementos fisibles como plutonio o uranio. Los islámicos, a fin de cuentas, no acudieron a Hugo Chávez Frías para firmar millonarios convenios para la provisión petrolera, pues aquellos cuentan con oro negro en abundancia. Presionado por las exigencias de su programa atómico y por la disputa con el Viejo Continente y los Estados Unidos de América -que exigen revisar sus instalaciones a través de AIEA (la Agencia Internacional de Energía Atómica)-, Ahmadineyadse vio atraído por el flamígero discurso antiamericano del líder de la República Bolivariana de Venezuela. Por fortuna o por desgracia, la necesidad lo empujó a enviar delegados a la nación caribeña para, de este modo, explorar las posibilidades de algún acuerdo preliminar.
Venezuela exhibe reservas comprobables de uranio, pero la disponibilidad del elemento no se hallaba exenta de una problemática que era imperativo resolver: su extracción y almacenamiento. En alguna parte del proceso, el presidente iraní supo dar por hecho que Caracas contabilizaba los requisitos técnicos y humanos necesarios para el desarrollo de una industria nuclear de relevancia. Y no fue este el caso: después de todo, y si bien es cierto que en el país existe una sumatoria envidiable de recursos naturales, hasta el día de hoy no ha abandonado la nutrida lista de naciones que componen el denominado Tercer Mundo en lo que a desarrollo se refiere. Por otra parte, los niveles educativos de la patria bolivariana jamás alcanzaron para alimentar una cosecha siquiera mínimamente interesante de expertos en tecnologías relacionadas con el aprovechamiento energético del átomo. Inicialmente, las preocupaciones de Washington parecieron fallar en el tiro por elevación: Mahmud Ahmadinejad había "comprado" la verborragia grandilocuente del Socialismo del Siglo XXI... a precio promocional. Luego, el propio Chávez se vio obligado a desmentir la existencia de cualquier acuerdo entre su país y la República Islámica de Irán que involucrara provisión de uranio. Sentenció oportunamente el hoy alicaído líder: "Ni lo producimos, ni se lo vendemos a nadie". A la postre, ni una cosa ni la otra.
En cualesquiera de los casos, los iraníes comprendieron que carecían de un plan de contingencia, en tanto que el círculo se estrechaba: ni el uranio ni el plutonio pueden conseguirse en la farmacia de la esquina, ni encargarse al extranjero por DHL. Las necesidades de la nación persa confluyeron en la confección de un pacto, bajo el cual esta aportaría técnicos y dinero para extraer el potencial combustible y luego transportarlo convenientemente a Teherán. Las problemáticas derivadas de la logística serían resueltas luego, al momento de cruzarse ese puente. Mientras tanto -y como es lógico-, Irán complementaría la firma del papeleo con cooperación castrense de carácter secreto, en virtud de que esta sería una condición sine qua non para proteger sus flamantes inversiones en territorio continental venezolano. Hace pocos meses, el matutino germano Die Welt -de aceitadas relaciones con servicios de inteligencia europeos- destacó que los islámicos habían cerrado un trato con el gobierno de Caracas para la construcción de una base militar en la Península de Paraguaná. El emplazamiento -por ubicarse a escasos 120 kilómetros de la vecina Colombia- sería desarrollado por la firma Khatam Al-Anbia (propiedad de la Guardia Revolucionaria de Irán) y su propósito sería el de servir como base de misiles para la prevención de ataques aéreos que tuvieran al espacio terrestre venezolano como blanco. Después de todo, el Pentágono había acertado en la previa, y con buen tino.
El emplazamiento de misiles obedecería -cuando menos- a una maniobra estratégica de anticipación para el escenario en el cual Bogotá -con asistencia aérea de Estados Unidos- se decidiera a atacar preventivamente al gobierno chavista ante la eventualidad de un conflicto. A este respecto, es acertado refrescar la memoria del lector ante la ocasión en que el propio Hugo Chávez decidiera desplazar contingentes de tropas hacia la frontera compartida con la nación cafetera. La inteligencia de Alvaro Uribe -entonces presidente- jamás tomó en serio la diatriba del bolivariano: la experiencia de décadas del ejército colombiano en la lucha antisubversiva en el teatro de operaciones selvático hubiese sido tan decisiva como contundente, en tanto que la "Gran Colombia", con toda probabilidad, hubiese vuelto a convertirse en una realidad en los mapas. Otro inexorable corolario: las bravatas de Chávez volvían a ponerlo en un aprieto, con el papelón a la vuelta de la esquina. Como jefe máximo en la Casa del Nariño, Uribe impuso su frialdad y su bien ganado estadismo para ponerle paños fríos a una situación de riesgo, amplificada de manera insanable por el ruidoso palabrerío de un demente.
El análisis fuerza al repaso de otro episodio que ocupara las primeras planas en junio del año en curso. Se trató de la "inesperada" visita del ministro de defensa de la República Islámica de Irán -Ahman Vahidi- a Bolivia. El encumbrado funcionario fue recibido por el presidente de ascendencia indigenista -y reputado socio del chavismo- Evo Morales. La novedad no estaba llamada a provocar mayor revuelo, de no ser porque Vahidi se hallaba sindicado como uno de los responsables ideológicos del atentado contra la sede de AMIA, entre otras operaciones internacionales que no viene al caso tratar aquí. La prensa internacional reflejaría luego que el personaje había sido invitado a la nación altiplánica para "pasar revista" en un acto militar. Sin embargo, fuentes de inteligencia bien informadas refieren hoy por lo bajo que, en realidad, la meta de Ahman Vahidi (quien también figuraba como "buscado" por Interpol) era presentarse para la inauguración de una academia militar financiada por Irán, y que luego sería utilizada para entrenamiento y operaciones de la temida Guardia Revolucionaria de ese país. Se completa, pues, un patrón escabroso: Irán ha puesto pie en Venezuela y en Bolivia. En la Argentina, renombrados dignatarios del "piqueterismo" -protegidos política y judicialmente por la Administración Fernández de Kirchner- reciben fondos millonarios con rigor mensual desde Medio Oriente, dinero que se complementa con importantes remesas con origen en Caracas. A estos autodenominados "luchadores sociales" -se reporta, de momento, confidencialmente- el gobierno de La Paz les provee substancias que son traídas desde el norte por vía terrestre y en gran volumen, para luego comercializarse y distribuírse desde asentamientos precarios lindantes con la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el conurbano, a clientes de extracción social múltiple. Nada de lo que aquí figura podrá ser rastreado en Wikipedia. La lógica exige, a estas alturas del análisis, una nota marginal: a la luz de lo expuesto, determinados personeros que integran el panel de la maquinaria de propaganda oficial del oficialismo en la Argentina, sumados a cierto elemento politizado de la colectividad judía terminan defendiendo -consciente o inconscientemente- a los autores materiales e intelectuales de la voladura de AMIA. La insania se anota un crecimiento en proporción geométrica.
Para reforzar conceptos conviene, en este punto, explorar los alcances del Ministerio de Inteligencia de Irán. Esta repartición -en virtud de su amplísimo presupuesto y lo extendido de su organización- se encuentra entre las más poderosas e influyentes de la República Islámica. El personal del Ministerio de Seguridad e Inteligencia se desempeña ya sea como agregado del cuerpo diplomático en las embajadas del país en el exterior (y oficinas consulares), o bien como dignatario del Ministerio de Propaganda. La cubierta no oficial de sus agentes (NOC, del término anglosajón Non-Official Cover) incluye Iran Air [la aerolínea de bandera de Irán], estudiantes, comerciantes, mecánicos, responsables de tiendas, representantes bancarios de atención al cliente y miembros de la oposición política del gobierno persa. El VEVAK (tal la breve denominación del servicio) se apoya frecuentemente en las ramas extranjeras de instituciones bancarias controladas por el estado, a criterio de insertar agentes de inteligencia en esas dependencias para financiar operaciones de terrorismo. La web www.globalsecurity.org refiere el ejemplo de Alemania, país en donde el banco iraní más prominente es el Bank Melli, con sucursales en Hamburgo, Frankfurt y la ciudad de Düsseldorf. En estos momentos, existe debate en Irán, por cuanto ciertos representantes de la asamblea legislativa del país han apoyado iniciativas para promover la separación de los cuerpos de contrainteligencia del VEVAK del servicio corriente, a los efectos de que los diputados no puedan controlar efectivamente su movilidad y operaciones. Si bien la preocupación de algunos miembros del parlamento iraní atendió a la posibilidad de que esta decisión confluya en el surgimiento irresponsable de unidades de inteligencia y contrainteligencia paralelas, lo cierto es que el presidente Ahmadineyad evitó pronunciarse al respecto. Ello permitiría colegir que el mandatario no vería con malos ojos la operatoria de ciertos elementos profesionales para que ideen y ejecuten actos de terrorismo contra los objetivos del régimen en el globo. Los temores de Washington y otros gobiernos de occidente no son infundados: el VEVAK se compone de pequeñas unidades o escuadrones de asesinos, altamente eficientes en la manipulación de armamento y rigurosamente entrenados en artes marciales. De forma periódica, son asignados para conducir a la captura o el asesinato programado de objetivos del servicio, entre los que se cuentan activistas políticos, miembros de grupos opositores y disidentes. Algo al respecto sabía el brigadier Andrés Antonietti -ex jefe de la Casa Militar en tiempos de Carlos Saúl Menem y receptor no oficial de informes de inteligencia-: en una ocasión en que espías locales le informaron sobre las operaciones encubiertas que cierto elemento iraní se encontraba llevando a cabo en el país con miras a la ejecución de un tercer atentado contra la colectividad judía argentina, ordenó -visiblemente nervioso- que no comentaran a nadie sobre el tema. Y, de mala manera, los expulsó de la sala.
Retomando el planteo inicial del análisis, informes recientes refieren que el presidente iraní, Mahmud Ahmadinejad, ha recopilado reportes bien nutridos en el sentido de que la enfermedad del líder bolivariano Hugo Chávez Frías se encuentra en extremo avanzado. En virtud de la alta centralización que el mandatario de Venezuela ha hecho respecto del espectro decisional de su gobierno, la información es fundamental, por cuanto pone brusco término a los esfuerzos de la nación persa por afirmarse en el Caribe. Prevé Ahmadinejad que la reverberante situación política en tierra venezolana tornará inviable la agenda que llevaba adelante su Administración. En este tren debe analizarse la decisión del presidente de Irán de "acercarse" a las autoridades argentinas, poniendo a la variable AMIA sobre la mesa. Por cierto, declamar que el Canciller Héctor Timerman y el activista Jorge Burstein no se encuentran a la altura de las circunstancias resulta ser algo más que una obviedad.
Mahmud Ahmadinejad podría estar exhibiendo un pésimo timing: la Presidente de la Nación, Cristina Elisabet Fernández Wilhelm, no solo desconoce los factores más elementales involucrados en este entuerto. Por estas horas, ella concentra sus preocupaciones en la manera de salir airosa de las próximas Elecciones Generales -aún en medio de una estrepitosa derrota-, abandonando a sus otrora aliados a su suerte.
En lo que remite estrictamente al terreno diplomático, los eventos geopolíticos derivados del caso permiten comprender más profundamente las razones para la evidente "bajada de pulgar" que Washington le ha obsequiado a la Casa Rosada. Esta decisión poco tiene que ver con el C-17 Globemaster III retenido en Ezeiza. El temor de los visitantes periódicos del blanco edificio situado en el 1600 de la Avenida Pennsylvania en Washington D.C. cobra vigor frente a la posibilidad de que la Argentina termine convirtiéndose en el aguantadero predilecto de los asesinos entrenados que revistan en el VEVAK, ahora que el chavismo ve diluído su rol de amenaza regional. Tampoco es vano el voluminoso tiempo que organismos estadounidenses como la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y la NSA (Agencia Nacional de Seguridad) invierten en estudiar tan a consciencia y con estoico esmero la zona de la Triple Frontera, que nuestro país comparte con el Paraguay y la República Federativa del Brasil: en ese reducido espacio, Irán contabiliza numerosos intereses.