El cheque en blanco argentino
Desde hace bastante tiempo, desde este espacio, quien esto escribe ha venido señalando casi con exclusividad una lamentable y absolutamente desastrosa conducta política de la oposición.
Las cinco últimas notas -advirtiendo aquella fragmentación y tan trágico narcisismo-, he señalado aquí que los opositores se arrancaban los ojos por abrirle más el espacio al cristinismo, y que se peleaban por ver cuál era el primero que le franqueaba el camino o que la traía de los pelos a su nueva victoria tan o más contundente que cualesquiera de las otras.
Siguiendo la manera de enfocar que tiene Fito Páez, uno podría decir que toda esta masa crítica que le dio este triunfo a la mandataria Cristina Fernández de Kirchner, da asco.
Pero no.
No es válido que lo diga aquel fanático servidor del gobierno, y menos válido es decirlo desde aquí, en inversa perspectiva.
Tampoco es cuestión de aceptar a ese porcentaje ganador como dueño de una razón ciega, ni como algo que deba ser movilizador para que uno se vaya a sumar a ellos en modo silencioso.
Antes bien, en números estrictamente fríos -dicho esto como consuelo-, uno pertenece a una mitad del país que, aunque compartimentada, no la tiene a ella -la Presidente- como lo mejor.
Ese consuelo: saber que el 50% no la quiere. Aunque no nos sirve para nada, puede, sin embargo, ayudar mucho a dejar en blanco y negro la impotencia de saber que esa enorme compartimentación de las fuerzas opositoras ha pesado muchísimo más que los méritos de ella.
Y no por reiterar aquí esa responsabilidad mayúscula de los partidos “no oficiales” cuyo desdén criminal he anotado en mis apuntes recientemente, uno puede estar, neciamente, negando la realidad.
Pues la realidad es bastante clara:
El Campo, por ejemplo, siempre dando cabriolas que lo hacen bastante desmemoriado e indigno. Y la ha votado a ella, casi masivamente.
Los sectores pobres -capturados por planes sociales o por premios distribuídos, acaso en una actitud de abnegación que resulta bastante comprensible- también la han votado.
La enorme mayoría de aquellos votos que obtuvo esta viuda no es ignorante por completo de los cien actos de latrocinio y de corrupción que han sido desarrollados bajo su mandato, ante su vista y paciencia; y además, por cierto, hasta con su guiño.
Es imposible que todos sus electores sean ignorantes de eso.
Entonces, vale concluir que, esa gente, lecohonesta y aprueba el dolo.
O, más grave que eso aún: cree que los competidores son capaces de salvajadas mucho peores.
Ni siquiera el hipotético microclima de una Capital Federal, probablemente imaginada como ciudad opositora, actuó de ese modo.
Pues, el Pueblo argentino -convencido o no, preso de extorsiones o no, temeroso de perder sus subsidios o no, dependiente de la “caja” o no, puesto a ser engañado o no, mediocrizado e idiotizado o no- ha decidido en forma mucho más que categórica, que debe ser ella la que gobierne.
Y, para no ser más extenso, lamento decir aquí -otra vez- mi pronóstico:
- La oposición no tiene ni ganas ni la menor idea de cómo cambiar esto;
- Estos resultados prefiguran una mucho más notoria ventaja en octubre;
- Es una utopía imbécil pensar que, en 70 días, esto puede revertirse;
- Por lo dicho, es imposible soñar con una segunda vuelta de nadie;
- Ella ganará en primera vuelta el día 23 de octubre y gobernará hasta 2015.
Por el Lic. Gustavo Adolfo Bunse, para El Ojo Digital Política
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