Después de las Primarias
Para una mayoría importante de analistas políticos y encuestadores, el triunfo de CFK era previsible, aunque nunca con la magnitud que finalmente observara. Para otros -entre los que me incluyo-, existía la probabilidad de que la Presidente ni siquiera pudiese ganar las primarias. ¿Qué ocurrió?
Durante la semana previa- en la que sugestivamente no se divulgaron encuestas-, amigos que dedican a ello trabajaron parcialmente en la Provincia de Buenos Aires.
Las mediciones le obsequiaban a Cristina Fernández una cifra variabla entre el 28/29% de las preferencias, porcentaje que luego alcanzaría el 34/35 % (con las proyecciones de rigor).
Lo curioso y llamativo era que la ubicaban en el segundo lugar, por detrás de un candidato opositor (que no mencionaré a fin de evitar de que algunos injustamente aseveren que desde estas líneas se promocionaba a tal o cual aspirante), que la aventajaba por 2 o 3 puntos.
Tan inesperadas e inexplicables eran las bocas de urna que se daban a conocer apenas concluído el comicio como, asimismo, los primeros cómputos oficiales. Estos, en consulta con encuestadores de confianza, permitían presuponer un cambio de tendencia acorde avanzara el escrutinio.
Ese momento jamás llegó.
Las hipótesis que se manejaban eran, a grosso modo, dos: o bien los encuestados habían falseado sus preferencias, o bien se había consumado un fraude de dimensiones.
Con el orgullo herido y con ganas de profundizar en el análisis de los propios errores, se dedicaron desde el lunes 15 del corriente a relevar nuevamente las zonas pre-encuestadas.
Sería sencillo imaginar que, transcurrido el acto electoral y con los resultados concluyentes ya conocidos, la ciudadanía corroboraría los números oficiales difundidos por todos los medios de comunicación.
Sin embargo, puede afirmarse que, si bien se obtuvo una tendencia levemente alcista en favor del oficialismo (35%) respecto del primer estudio, el candidato opositor antes mencionado continuaba manteniendo la ventaja de un punto porcentual, por encima de la actual mandataria.
Surgen, pues, los siguientes interrogantes:
* ¿Contó la oposición con fiscales en la totalidad de las mesas del país?
* ¿Asumieron los fiscales elegidos la responsabilidad encomendada con el celo de una elección definitoria, o acaso aflojaron los controles por tratarse de tan sólo una "primaria"?
* Dichos fiscales, ¿eran ciento por ciento confiables, o acaso fueron permeables a aceptar dádivas de cualquier índole, a cambio de firmar planillas pre-elaboradas?
Estas dudas -sumadas a otras que pudieren aportar los lectores, que lo han hecho- podrían generar entre los candidatos de la oposición un llamado de atención para el momento en que se realice el escrutinio definitivo.
No hemos de dejar pasar desapercibida la afirmación de la Presidente, en el sentido de que prefiere el actual sistema electoral (abandonado hace años en gran parte del mundo) frente al de boleta única o voto electrónico.
Resulta obvio que la franja clientelista aporta y garantiza el 100% de sus votos con la modalidad adoptada, aún cuando la voluntad de los votantes se encuentre gravemente viciada, o pueda comprarse de un modo sencillo.
No obstante lo expuesto, cabría efectuar un somero análisis de la forma en que ha votado la totalidad de la ciudadanía del país y sus probables motivaciones.
En primer lugar, he de referirme a los más pobres -o "clase baja"-, aquellos que el gobierno suele categorizar como “excluídos” y que son los destinatarios principales del grueso de la ayuda social.
Gran parte de estos votantes (que en la actualidad representan entre un 25/30 % del padrón) optan contundentemente por el oficialismo, frente al temor a perder las prebendas que han obtenido.
Para ellos, el panorama es ideal: poseen "planes trabajar" (y desde hace tiempo que carecen de intenciones y motivación para insertarse al mercado laboral), reciben distintos tipos de ayuda social (garrafas, colchones, cajas de comida, subsidios diversos, etc.), exhiben posibilidades ciertas para la obtención de tierras (lícitamente o ya bajo el rol de ocupantes ilegales), gozan de acceso a salud y educación gratuita, usufructúan servicios públicos que no abonan. Poseen sistema de cable gratuito, "Fútbol Para Todos", milanesas y pescado que se comercializan bajo idéntico eslogan, y saben a ciencia cierta que jamás serán reprimidos ni mucho menos perseguidos por cortar calles, montar piquetes frente a edificios públicos o supermercados, y demás.
También conocen de antemano que jamás recibirán sanción alguna si cometen algunos ilícitos leves u otros delitos más graves si se encuentran bajo los efectos del alcohol o las drogas: las Fuerzas de Seguridad son controladas por una Administración que jamás criminalizará las protestas. La justicia adicta tampoco procederá jamás a procesarlos ni condenarlos.
Ahora bien; si el discurso opositor insiste en girar alrededor de conceptos tales como “dignidad del trabajo”, “incorporación a una actividad acorde su destreza o rol profesional”, “urbanización de villas” (lo cual implica, en la práctica, que el usurpador deba abonar por servicios que hoy disfrutan de forma gratuita), “flexibilización de planes para la adquisición de tierras” (que hoy ocupan sin pago alguno), y “ordenamiento de derechos y reclamos” en relación con otras garantías sociales de la ciudadanía, la opción surge clara para las personas englobadas en estas declaraciones: sigamos con el “modelo actual” que nos garantiza máxima satisfacción de nuestras necesidades sin contraprestación ni esfuerzo alguno.
La conclusión que asoma también es fácilmente trazable: "Si gana cualquier opositor, perderemos todo lo que obtuvimos hasta aquí sin necesidad de hacer nada".
Obviamente, las variables inseguridad, inflación, corrupción, institucionalidad, leyes, drogas, etc. no les interesa en lo más mínimo, pues no los afecta.
Para lidiar con estos sectores, que precisamente aquellos que dan inicio al indencio del país cuando la "Kaja" se agota y comienza a escasear la ayuda social, es preciso caminar esos bolsones y convencerlos de que jamás progresarán bajo este sistema. Debe explicárseles con claridad y contundencia que cada vez tendrán menos, para ser abandonados de manera definitiva. La historia del mundo comparte numerosos ejemplos al respecto.
El objetivo es ciertamente complejo, mas no imposible de abordar.
Los sectores medios que optaron por Cristina Fernández Wilhelm continúan disfrutando de la bonanza de un consumismo ficticio y espúreo, a partir del uso de tarjetas de débito y/o crédito que les brinda la sensación de “pertenecer”. Minimizan los efectos inflacionarios pues se sienten compensados por los aumentos que reciben, aunque sean menores que aquella (sueldos, jubilaciones, pensiones).
En esta franja, conviven aquellos con amplia experiencia en procesos hiperinflacionarios, a los que no les preocupa una inflación mensual del 1 o 2 %, dado que han aprendido a sobrevivir ante incrementos de precios superiores al 50% mensual. Puede asegurarse sin sombra de dudas que los actuales niveles de encarecimiento de los productos que consumen no los asusta.
Otro grupo -que no ha vivido procesos hiperinflacionarios- asimila un índice del 25% anual como normal. El motivo es que, en tanto no dejen de percibir aumentos de salarios y mantengan su fuente de trabajo -considerándose erróneamente "bendecidos", en virtud de lo que sucede en el resto del mundo-, son influenciables por el marketing oficial que les "vende" que el planeta tiene a la Argentina como ejemplo. Claramente, caen engañados por la comunicación oficial: la coraza del "modelo" los protege de cualquier mal momento económico.
La clase media aprovecha -en forma inconsciente- los subsidios de los servicios públicos, que tarde o temprano se terminarán.
Con cierto desdén por el futuro (tal vez por la mala experiencia de la crisis de 2001), viven cada minuto del presente en su totalidad: es una carrera por obtener la cantidad de beneficios que se puedan en un tiempo de bonanza sostenido solamente por los precios internacionales.
Aquellos que tienen un pasar más promisorio se refugian en la moneda extranjera, cuando no lo hacen en bienes muebles e inmuebles.
El discurso de la oposición jamás fue claro respecto de su intención de terminar con “la Kaja” que genera gastos innecesarios, para claro perjuicio de esta clase social.
He referido -en cierto artículo anterior- que ninguno de los candidatos demostraba un apego a ultranza con el federalismo.
Se habla del mismo, pero no se expresa su carácter medular. Aspecto necesario para cautivar a los votantes y dirigentes del interior del país, y que debería incorporar la derogación de la actual ley de coparticipación, la promoción de un "federalismo fiscal", que los impuestos y taxaciones sean recaudados por municipios y provincias, mientras que eso se complete con un pequeño aporte hacia el Gobierno Nacional (éste seguiría percibiendo lo correspondiente a exportaciones con un porcentaje que fijara el parlamento).
Es decir, la promoción de un modelo de municipios y provincias autogestionados, sin necesidad de ayuda por parte del gobierno federal.
* Reimplantar el Juicio de Residencia, para que cualquier funcionario público deba rendir cuenta de su gestión hasta 5 años después de haber dejado su cargo.
* Que se declare la absoluta intangibilidad de los fondos de la seguridad social.
* Que se garantice la participación de la ciudadanía en la elección de los jueces y en la conformación del Consejo de la Magistratura.
* Que se promueva a la baja de las retenciones agropecuarias, siendo el porcentaje de las mismas no superior al 15%, con el compromiso de reinvención en nuevas áreas para la siembra, incorporación de tecnología agropecuaria e implementación de programas que apunten al crecimiento efectivo del parque ganadero.
* Que se conduzca a una eliminación de aranceles de importación, a criterio de generar una competencia que implique mejores precios para consumidores; situación que nos llevará a un incremento notorio en la calidad de los productos.
Sin un menú “tentador”, será imposible inducir a estos sectores de la ciudadanía para que resigne su preferencia por el oficialismo.
Por su parte, no es noticia que la denominada “clase alta” ha firmado un pacto de no agresión. Si no son molestados y se les permite continuar acrecentando su patrimonio, acompañarán siempre al oficialismo de turno.
Ese parece ser el mensaje claro que han transmitido aquellos sectores ya que, semanas atrás, enterraron con sus votos a los delegados del Gobierno Nacional, quienes le habían hecho padecer profundas angustias en tiempos del año 2008. Ello redundó en un clarísima advertencia respecto de lo que harán en el futuro con quienes los "traicionan".
Sin embargo, el domingo pasado le obsequiaron una carta en blanco a CFK para, de aquí en más, observar las políticas respecto de su sector durante todos estos meses hasta llegada la elección de octubre.
Por eso, difícilmente el oficialismo-salvo que se vea invadido por una conducta suicida- atacará, al menos por ahora, a la franja social mejor acomodada.
Para el final, me he permitido una autorreferencia, respecto de una opinión vertida hace un tiempo atrás y que compartiera con algún colega, columnistas y comentaristas. Me refiero a la decisión que tomará Cristina Elisabet Fernández Wilhelm de cara a las elecciones presidenciales del 23 de octubre.
Mantengo -hoy más firme que nunca- que la actual mandataria no se presentará a dicho proceso electoral.
Podría verse obligada a dar ese paso, si se llevase a cabo una profunda investigación sobre el proceso que caracterizara a las Primarias del 14 de agosto.
Empero -y fundamentalmente-, exhibe ahora una pseudocobertura legal para negociar su salvoconducto, para así poder salir indemne del tsunami global que se avecina y que golpeará, irremediablemente y con crudeza, a la Argentina.
Ella, más que nadie, sabe que su "modelo" ya no resulta viable. No se conoce superávit ni fondos para hacer frente a los reclamos sociales.
El fin de los subsidios es otra antipática medida que jamás adoptaría.
Por último, su vida privada (hijos, su propio desgaste, su salud) son un factor de peso. Porque, en definitiva, ¿para qué y por qué inmolarse en el cargo? Ya tiene un ejemplo contundentemente doloroso, muy cercano.
Tal cual sucede con un chico empachado, que "ya no quiere más sopa".
Por el Dr. Osvaldo José Capasso -Abogado-, para El Ojo Digital Política.
e-Mail: osvaljo01@hotmail.com