"¿Qué efecto tendrán los pronósticos en los cultivos?"
En el marco de “agroseguros 2011” Mundocampo dialogó con el ingeniero agrónomo Eduardo M. Sierra, especialista en agroclimatología, acerca de cómo las contingencias climáticas afectan a la actividad aseguradora y de otras cuestiones relacionadas con su especialidad.
-¿Por qué la gente espera con tanto interés su charla?
-Esta es una jornada sobre seguros y el clima se ha convertido -en los últimos años- en una de las fuentes de siniestralidad más importantes que hay.
-Haciendo una breve reseña de estos últimos años, qué novedades nos puede comentar.
- En general podríamos decir que el siglo XX fue bastante estable, hubo grandes épocas de sequías, grandes épocas de lluvias fuertes pero el ambiente era estable. En este siglo XXI se estableció una oscilación climática que pasa de un extremo al otro. La que está establecida ahora tiene un episodio húmedo que generalmente -aunque no siempre- coincide con un año del fenómeno del “niño” en el Océano Pacífico. Esos son años de buena producción pero de precios no demasiado buenos; hay récords de producción pero no de ingresos. Después viene un año de la “niña” -es decir un año seco- pero con buena producción por el agua que dejó el año anterior. Por ejemplo, los dos últimos “niños” fueron en 2006-2007 y 2009-2010. Luego, las dos “niñas” fueron 2007-2008 y 2010-2011. Estos son años en los que la producción baja un poco pero los precios suben mucho porque hay impactos a nivel mundial. Es decir, la Argentina se beneficia porque cae un poco la producción en América del Norte -y eso en el mercado de Chicago es muy sensible- además baja la producción del trigo australiano, baja la producción agrícola en India y en China. Entonces, esos años de la “niña” después del “niño” cierran mejor económicamente. El problema es que después viene una segunda “niña” (porque la oscilación es “niño” - “niña” - “niña”) y esta segunda “niña” sí es problemática. Ya nos encuentra con los suelos un poco secos y, en general, la atmósfera desprovista de humedad. Esto es muy reciente: la primera vez que pasó esto de la segunda “niña” fue en 2008-2009. Ese fue un año de un impacto altísimo, pero también de muy buenos precios.
-¿Y ahora, dónde estamos parados?
-Este año estamos de vuelta en esa segunda “niña” y, por esto, a muchos le flota el fantasma del 2008-2009 y -sobre todo- a la industria aseguradora porque para ellos no fue un buen año debido a que tuvieron que pagar muchas primas de heladas, algunas de granizo y -más que nada- a aquellos que tomaron coberturas por sequía. Lo que sucede con este año 2011-2012 es que -por suerte- no es exactamente igual: empezamos con mejor humedad, por otro lado 2008-2009 fue muy helador porque estábamos en un mínimo de actividad solar; ahora hay mucha más actividad solar y, por eso, este año las heladas han sido muy intensas pero se han restringido a julio y agosto; prácticamente setiembre no ha tenido heladas. De todas maneras genera mucha incertidumbre y ansiedad en la gente que querría estar en un año “niño”.
-Además de contratar un seguro ¿Cómo se pueden atenuar los efectos de los años malos?
-Hay que usar la tecnología. Yo no me canso de decir que, aun en 2008-2009, hubo productores que sacaron ocho mil quinientos kilos de maíz y tres mil de soja por hectárea. También hay que ser prudentes, porque ese año el peor desastre fueron los dobles cultivos. Estos años golpean más al productor que no está capitalizado y -en definitiva- necesitamos también un progreso grande de la industria aseguradora en nuestro país. No sólo a nivel agropecuario, sino que necesitamos un porfolio climático: es decir que haya seguros en el sector turístico, en el sector energético, en el transporte y que se compensen y que puedan transferir recursos de una actividad a otra. Una cosa interesante que no suele tenerse en cuenta es que el año malo para el agro es muy bueno para el turismo, las temporadas de playa son magníficas. O sea que ahí hay una posibilidad de transferencia de riesgos entre una actividad y otra. Por ejemplo, 2008-2009 fue una temporada turística impresionante.
-Muchos viven pendientes de la palabra de especialistas como usted; sin embargo, también son mirados bajo lupa. ¿Hasta dónde son confiables los pronósticos?
-En el plano científico se está trabajando bien. En mi caso, yo observo constantemente los distintos modelos, hay como treinta. Yo utilizo los tres o cuatro que me parecen más confiables para la Argentina y constantemente los estamos evaluando. También es verdad que hay un cierto abuso de los términos estadísticos. La probabilidad de que se cumpla el pronóstico se da con hechos discretos, en realidad. Hasta ahora nunca hemos dicho que era un “niño” y fue una “niña”. Ahora, cuando uno dice que será “niña”, no hay dos iguales. Por ejemplo, esta “niñita” traviesa 2008-2009, en principio, era de “jardín de infantes” y resulta que causó un destrozo que nadie se lo imaginaba; no nos dimos cuenta a tiempo de lo que se trataba. Eso nos sirvió de experiencia y ahí hemos progresado bastante. La idea es que no estamos cerrando el pronóstico del clima en sí, sino la evaluación de los efectos que tiene este pronóstico. Eso me lo han manifestado muchos amigos del área de brokers, en 2008-2009. En ese sentido lo que estamos tratando de hacer en mi equipo es incorporar un modelista de cultivos: el doctor Salado Navarro de Tucumán, una persona muy reconocida que -con nuestros pronósticos- pueda elaborar una tendencia de rindes. Los modelos de pronóstico del clima han avanzado mucho; lo que está fallando, y causando incertidumbre, es: ¿qué efecto tendrá, en los cultivos, lo que pronosticamos? Ese es el punto porque, en sí le digo, hace tres años la evaluación fue totalmente errónea.