Cuatro años pasan volando
Tras la victoria electoral de Cristina Fernández-Kirchner, casi todo el juego político ha quedado en manos del oficialismo. Poco y nada se hace desde la vereda de la oposición, cuyos referentes han quedado en su mayoría anestesiados, deprimidos o jubilados...
Tras la victoria electoral de Cristina Fernández-Kirchner, casi todo el juego político ha quedado en manos del oficialismo. Poco y nada se hace desde la vereda de la oposición, cuyos referentes han quedado en su mayoría anestesiados, deprimidos o jubilados.
El gobierno ya comenzó lo que será su futura gestión de gobierno. Las recientes medidas cambiarias, la supresión de subsidios y el acercamiento a los Estados Unidos demuestran que en la primera línea gubernamental se vé con inquietud el futuro cercano, tanto en el orden interno como en el externo.
Preocupan la desaceleración del consumo, la fuga de divisas, la inflación y el déficit fiscal tanto como la posible caída de las exportaciones, fruto de la crisis mundial, cuyos alcances aún no se pueden prever del todo. Los principales referentes gubernamentales saben que el 54% de los votos no alcanza para enfrentar con éxito los desafíos de la economía, y puede evaporarse si no se dan las respuestas adecuadas.
Hasta ahora, no se tienen certezas sobre cuál será –si existe- el plan del gobierno para hacer frente a los problemas enunciados. El control cambiario ha generado poco más que molestias, y ha despertado sensaciones de desconfianza y temor que ya derivan en el efecto contrario al buscado. Lo demás son anuncios y especulaciones.
Quizás recién se vea con claridad qué se va a hacer, cuando se sepa quiénes lo van a hacer.
El nocaut propinado por Cristina a la oposición ratificó su sólido liderazgo, pero debajo suyo, las peleas por los cargos aumentan día a día. Será la Presidenta y nadie más que ella, quien determine cómo será el reparto del poder debajo suyo.
Florencio Randazzo, Nilda Garré y Juan Manuel Abal Medinaconservarán y quizás aumenten su influencia. Quizás, alguno de ellos sea el futuro Jefe de Gabinete, en reemplazo del senador electo Aníbal Fernández.
Pero hay dos espacios del gobierno que despiertan las mayores expectativas e incertidumbres: la economía y las relaciones exteriores.
En la economía, pese al sermoneo presidencial en los foros internacionales, todo indica que el gobierno buscará un ajuste, aunque el término genere urticaria entre sus filas. ¿Quiénes serán los ejecutores? Amado Boudou –formado en el CEMA, un cenáculo de la ortodoxia monetarista- ya no estará en el ministerio, ocupado en tocar la campanita del Senado. ¿O pedirá una licencia para seguir en el cargo? ¿Logrará dejar en el sillón a Hernán Lorenzino o Diego Bossio? ¿O será ello demasiado poder para el galán-economista?
Quizás, Cristina decida ubicar en el ministerio a una figura fuerte, dada la magnitud de los desafíos, y sea el turno –por fin- de Mario Blejer. Menos posibilidades parecieran tener la desarrollista Mercedes Marcó del Pont –enfrentada a Boudou, no sólo ideológicamente-, Débora Giorgi, Ministra de Industria y Comercio, o el diputado y banquero comunista Carlos Heller. Sus perfiles no calibran con la idea de una etapa de ajuste de la economía.
En el área de la política exterior, probablemente se ingrese en un período de mayor cercanía a los países del G 20 –o sea, el mundo- y de relaciones más livianas con líderes como Hugo Chávez o Rafael Correa. Por supuesto, los discursos dirán lo contrario.
Carlos Bettini, Juan Pablo Lohlé y Alfredo Chiaradía compatibilizan –cada uno a su modo- con esta nueva etapa, al igual que el actual canciller Héctor Timerman. ¿Cuál será el perfil que preferirá la Presidenta? ¿un especialista que sepa leer hacia dónde va el mundo, o un hombre de estricta confianza? En la combinación de ambas fortalezas, el actual embajador en España le saca cierta ventaja a los demás.
Los gobernadores e intendentes en su mayoría mantuvieron su lealtad a la Presidenta en este proceso electoral. La dependencia financiera de las provincias respecto del poder central condicionará a sus mandatarios, en especial a Daniel Scioli, Juan Manuel Urtubey y José Manuel de la Sota quienes aparecen como los caudillos justicialistas con proyectos propios. Jorge Capitanich también, pero más apegado a las decisiones de Cristina Fernández, quien seguramente intentará la reforma constitucional que le permita una nueva reelección. Más allá de sus ambiciones personales, será una necesidad política para mantener encolumnados a todos los sectores del PJ durante estos cuatro años. Si no consigue la reforma, su delfín sería Amado Boudou.
También genera expectativa qué pasará con el sindicalismo. El año que viene vence el mandato de las autoridades de la CGT. Todo indica que Hugo Moyano no continuará al frente de la central obrera. Una operación conjunta de los gordos (ArmandoCavalieri, Gerardo Martínez, Andrés Rodríguez, Antonio Caló, etc.) yel sector de Luis Barrionuevo, con apoyo presidencial y amenaza judicial, obligarán a Moyano a recluirse en la Confederación Argentina del Transporte, la unión de los gremios que controlan la logística del país.
Es decir, que el hábil camionero conservará una dosis importante de poder, pese a todo. Además, sus acciones pueden cotizar más alto si la economía se complica y las presiones sociales aumenten. Allí –en la administración del conflicto- la capacidad del sindicalismo tradicional es valorada por el poder.
En la oposición, los primeros movimientos se dan dentro del radicalismo, en donde se aproxima el final del mandato de Ernesto Sanz.
Desde distintos sectores del centenario partido, se lanzarán sobre Ricardo Alfonsín, identificándolo como el principal responsable de la debacle electoral. Le facturarán su alianza con Francisco De Narváez, y con ella, su traición a los postulados socialdemócratas que insinuaba Ricardito. Teniendo en cuenta que la UCR carecía de candidato en la provincia, quizás sin el Colorado le hubiera ido peor aún.
Un grupo de intendentes y legisladores radicales enfrentados a Alfonsín, tomaron la iniciativa para forzar un recambio: Gustavo Posse, Walter Santalla, Mario Meoni, Héctor Gutiérrez, Oscar Aguad y Daniel Katz, entre otros, promueven cambios en la conducción del partido. El intendente santafecino Mario Barletta no se muestra junto a ellos, para presentarse como posible prenda de unidad.
Enrique Nosiglia será –una vez más- una figura clave en el rearmado radical. Su alta influencia entre los dirigentes del partido, y su relación estrecha con Mauricio Macri y Ramón Puerta hacen pensar en un posible entendimiento futuro entre el radicalismo, el PRO y los restos del peronismo federal (qepd), como polo opositor con chances de victoria frente al cristinismo.
Pero la tarea más importante del radicalismo será encontrar su identidad. El volantazo dado por Alfonsín –de Binner a De Narváez en pocas semanas- dejó al desnudo la carencia de ejes programáticos de la UCR. ¿Qué son los radicales? ¿socialdemócratas?, ¿centroliberales?, ¿..o simples contreras? La supervivencia del partido depende de la respuesta a esa pregunta; si no, marcha a su segura disolución.
Quien apareció como la revelación de estas elecciones, quizás pronto se apague. Hermes Binner dejará su sillón de gobernador y por dos años padecerá las carencias del llano. Sólo contará con su imagen aceptable para la clase media y las notas que le hagan los medios de prensa. Si el gobierno confirma su corrimiento al centro del espectro ideológico, le dejará un lugarcito a su izquierda, pero si –a la vez- pone en la discusión algunos temas como el aborto, la muerte digna, la despenalización de la marihuana o la reforma a la ley de entidades financieras, le arrebatará banderas y con ello, identidad. Binner corre el riesgo de ser para el cristinismo lo que Alvaro Alsogaray para Carlos Menem. Desde 1983 hasta la fecha, PJ se devoró a las fuerzas emergentes que intentaron terciar en su rivalidad con el radicalismo: el Partido Intransigente, la UCEDE, el FREPASO, etc.
Mauricio Macri prepara su definitivo armado nacional, que probará en 2013, de cara a las elecciones presidenciales del 2015. En este año, ya logró un éxito en Santa Fe, con la notable participación de Miguel del Sel, y con el resonante triunfo de su primo Jorge en Vicente López, accediendo el PRO a su segundo espacio de poder concreto.
Mientras va negociando con el gobierno nacional distintos aspectos específicos de gestión con relevancia política y económica –el juego, la policía, el subterráneo- lo enfrentará en las próximas elecciones de Boca Juniors. Mientras desde el oficialismo se apoya a José Beraldi, Macri sostiene a Daniel Angelici, quien iba primero en las encuestas hasta hace poco, pero los números empezaron a emparejarse. La enorme red de filiales de Boca en el interior del país, podría ser la principal estructura de Macri a lo largo del territorio nacional. No lo ayuda la buena campaña del equipo en el actual torneo. Un título beneficiaría a Beraldi, continuidad de la actual gestión.
En la Provincia de Buenos Aires, Jorge Macri tendrá la responsabilidad de armar el PRO en la primera sección, y Néstor Grindetti –de aceptable desempeño electoral en Lanús- hará lo propio con la tercera, mientras que Gabriela Michetti, bonaerense de nacimiento, buscará su reelección como diputada desde ese distrito. Para Gaby, será la oportunidad de volver a tallar fuerte en la política nacional, después de cierto ostracismo al que la condenó su enfrentamiento con los demás referentes porteños del PRO. El quince por ciento de los votos de la provincia son mucho más que el treinta de la capital.
El armado del PRO bonaerense en todos los distritos, y la presencia de Michetti obligará a Francisco De Narváez a volver a negociar con Macri su reelección como diputado. Pese a que el Colorado retuvo el 20% de los votos –que no es poco- perdió por paliza con Daniel Scioli, y su figura ya no se la puede asociar con el éxito.
En el resto del país, Emilio Monzó –futuro Ministro de Gobierno de la Ciudad- armará las roscas con dirigentes políticos y sociales locales, recogiendo heridos y promoviendo nuevos referentes, con el objetivo de ofrecerle a Macri una estructura propia para las elecciones del 2015. El jefe de gobierno porteño sólo necesita redondear una buena gestión en la principal vidriera del país para ser el challenger obligado del oficialismo.
Estos cuatro años marcarán un cambio generacional en la primera línea del poder, con una reformulación profunda del sistema de partidos políticos. Será un período con crisis mundial con alcances aún no mensurables, y una inquietante serie de desafíos locales.
Hoy tenemos grabado el impacto del 54% de Cristina, y los 30 puntos de diferencia al segundo, pero son muchas las cosas que están sucediendo y por suceder en un mundo muy acelerado, y en una Argentina siempre agitada.
En este largo camino que llamamos Historia, cuatro años pasan volando.
Por Mariano Rovatti, Blog ArgenPolítica, para El Ojo Digital
Web: http://www.argenpolitica.com.ar/