La tragedia no denunciada sobre el represivo régimen comunista en Cuba
Cuba –según lo que se escucha, ve o lee en algunos medios de comunicación– es un lugar que ha permanecido incólume frente al empobrecimiento ocasionado por el embargo de Estados Unidos. Ultimamente, se oye que Cuba está intentando promocionar audaces reformas, no solamente en economía, sino también en lo social ("¡Acaba de permitir que los homosexuales se casen!"). El pueblo aún baila.
Pero la realidad de Cuba se parece poco a la narrativa sobre la pequeña isla valiente. La penuria de Cuba no tiene nada que ver con la decisión de Estados Unidos de no comerciar con la isla comunista, sino con que la isla sea comunista en primer lugar. Si el comunismo produjo miseria en Europa y Asia (donde la mitad de Alemania y Corea se quedaron estancadas bajo la represión mientras que sus mitades capitalistas prosperaban en libertad económica y política), ¿por qué iba a ser diferente el resultado en el Caribe?
El comunismo es una tragedia humana, esclaviza el alma al tiempo que no produce suficientes bienes para el pueblo que penosamente lo sufre. Los países comunistas son grandes prisiones; las fronteras deben cerrarse para evitar que la gente escape. Y dentro de ese infierno, hay pequeños círculos donde se intensifica la represión. Sea el Gulag, el campo de reeducación o, en el caso de Cuba hoy en día, palizas públicas a manos de las turbas del gobierno para aquellos que se atreven a decir lo que piensan.
Podría pensarse que un periodista querría informar sobre ello, especialmente cuando —como es el caso de la Cuba de hoy —el pueblo ha decidido finalmente arriesgarlo todo y salir a las calles a expresar su oposición. La realidad, sin embargo, es otra vez es todo lo contrario.
En la Cuba de hoy, hay un movimiento disidente creciente y dinámico, encabezado por un grupo de mujeres llamado Las Damas de Blanco. Originalmente organizado por las esposas de presos políticos, ahora ha galvanizado a otros para que pierdan el miedo y expresen sus sentimientos anticomunistas en público.
Sus actos son dignos. Marchan a misa con ramos de flores los domingos, a veces se paran en las plazas y cantan consignas o se reúnen en sus casas.
La represión que el régimen comunista de Cuba ha desatado en contra de estas pobres mujeres es cualquier cosa menos digna. Matones del gobierno transportados en autobús para la ocasión las han capturado, empujado, arañado y golpeado. En una oportunidad, en la ciudad de Santiago de Cuba, a estas mujeres las desnudaron hasta la cintura y las arrastraron por las calles. En otro caso, las mordieron. La fundadora del movimiento, Laura Pollán de 63 años de edad, murió en prisión el mes pasado y sus restos fueron devueltos a su familia solamente después de que fuese incinerada.
Aunque es exasperante, entendemos por qué los periodistas establecidos en La Habana son reacios a informar sobre dichas historias, difundir estos sucesos o sobre la generalizada realidad insensibilizadora del comunismo. Si lo hacen, los mandarían en el siguiente avión (a un destino que a cualquier cubano le encantaría, por supuesto). Como la bloguera cubana Yoani Sánchez, caso raro porque se le permite decir lo que piensa y recibe palizas sólo ocasionalmente, publicó el mes pasado en la revista Foreign Policy:
La disyuntiva de los corresponsales extranjeros –popularmente conocidos como ‘colaboradores extranjeros’– es o bien hacer concesiones en lo que informan a fin de permanecer en el país o contar la realidad y exponerse a ser expulsados. Los medios de comunicación internacionales más importantes quieren estar aquí cuando el tan esperado ‘Día Cero’ llegue – el día en que el régimen de Castro por fin abandone la historia. Desde hace años, los periodistas han trabajado para mantener sus puestos para estar aquí presentes y poder enviar sus reportajes con dos páginas de fotos, testimonios de personas emocionadas e informes sobre coloridas banderas ondeando por todos lados.
Pero ese escurridizo día se ha sido posponiendo una y otra vez. Mientras tanto, las mismas agencias de noticias que informaron sobre los acontecimientos de la plaza Tahrir o sobre los combates en Libia minimizan el impacto de determinados eventos en Cuba o simplemente guardan silencio para conservar su permiso de residencia en el país. Esta mordaza es mucho más dramática entre aquellos periodistas extranjeros con familia en la isla a la que tendrían que abandonar o desarraigar si su acreditación fuese revocada. Los crueles empleados públicos del Centro de Prensa Internacional (CPI) conocen bien los delicados hilos del chantaje emocional y los manejan a placer una y otra vez.
Sin embargo es injusto señalar solamente a la prensa. La administración Obama tampoco ha hecho nada para exponer la difícil situación de los cubanos, incluso durante la actual ola de represión contra las Damas de Blanco.
Dos razones se dan para este tratamiento blando. Puede que el presidente Obama no quiera complicar el caso de Alan Gross, un americano de Maryland que Cuba ha tomado como rehén. Gross fue enviado a Cuba en 2009 por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) para configurar la conectividad a internet para la menguante comunidad judía de Cuba. Fue detenido en diciembre de 2009 y ha sido condenado a 15 años por el delito de traer teléfonos satelitales y computadoras portátiles a Cuba. Además el presidente Obama quiere establar contacto con los hermanos Castro.
Nosotros en la Fundación Heritage concordamos con Churchill y Reagan en que no se debe apaciguar a la tiranía. Tenemos una orgullosa historia de resistencia frente al comunismo, incluyendo la variedad caribeña, una iniciativa liderada durante décadas por gigantes como Lee Edwards, presidente de la Fundación del Monumento a las Víctimas del Comunismo.
Hoy martes 15 de noviembre hablaremos sobre estos temas en dos eventos organizados por la Fundación Heritage, el primero dedicado a Cuba y el segundo al comunismo. Véalo aquí online.
En el primer evento a las 10 am (ET), presentaremos el discurso de apertura de la Representante Ileana Ros-Lehtinen (R, FLA), presidenta del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes, así como un panel con lo último sobre Cuba.
En el segundo evento, que sigue a las 11 am (ET), echaremos la vista atrás en el 20º aniversario de la caída de la URSS, antiguo protector de Cuba, junto a un panel de expertos de la Fundación Heritage y con el distinguido erudito especializado en la Unión Soviética, el profesor Richard Pipes.
El colapso de la Unión Soviética fue una gran victoria, pero la supervivencia del régimen de Castro y la creciente ola de autoritarismo en Rusia, nos debería recordar que no todos los logros de 1991 están afianzados. Así que, además de celebrar el regreso de la libertad a la Europa del Este, vamos a ver cómo las lecciones e inquietudes de hace dos décadas son relevantes en la actualidad.