Tal vez, la historia vuelva a repetirse
“Para conducir un pueblo la primera condición es que uno haya salido del pueblo, que sienta y piense como el pueblo” (Juan Domingo Perón)
Corría el mes de Octubre de 1983, un año de puja electoral como pocos. Raúl Ricardo Alfonsín juntaba multitudes en su cierre de campaña.
Italo Lúder no le iba en zaga, y respondía con una convocatoria donde sus participantes se contaban por millares. Una seguidilla de errores sentenció la puja y el peronismo caía derrotado en forma apabullante por casi doce puntos.
Alfonsín -con un discurso cuasiperonista- logró imponerse e incorporar a miles de jóvenes militantes, tal como sucede actualmente con los “chicos” de la Cámpora.
Aquella vez, se trataba de la Juventud Radical. Esta se expresaba en las calles, en sitios y cargos públicos, y a través de la histórica Franja Morada, principalmente en los ámbitos universitarios.
Se hacía imposible, por aquel entonces, criticar al mítico R.A., ya que sus fanáticos ahogaban cualquier comentario contrario al líder.
Raúl Alfonsín era afecto a alabar a la socialdemocracia europea y, en su lucha a favor del “progresismo”, la emprendía contra las instituciones de la República, a los factores de poder y a los grupos de presión.
Fue embistiendo contra las Fuerzas Armadas, contra la Iglesia, contra el sindicalismo, contra los medios de prensa y contra todo aquello que no abrevaba en sus fuentes.
El ex presidente quería parecer peronista, pero no lo era. Pretendió formar el Tercer Movimiento Histórico y que el mismo se perpetuara por más de un siglo.
No había oposición de la clase política y tampoco existían referentes creíbles. La dirigencia peronista se debatía en sobrevivir, tratando de localizar a los “mariscales de la derrota” para cargarles el revés electoral.
Y fue una figura que no provenía de la política quien mantuvo viva la mística peronista. Se trató de alguien que cobijó a numerosos dirigentes durante cuatro años, impidiendo que aquel movimiento creado por Juan Domingo Perón se atomizara o desapareciera detrás de la impronta populista del alfonsinismo.
Saúl Ubaldini, destacado dirigente sindical, se cargó al hombro al peronismo y lo mantuvo indemne hasta que llegara el tiempo de renacer. Pero, antes de que apareciera la llamada “renovación peronista”, mucho tiempo transcurrió. Y durante esos largos, años "Saúl querido" libró batallas en soledad.
Gracias a su lucha incansable, la Ley Mucci naufragó cuando estaba al borde de llegar a buen puerto. Su historia era heroica, su gesta durante los años complejos y duros de la dictadura le valió el reconocimiento de la mayoría de sus pares.
De la mano de Lorenzo Miguel, llegó a la cabeza de aquella CGT unificada, y desde allí mantuvo vigente el discurso peronista.
Raúl Alfonsín creía que imitando ciertas políticas sociales del peronismo podía desplazar al eterno movimiento. Pero él jamás se sintió peronista. Los tiempos actuales invitan a recordar aquel intento.
El gobierno de los Kirchner NUNCA SE SINTIÓ PERONISTA. Sus dignatarios pretendieron gestar otro movimiento y lo hicieron público cuando lanzaron aquel ensayo fracasado de la “transversalidad”. El objetivo era, ni más ni menos, licuar al peronismo.
Para refrescar la memoria de muchos, aquel 20 de diciembre de 2001 fue en Santa Cruz -la provincia gobernada por Néstor Carlos Kirchner- el territorio en donde surgieron los primeros cacerolazos. El entonces gobernador envió a su fuerza de choque, con Rudy Igor Ulloa a la cabeza, a reprimir la protesta social del modo más feroz.
Como lo ha dicho el Camionero Hugo Moyano, en ocasión de su último discurso, "este gobierno no es peronista”. Aunque tardó en advertirlo, no dudó en expresarlo cuando sintió que era evidente un sesgo no-peronista en el renovado proceso del cristinismo.
Hoy tampoco existe oposición a la vista, en tanto que los verdaderos peronistas se encuentran lejos de identificarse con el actual modelo. Otra vez, la historia le brinda al sindicalismo la oportunidad única de mantener vivo aquel movimiento que creara el General Perón.
La Presidente no sabe -o no entiende- que JAMAS podrá colocar al frente de la CGT a un “perro faldero”. La CGT, aún con Perón en vida, supo mantener un protagonismo envidiable. Y ahora le toca a Hugo Moyano, que conoció y trató al gran Saúl, emularlo o traicionarlo.
La sociedad no tiene otro referente ante el embate de Cristina contra todo y contra todos. El modelo actual es aquel de la Patria Socialista que algunos quisieron imponer con el “tío Cámpora”, atentando contra Perón.
Las voces críticas al gobierno deben acallarse. Lo propio sucede con la de los medios, la de los sindicatos, la de la Iglesia, la de los ciudadanos, la de los gobernadores que no se arrodillen, etc. Ese es el objetivo, y si para ello deben congraciarse con unos para vencer a otros y después traicionarlos, lo harán sin escrúpulos.
Así como Alfonsín contaba con los buenos oficios de la Juventud Radical y a Franja Morada, Cristina trata de imponer su relato fanatizado a través de los muchachos de "La Cámpora", reclutados por Máximo Kirchner y un discurso que reza sobre una redistribución de la riqueza inapelablemente inexistente.
Se acabaron los subsidios, pero el Gobierno Nacional no piensa ajustar hacia adentro de sus filas. El ajuste lo pagarán la sociedad y los trabajadores, aún a costa de quedarse sin obras sociales. Los funcionarios actuales y sus beneficiaros seguirán engrosando sus bolsillos, y para ello reparten las migajas del pan de hace una semana.
El interior profundo conoce bien la esencia de esta reflexión, porque ellos han sufrido la política devastadora de la actual Administración. Pero el miedo a perder un empleo público o una dádiva de un plan los inmoviliza.
Quien esto escribe, ha tenido el honor de conocer y tratar personalmente a Saúl Ubaldini y a otros grandes sindicalistas, con los cuales he tenido oportunidad de compartir trabajo común (Rubén Pereyra, José Luis Lingeri, entre otros). A otros tantos, he tenido la oportunidad de tratarlos circunstancialmente. Hoy, no caben dudas de que es la hora del Movimiento Obrero Organizado.
Con Hugo Moyano a la cabeza, o con quien ellos entiendan que será su mejor representante. Mas esta lucha no servirá si el vuelo de quien lo imponga es corto. Ya no alcanza con golpear la mesa y sentarse a negociar, dado que esa estrategia no le cabe a un gobierno que es sordo, ciego e insensible.
En el sistema de pensamiento único las instituciones (Poder Legislativo, Poder Judicial, etc.), los medios de comunicación, los sindicatos, las Fuerzas de Seguridad, los universitarios, los intelectuales y todos aquellos que tengan una óptica diferente, son absolutamente prescindibles. Se los usa, para luego descartarlos.
Se aproximan tiempos difíciles, muy similares a aquellos en los que gobernaba Raúl Alfonsín.
Los verdaderos peronistas (gobernadores, intendentes, dirigentes de todos los niveles políticos, o simplemente afiliados) deberán elegir de qué lado del mostrador se posicionan.
Ya es conocido que el Gobierno Nacional no es peronista. También es sabido que el Movimiento Obrero Organizado siempre lo ha sido.
Solo resta conocer si acaso los dirigentes sindicales estarán a la altura de las circunstancias y, como en aquella epopeya de Saúl Ubaldini, podrán mantener viva la llama del verdadero peronismo a la espera de mejores tiempos.
O si sucumbirán definitivamente, detrás de una patria irremediablemente perdida.
Por el Dr. Osvaldo José Capasso -Abogado-, para El Ojo Digital Política
e-Mail: osvaljo01@hotmail.com