Un verdadero tributo a Martin Luther King
El mayor tributo que se puede hacer al legado de Martin Luther King, Jr., no es nombrar una calle en su honor o celebrar una fiesta nacional. Es dar nuestro reconocimiento y apoyo a aquellos que trabajan para cristalizar su visión, que empodera a aquellos que se enfrentan a los mayores obstáculos mediante relaciones personales que restauran la fibra moral de la sociedad civil sin la necesidad de intervención gubernamental federal.
Como dijo una vez el ex secretario de Vivienda y Desarrollo Urbano, Jack Kemp: “Necesitamos una agenda antipobreza que se fundamente en el capitalismo democrático, no el socialismo, y en la propiedad privada, no el control del gobierno. Nuestra definición de compasión no es cuánta gente vive de la plantación de subsidios gubernamentales, sino cuánta gente se libera de la dependencia del gobierno”.
Entre esos grupos de personas que están llevando a cabo la visión del doctor King hay tres jóvenes —Curtis Monroe, Michael Toland y Roger Marshall— que dan su tiempo, talento y el dinero de su trabajo diario sirviendo como entrenadores deportivos y mentores de jóvenes en riesgo en la comunidad de viviendas públicas Benning Terrace, en Washington, D.C.
La inversión de este trío de voluntarios es, de hecho, una iniciativa de vieja gratitud y reciprocidad. Dos de ellos crecieron en Benning Terrace y su infancia y adolescencia se malgastó en un entorno destrozado por las guerras de bandas en que una cara familiar desaparecía del vecindario prácticamente un mes sí y mes no, víctima de la violencia.
Hace quince años se salvó las vidas de Monroe y Toland y se recuperó su futuro cuando un grupo de amigos que se hacía llamar La Alianza de Hombres Preocupados se sintieron llamados a intervenir después de que la violencia alcanzara un terrible clímax: Se descubrió el cuerpo de un niño de doce años en un arroyo congelado que había sido disparado al modo ejecución.
Los miembros de la alianza habían estado involucrados en el algún momento en el delito, las drogas y la violencia, pero cada una de estas vidas se había transformado. Debido a que estaban familiarizados con los peligros diarios de la vida en el núcleo de las ciudades y estaban versados en la subcultura de las bandas, se ganaron prontamente la atención y el respeto de los jóvenes. A través de las reuniones del Center for Neighborhood Enterprise (CNE), desarrollaron un plan de acción. Compartieron información con asociados de igual nivel que habían trabajado con éxito con pandilleros en otras partes del país. También contactaron con David Gilmore, el director de Vivienda de D.C. en aquel tiempo, quien vio el potencial de esta intervención y ofreció proporcionar empleos a los jóvenes que rindiesen sus armas.
Pandilleros que estaban en guerra entre sí aprovecharon la oportunidad para salir del ciclo de violencia en que estaban inmersos y voluntariamente aceptaron trabajos desde borrado de graffiti a jardinería, pasando por reparaciones menores en edificios. El vecindario fue transformado y pasó de ser un basurero a una comunidad vibrante. No ha habido una sola muerte relacionada con bandas en los siguientes diez años.
Hoy, Monroe, Toland y Marshall, que experimentaron esa transformación de primera mano, están invirtiendo en la tercera generación de niños de Benning Terrace. Su mentorización va más allá de cómo pasar una pelota de fútbol o de bloquear a un jugador contrario, ya que hacen de tutores morales y consejeros a los que confiar secretos. Su inversión es crítica para el futuro de cada uno de los jóvenes con que trabajan.
Estos voluntarios también celebran sesiones semanales de orientación y guía. En una reunión reciente, siete de ocho partícipes informaron de que sus padres estaban en prisión. Las estadísticas muestran que los adolescentes que no viven en familias intactas tienen más probabilidades de implicarse en delitos y actividades delictivas y comportamientos de riesgo y que es menos probable que tengan éxito en la escuela. Pero Monroe, Toland y Marshall han rehusado relegar a los jóvenes de Benning Terrace a las listas de una “generación perdida”. Estan disponibles las 24 horas de cualquier día para los chicos que tienen necesidad y sirven como sustitutos de los hermanos mayores y padres, llevándoles a tomar pizza tras el fútbol y yendo a sus escuelas a consultar con los maestros.
Estos hombres están reconstruyendo la sociedad civil, demostrando la preocupación por otros individuos en un nivel personal que es el más efectivo para transformar conductas y cubrir las necesidades de las personas.
Hacen muestra del poder de estar presente donde se necesita — claro contraste con los esfuerzos impersonales de los programas públicos y la excesiva dependencia en los toques de queda y las cámaras de vigilancia. Como parte de una red nacional, estos líderes comunitarios de tan alta dedicación están demostrando que es posible contrarrestar los hados de la pobreza y la desventaja inducida. En vez de entregar a los jóvenes a otro ciclo de pobreza generacional y concomitante dependencia de las dádivas del gobierno, estos sanadores comunitarios están mostrando una forma opcional realista, otra forma distinta a la intervención del gobierno. Los políticos deberían tomar nota de la innovación y éxito de esfuerzos de comunidades de base como Benning Terrace para afrontar la ruptura social que tan a menudo causa pobreza, delitos y devastación de las comunidades locales.
Su inversión es un tributo poderoso, vivo y duradero a la visión y sacrificio del Dr. King.
La versión en inglés de este artículo está en Heritage.org.
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