El déficit de movilidad, contra "el sueño americano"
Estados Unidos es, por antonomasia, el país de la oportunidad y de la movilidad. ¿Lo es? Estudios recientes apuntan a que esta realidad ya no lo es tanto.
No solo me refiero a la desigualdad de ingresos en un país donde el 1% concentra una riqueza superior al 90% restante o donde, de entre los cien ejecutivos mejor pagados de Estados Unidos, 25 ingresan más de lo que la compañía paga en impuestos.
Me refiero también a la falta de movilidad económica. Recientes estudios, como los publicados por la OCDE, señalan que países como Francia, Alemania, la mayoría de los países escandinavos y Canadá están tomando la delantera a Estados Unidos.
En la misma línea, Paul Krugman publicó recientemente un artículo donde criticaba la creciente estratificación de la educación en Estados Unidos. Mientras en 1980 las becas cubrían hasta el 77% de los costes durante los cuatro años de estudios universitarios, hoy esa cifra se sitúa en torno al 36%.
Como apunta Thomas B. Edsall, el sistema educativo en los Estados Unidos de América se está convirtiendo en una forma de reproducción del privilegio: el 74% de los estudiantes que acceden a las universidades más prestigiosas como Harvard, Emory, Stanford o Notre Dame proceden de ese 1% más rico, mientras que solo el 3% proceden del quintil más bajo.
Algo serio está sucediendo, como el artículo The Go-Nowhere Generation reflejó acertadamente la semana pasada en el New York Times.
Esta vez, el énfasis recae sobre el descenso en la movilidad geográfica de la siempre tan dinámica sociedad americana. Hoy, la posibilidad de que un ciudadano estadounidense se traslade a otro Estado es un 40% menor que en 1980.
Más ilustrativo aún: en Nevada hay un 13% de desempleo, mientras que en su vecina Dakota del Norte, la tasa de desempleo es solo del 3%. El precio del autobús para desplazarse es de 200$, y las posibilidades de encontrar trabajo son bastante mayores. Sin embargo, la población joven no se desplaza.
¿Qué sucede entonces? Debe haber algo más.
Un estudio de Pew Research Center indica que, ante situaciones de crisis, los ciudadanos tienden a considerar más importante el factor suerte frente al factor esfuerzo a la hora de lograr un puesto de empleo. Si a eso le unimos la creciente falta de movilidad social entre los estratos, obtenemos el resultado actual en el que la relación entre esfuerzo y recompensa no es tan obvia.
Hasta ahora, Estados Unidos ha tenido muy presente la desigualdad de ingresos, pero no tanto la creciente falta de movilidad social. Si el gobierno federal no intervenía, era precisamente porque en su argumentario prefería una igualdad de oportunidades (que potenciara la competitividad, transparencia y el mérito) frente a una igualdad de resultados.
Pero, ¿y si la igualdad de oportunidades ya no fuera tal?