El insanable "Síndrome de Gavilla"
El terrible esfuerzo para el cuento... Y el trabajo duro de mentir... El arduo rigor del falseamiento... Y el yugo de sofismas absolutos... Nos muestran ser los pobres sustitutos... De una falta lastimosa... De talento (G.A. Bunse, "Poemas de la Argentina Trágica")
10 de Abril de 2012
Cuando uno mira al trasluz, detenidamente, a quien sin dudas ya ha ganado el cetro como “el gobierno más corrupto de la historia nacional”, puede ver un tropel y una gritería...
Una desbandada de ladrones, que exhiben un perfil desopilante:
No huyen escapados del brazo de la Justicia.
No. Esta es, justamente, una parte principal de la saga.
Hacen otra cosa distinta:
Se juzgan mutuamente en el cloacal escenario ético de su microclima de ladrones, por cuanto uno se la sacó a otro... o ese otro no la repartió con quien debía. O, acaso este último, se la estaba llevando sin avisarle nada a nadie.
El que se va no es porque se haya hecho con él una limpieza formal de los corruptos. No. Es echado por otros tan corruptos como él... que no le admiten inmiscuírse en los latrocinios de escala.
Y, cuando caen los deshonestos, pendulan entre dos extremos...
O siembran el estrépito para caer. O hacen silencio apostando al olvido...
Honorablemente, no se van. Sostienen, hasta el fin, su acrobática inversión de los valores éticos.
Existe una perturbación del juicio que les impide medir el bien y el mal con el cartabón aceptado por la ciudadanía.
Jamás en la historia hubo un cambio de último momento en el espíritu de un indecente. Jamás hubo un gesto de auténtica nobleza.
Transidos de miedo, van al cadalso con gesto plañidero, suplicándole al verdugo... O se retiran a empellones, profiriendo amenazas y un rosario de inventos de último momento, lo cual mantiene llamativamente viva la originalidad variopinta de su farsa.
De sus secretos, vomitan todos los que recuerdan, para establecer una especie de escarmiento compensatorio... Pretenden llevarse de la manga a quien sea. Y es por esa razón que mezclan, allí, verdades con mentiras. Pero es seguro que revelan, ese día, considerable cantidad de verdades... sólo para avisarles a sus pares lo que saben.
Hasta último momento, suelen ser un muestrario escalofriante de revelaciones de su complicidad y de conductas carentes del menor escrúpulo.
La clemencia que exigen para ellos -con un rosario colgado al cuello- es una grotesca obra de hipocresía que, creen, les está saliendo bien.
Ignoran, incluso -en su tonta soberbia de alcantarilla- que nadie dice nada y que todos callan en derredor suyo, seguramente paralizados por la vergüenza ajena. Viéndolos en esa contorsión tan barroca, sin la menor elegancia, torpe y nunca exenta de ridiculez.
Una ondulación aérea de mediocridad... a baja altura.
Aquí ya no se necesitan demasiadas señales más. Todo promete ser igual o peor. Sin el menor escepticismo, eso es lo triste.
Digámoslo claramente:
En esta película de la gran ridiculez espiralizada, saltan los jueces por los aires a borbotones. Embarrados hasta las orejas algunos. Avergonzados los otros... Puestos en el cepo del apriete los que se descuidaron.
Luce como el clima de una vulgar recua de pillos, cuando se produce, entre ellos, una mejicaneada.
Pero es nada menos que un síndrome. Un conjunto de síntomas y signos que prefiguran la gran enfermedad: "el Síndrome insanable de Gavilla".
Todo promete proseguir en este trágico subsuelo moral de sus decisiones, con rumbo a los mismos destinos de irregularidad. Con los mismos personajes. Con el mismo nivel de latrocinio y con la misma mediocridad política, desmoronada sobre nuestras conciencias cada día.
Muchísimo peor aún:
Lo que se advierte hoy, en la gavilla, es una profundización enfática de los vicios y una impune dilación en allanarse a aceptar que el mundo no perdona los errores. Y, mucho menos, ha de perdonar la impía acumulación de tanta salvajada de insinceridades.
Todo va a seguir luciendo los perfiles que van recto a un desastre.
La gavilla usa, como raro uniforme, una calavera reluciente que enarbola y sostiene en el aire para advertirle a su ex compañero de robos.
Acusan de mafioso a un mafioso como ellos. Y lo hacen -como es lógico- con el procedimiento más mafioso que conoce. Un mecanismo de aprietes que se desarrolla siempre con ese objeto.
Agazapados, sacan a relucir pruebas, fechas y hasta grabaciones que cada uno posee del otro. Veloces como el rayo, tratan de adivinar de qué lado viene la guillotina...
Como saben que no queda mucho tiempo, miran el reloj y hacen lo de siempre: amenazan con el estrépito.
Obsérvese, pues, la originalidad: corrompen a la corrupción.
En matemática, se diría que han inventado el logaritmo corruptivo.
Esto es así:
A los corruptos se les ordena venderse a alguien más corrupto, y así sucesivamente, hasta que se configura la famosa escala de mérito corrupto.
Es una especie de grandiosa aquellarre, en donde las propias brujas son las que salen corriendo de miedo cuando, en rigor, son ellas las que deberían promoverlo.
Desvencijados y confundidos, cometen hoy errores tan gruesos en los cálculos que ya, hace bastante tiempo, le apuntan al cura y le pegan al campanario.
Arquitectos del robo de los infradotados, enfundan sus armas a las apuradas y, al hacerlo, se pegan un tiro en la ingle.
Denuncian candorosamente que los fueron a coimear, aceptando, con ello -como mínimo- que se los reconocía como único vehículo de la gestión. Y, así, terminan pegándose el cucurucho en la frente...
Del miedo que los embarga, entran "pasados" a cualquier curva... Y terminan formando parte del paisaje. Colgados de un árbol.
Ni éstos ni otros diferentes a estos han de enjuiciar la formidable trama de irregularidades inexplicables que empezaron hace rato a salir a flote durante esta gestión...
... desde el incremento patrimonial astronómico, hasta la destrucción de la seguridad pública y de la defensa nacional.
Un espectáculo... ante un mundo que confirma su sospecha sobre la inseguridad jurídica y su sostén primario: la genuflexión de una parte notable del empresariado al que, cualquier colectivo, lo deja bien.
Se trata de la demolición institucional sistémica, el incendio del texto de la Carta Magna, el burdel parlamentario, la promiscuidad pseudobanderiza de un peronismo de mil caras... que existe sólo como excusa para robar de distintos modos y la complicidad de casi todo el "corpus" de los tres Poderes del Estado.
Igual o peor serán la formidable desidia investigativa de cualquier delito gubernamental, la elucubración malsana del populismo subsidiador y prebendarlo... Y la abierta connivencia con este terrorismo encorbatado.
Todos los días -sólo para defenderse- los discursos monocordes, acusatorios y su repetida retórica vacía e iridiscente. Plena de vapores insustanciales.
Y el panorama tétrico de ver cómo se arrojan de los techos y de las ventanas, como en un incendio... optando por el vacío antes que las llamas. Prefiriendo el estrépito del golpe al olvido de las cenizas.
Precisamente, por esa gran desesperación, terminan estrellándose sobre la propia ciudadanía. Es la enfatización de los símbolos paganos por encima de las realidades que los sustentan.
Por ello, un poco antes de aceptar que rueden sus cabezas -y para esquivar el castigo-, la gavilla (autodepurada) relanzará su quincuagésimo mandato...
... parada sobre las arcas del Estado.
... parada sobre las arcas del Estado.
Por el Lic. Gustavo A. Bunse, para El Ojo Digital Política
e-Mail: gabunse@yahoo.com.ar
Twitter: http://twitter.com/gbunse