Construyendo un imperio: cuando el "ir por todo" es reflejo de pánico y aprensión
El arrebato confiscador/expropiador, la confección de una arquitectura mediática paraoficialista, la manipulación discrecional de variables económicas y la prerrogativa de la reforma constitucional son -entre otros- síntomas de una enfermedad que el kirchnerismo arrastra desde su ADN: el desvelo por la concentración del poder. Pero la avanzada no se nutre de optimismo sino, antes bien, de un temor reverencial por el futuro.
Superado el moméntum histórico de las Presidenciales de octubre de 2011 y el tan promocionado 54% con que Cristina Elisabet Fernández Wilhelm se alzara con la victoria en las urnas, el oficialismo -convenientemente reconvertido a cristinismo- ha hecho valer aquella vieja premisa, generalmente aplicable a escenarios bélicos, que reza que "la Historia es escrita por los vencedores".
Con el holgado triunfo ya en mano, la reelecta Administración se ocupó de echar leña al caldero de la ya de por sí bien aceitada maquinaria de propaganda, con el objeto de colorear a la propia historia familiar con el pincel del relato épico. El desaparecido Néstor Carlos Kirchner dejó de ser el personaje indolente y cuestionado por su participación en hechos de una corruptela tan portentosa como surrealista, para transmigrarse en un auténtico santo patrono del "modelo". La juventud camporista también optó por imprimirle a su rol militante el carácter de legítima heredera de los mandamientos legados por el pontificado difunto. Y así sucesivamente. La comunicación oficial y paraoficial, dotadas de un criterio cínicamente vanguardista, debían cuadrar con todo lo demás. Se llega, de esta manera, al "Vamos por todo", que pudo leerse en los labios de la Presidente de la Nación en el acto público llevado a cabo en la ciudad de Rosario, poco tiempo atrás.
Por estas horas, sorprende que aún existan voces que se escandalicen por la poca ortodoxa metodología a la que recurren el Gobierno Nacional y sus personeros para quedarse hasta con las últimas migajas del costoso convite. Castigando a aliados extraños -pero hostigando y humillando a propios-, y habiendo reducido a escombros a un partido peronista cómplice. Amenazando abiertamente a propietarios de medios "ajenos", pero sin dejar pasar oportunidad para construir un panorama favorable para todas y cada una de sus acciones, desde un espectro periodístico bajo su control o bajo el de sus testaferros. Porque el plan consistió, desde un primer momento, en abarcarlo todo. Sobreviviendo a costa de la indulgencia de incrédulos y apáticos.
En el ámbito local, la sorpresa de los críticos -muchos de ellos, legisladores de la oposición- es a todas luces condenable, y acusa no solo falta de criterio analítico, sino un desconocimiento profundo de la historia mundial. La entidad abstracta que se ha dado en llamar "kirchnerismo" no refleja procederes demasiado diferentes a los del nacionalsocialismo alemán, al del matrimonio Ceaucescu de la ex Rumanía comunista, al de la doctrina draconiana del "Año Cero" del genocida camboyano Pol Pot o (para algunos) al observado durante la Revolución Cultural de Mao. Sin importar que se perfilen gradaciones operacionales en la comparativa (el régimen de Adolf Hitler concentróse en la limpieza étnica del individuo "extranjero", mientras que el etnocentrismo colectivista encarnado por el Khmer Rouge exterminó a 1.7 millones de personas, el 21% de la población de Camboya), los albores de cualquier autoritarismo siempre han coincidido en formas y mecanismos.
La conceptuación ideológica y la reconversión de los polos societarios en amigo/enemigo continúan, luego, con la persecución. Eventualmente -y si acaso la explotación de la psiquis del objetivo fue programada más o menos eficientemente-, el sistema cobra una suerte de "vida propia". Sus agentes/actores se perciben a sí mismos como portadores de ese gen diferenciante y se arrogan el derecho de arremeter contra los intereses -e incluso la existencia física- de terceros, sean estos particulares o personas jurídicas. En ocasión de ciertos subsistemas políticos combinados con una fenomenología de corte social, las desviaciones se multiplican (tal es el caso del desbande del peronismo en los años setenta, con la amplificación de grupos paramilitares y terroristas de variado espectro ideológico y alcance operativo). Propaganda y prensa adicta o de alquiler, agents provocateurs, policía secreta, servicios de Inteligencia y comisariato político son siempre parte de la receta, y aquí reside, precisamente, la necesidad de la amenaza y la extorsión; porque la misma subsistencia del modelo bajo estudio depende siempre de la permanente vigilancia de las amenazas presentes y potenciales. Correcto o incorrecto, el "Ir por Todo" siempre es parte del ADN de la nomenclatura. Cuando la intelligentsia del poder debe lidiar con prensa y oposición política, el modus operandi suele coincidir: se coopta a quien es pasible de ser cooptado; se amenaza y se contamina; se infiltra y se lo destruye desde dentro de su organización.
Aquellos sistemas más reaccionarios y homogéneos recurren a medidas de más largo plazo, promoviendo a la concentración de la economía para que la actividad pueda ser regulada a piacere por el Estado y con la meta de que muy pocos -o nadie- pueda subsistir fuera de él. No en vano, la Argentina de los últimos años ha observado un inapelable retroceso de la actividad privada en desmedro de la estatal. Esta prerrogativa -que, en la práctica, suele devolver mayor desocupación, inflación, desempleo y subempleo- es el método definitivo para acercar al núcleo propio a todos aquellos que han quedado "afuera" de él. Como herramienta complementaria, la nomenclatura termina por disfrazar la realidad macroeconómica a través de la falsificación de sus índices, en tanto que absorbe grandes firmas para que sean controladas por sus propios referentes o protegés. Todo lo cual redondea en una faena perfecta desde lo propagandístico. Esta también es otra de las razones por las cuales la ideología predominante considera enemigos o némesis a cualquier organización no gubernamental (ONG) o think tank (en su referencia foránea) que tiene por principio a la crítica contra cualquier tipo de intervención estatal en la economía y el quehacer cotidiano de las personas individuales. A la postre, los sistemas bajo análisis -completadas estas primeras etapas- echan mano de cualquier variable que sirva a sus intereses por extender el propio ciclo de vida, más allá de lo plausible y de lo que admiten las leyes de entropía. Aquí hacen su aparición propuestas del estilo "reforma constitucional", reelección indefinida, y otros tantos etcéteras. Cualquier parecido con la realidad argentina actual se esboza en pura coincidencia.
No obstante, el análisis de los centros políticos de poder suele pasar por alto un rasgo tan velado como irrefutable, esto es, que los subsistemas bajo mención no implementan estas metodologías de control en estricta atención de su eterna permanencia. La motivación inherente a la concentración y al esfuerzo de desacople de polos opositores o de prensa independiente también obedece a la necesidad de amortiguar el final del ciclo de vida del modelo a defender, para que el aterrizaje no sea tan forzoso. En terminología bastante menos académica, esto significa que las nomenclaturas se deciden a atacar antes de verse obligadas, eventualmente, a defenderse.
Atendiendo al trágico final que decretara la terminación de anteriores administraciones como consecuencia de corridas bancarias, hiperinflación o estallido social, el kirchnerismo/cristinismo ha privilegiado -desde su arribo a la escena en 2003- la cooptación y la fusión de actores económicos, políticos y sociales, antes denominados "destituyentes", a criterio de prever o, cuando menos, bloquear con la debida anticipación los movimientos de aquellos espectros.
El refinamiento de la propaganda ha ayudado notablemente a edulcorar el relato, disfrazando y ocultando la realidad operativa elegida antes por Néstor Carlos Kirchner y ahora por su Señora viuda. Pero con un agravante perjudicial: la necesidad permanente de recurrir a una estrategia de corte defensivo ha terminado por desvirtuar la acción de gobierno, quedando esta en un discreto segundo plano. La inacción se cubre cada vez con velos más extendidos de propaganda, discursos y actos políticos reiterados con perturbadora cadencia. De tal suerte que el final del ciclo de vida del oficialismo se precipita... de la mano de esa misma inacción.
Para la Casa Rosada, sus moradores y socios políticos, es hoy más imperativo que nunca consolidar la perpetuación del "modelo". La perspectiva de la profundización es, desde luego, criticable desde lo deontológico pero, al mismo tiempo, inevitable en su aplicación y acontecimientos.
La contrapartida -que involucra el potencial abandono del barco- podría conducir a una etapa macartista en la historia futura del país, en la que los albaceas del cristinismo actual terminen siendo perseguidos no solo en los estrados judiciales, sino también en otros ámbitos.
Por Matías E. Ruiz, Editor
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