Estados Unidos y el Día de los Caídos (Memorial Day): haciendo la diferencia
Como parte de mis obligaciones de enseñanza en West Point, llevé a los cadetes a un viaje de estudio de los campos de batalla de la Segunda Guerra Mundial a Normandía, Francia. La primera parada es el cementerio sobre los acantilados que se asoman a Omaha Beach.
Como parte de mis obligaciones de enseñanza en West Point, llevé a los cadetes a un viaje de estudio de los campos de batalla de la Segunda Guerra Mundial a Normandía, Francia. La primera parada es el cementerio sobre los acantilados que se asoman a Omaha Beach. Allí es difícil no entender quién paga el precio de luchar por nosotros. Caminar entre las hileras de cruces y estrellas de David es una repetición sin fin de soldado raso, de infantería, sargento, soldado, soldado…
Para los jóvenes cadetes, fue una poderosa lección de liderazgo, un recordatorio de que las decisiones tomadas en el campo de batalla pesan mucho más que pagar con sus propias vidas. Cada decisión los podía añadir a la lista de bajas, así que ninguna decisión, ningún sacrificio se debería tomar a la ligera.
Para el resto de nosotros también hay una lección: agradezca las libertades ganadas y por quienes las ganaron.
Pocos temas en nuestra sociedad son más problemáticos que de qué manera recuerda una nación a sus caídos. Pocos criticarán la práctica de colocar banderas en los monumentos conmemorativos a los caídos que es una tradición con raíces en una práctica posterior a la Guerra Civil Americana y que se conoce como “Decoration Day” (Día de la Decoración). Más allá de esa reacción, los americanos casi nunca son de una única opinión. Cada generación tiene su propia respuesta y nuestra expresión del valor del servicio está moldeada por muchos sentimientos.
Cuando estuvo al mando de las tropas de Estados Unidos durante la guerra con México, el general Winfield Scott volvió con $150,000 pagados por Ciudad de México, fruto de la amenaza de saquear la capital azteca. Obtuvo el dinero mediante extorsión, puesto que era el único modo en el que podía garantizar que cuidaran de sus muchachos. Usó el dinero para pagar a las tropas y comprar suministros y ofreció el resto al Congreso para un Hogar del Antiguo Soldado, para los veteranos sin hogar.
En cambio, cuando los políticos miraron a los dos millones de veteranos de la Unión tras la Guerra Civil, vieron dos millones de votos. El Congreso aprobó un plan de pensiones excesivamente generoso que rápidamente cayó en fraudes, coimas y clientelismo hasta llegar a absorber el 40% del presupuesto federal.
Después de la Primera Guerra Mundial, los soldados de infantería volvieron a casa después de los horrores del gas mostaza, las ametralladoras y los bombardeos aéreos para encontrar que no les esperaba nada. Consiguieron una paga por licenciamiento de $60…y el dinero para un billete de tren hasta casa. Mientras los veteranos ganaban un dólar al día en Francia, los empleados del Departamento de Guerra recibían $12 al día en sus cómodos escritorios, los empleados públicos federales recibían $240 en bonificaciones anuales y los empleados de las cadenas de montaje vieron cómo se duplicaban sus salarios. Los ex combatientes consiguieron una Oficina de los Veteranos dirigida por un trabajador de la anterior campaña presidencial que fue a la cárcel por corrupción.
Los americanos trataron a los veteranos de la Segunda Guerra Mundial como su generación más grande. Hubo alrededor de 16 millones de hombres y mujeres en uniforme durante la Segunda Guerra Mundial – la guerra tocó a cada familia americana. A todos nos importó.
Los que volvieron de Vietnam se encontraron con una mezcla de hostilidad e indiferencia. Incluso tratar de construir un monumento conmemorativo a los caídos en Washington D.C. resultó ser una prolongada y descorazonadora experiencia.
Parte del problema es la tentación de convertir la experiencia de los militares en una narrativa: guerra buena, guerra mala, amar a las tropas, odiar la guerra. Deberíamos rendir homenaje a las fuerzas armadas por su servicio y su sacrificio independientemente de nuestra opinión política. Y no deberíamos calcular cuánto nos importan en relación con lo que hace el gobierno. Nuestros hombres y mujeres de las fuerzas armadas son nuestros. Proceden de nuestros barrios. Lo que hagamos es lo más importante de todo.
Existen muchas organizaciones que honran a los caídos y sirven a las familias de aquellos afectados por su pérdida. Una que es digna de resaltar es TAPS, Tragedy Assistance Programs for Survivors (Programas de Asistencia en Tragedias para Supervivientes). Otro fantástico grupo es Special Operations Warrior Foundation (Fundación del Combatiente de Operaciones Especiales) que se asegura de que cada hijo de un combatiente de operaciones especiales que cae en acto de servicio tenga la oportunidad de recibir educación universitaria.
Este es el tipo de organizaciones que marcan la diferencia. Honran a los caídos al ayudar a sus familias. Hacen de nosotros una mejor nación al mostrarnos cómo preocuparnos y qué hacer. Ellos le dan un auténtico significado al Día de los Caídos.
La versión en inglés de este artículo está en Heritage.org.
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