Ricardo Echegaray, un sacerdote a cargo del último responso por la libertad
El polémico jefe de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) ha vuelto a ser noticia, a partir de la nueva normativa que impone un impuesto del 15% a los consumos en dólares estadounidenses en el exterior, y que incluye a la totalidad de las transacciones en el ciberespacio. Confiscación y discriminación: alimento para constitucionalistas.
Las resoluciones 3375 y 3378 -que el titular del organismo recaudador de impuestos a nivel nacional comunicara a la prensa durante la pasada semana- descubren el velo sobre dos cuestiones prácticas. En primer lugar, han logrado imponerse las prerrogativas de la Doctrina Kicillof que, a su debido tiempo, defendiera la implementación de tipos de cambio diferenciales. En segundo término -acaso para exponerlo en forma de corolario-, el 15% de tributación extra que se aplicará sobre las transacciones en moneda norteamericana blanquea una cotización de 5,35 pesos por dólar. Como ya se ha apuntado por Twitter, este procedimiento se corporiza, lisa y llanamente y en buen romance, en una poco disimulada devaluación. Mucho más cuando -está visto- el tristemente célebre "dólar oficial" ha transmigrado en entelequia, dado que es imposible conseguirlo.
En rigor, El Ojo Digital ya se había adelantado a la novedad hace algo más de sesenta días, luego de llevar adelante consultas con personal en funciones dentro de la propia AFIP. Las filtraciones referían en su momento que el organismo encabezado por Ricardo Echegaray ya analizaba minuciosamente la viabilidad de normativas tendientes a que las instituciones bancarias privadas renegociaran el tipo de cambio de cancelación -de manera individual- con sus clientes habituados a consumir con plástico en el extranjero. Fundamentalmente, y dado que era la letra chica la que cargaba con el lastre de dificultades en la implementación, el camino más rápido fue el que finalmente se tomó. En simultáneo, el arquitecto de la iniciativa se cuidó muy bien de echar mano del concepto 'devaluación' en la retórica, no fuera a ser que el "mercado" (no ya los "siniestros operadores de bolsa", sino la totalidad de los argentinos que consumen) se rasgase las vestiduras.
En cualesquiera de los casos, Echegaray poco ha reparado en los alcances constitucionales de las resoluciones emitidas desde la repartición que regentea. Sucede que el 15% bajo análisis funciona, en la práctica, como un nuevo tributo y, en acuerdo con la letra de la ley, el Congreso de la Nación es la única entidad que puede arrogarse atribuciones en materia impositiva. Hasta aquí, pocas -sino ninguna- expresiones se han conocido de parte de legisladores de la oposición al respecto.
En igual sentido, las resoluciones 3375 y 3378 acusan un carácter no solo impositivo, sino también contundentemente discriminatorio. No interesan aquí las razones por las cuales una persona deba trasladarse al extranjero (placer, negocios, trabajo o tratamiento por enfermedad): existe discrecionalidad en tanto que quien viaja es alcanzado por la normativa, mientras que quien permanece dentro de los límites del territorio nacional, no lo es. Finalmente, el nuevo escenario oculta aquello que -a muchos ojos- es elocuente, a saber, que el fin ulterior de Ricardo Echegaray ha sido confeccionar una trampa en forma de refinada celada para forzar a la ciudadanía a tributar más de la cuenta. Lo cual es respaldado por aquello que todo mundo ya conoce, y es que el Gobierno Nacional ha prohibido, en la práctica, adquirir divisa extranjera para viajar a cualquier sitio. A confesión de partes, relevo de pruebas: en los albores del fin de semana, el propio jefacho de impuestos ha declarado, alegremente: "Preferimos que la gente viaje por el país". Echegaray reforzó su desprolija acometida con dosis de inusitada torpeza, por cuanto él mismo se ocuparía, a posteriori, de blanquear que aún se desconoce el procedimiento a utilizarse para acreditar lo confiscado a aquellas personas físicas que no se vean alcanzadas por Ganancias ni por Bienes Personales. Otra observación de interés: no se han fijado plazos desde el organismo para conducir a la devolución del 15%, ni tampoco se ha tenido a bien analizar los intereses involucrados. Reflexión surgida del condimento inflacionario (conforme pronto deberán traducir los constitucionalistas y entendidos en el tema) puesto que, hasta tanto se produzca la devolución de lo confiscado -ello podría demorar hasta un año-, esa cifra puntual se verá devaluada violentamente, atendiendo a un índice de precios al consumidor que supera el 30% anual. Al decir suburbano, aquí se ha vuelto a meter la mano en el bolsillo de los votantes.
Con toda probabilidad, Ricardo Echegaray ha decidido echarse al hombro la responsabilidad de asistir financieramente al enclenque "modelo nacional y popular", sin importar que sus credenciales pasadas no le hagan honor a la ideología de la jefatura. Sobra decir que, si acaso los actores de la izquierda que comulgan con la Presidente se enteraran del crudo pensamiento del hombre de la AFIP en sus épocas de liceísta, palidecerían. Quizás, al punto en que fácilmente podrían arremeter contra él por la vía de dolorosos puntapiés.
Algunos revelarán detalles respecto del creciente desprecio que "el jefe" se ha ganado puertas adentro del organismo recaudador, o de los sentimientos ciertamente poco halagadores que le reservan los empleados, por ejemplo, de la Aduana Argentina. Mal pagos y sobrecargados en sus horarios de trabajo, estos últimos hace poco se nuclearon en asamblea para realizar un paro de actividades en los controles fronterizos de todo el país, empezando por el Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini (Ezeiza). Echegaray aguardó a último momento para fogonear una declaración de conciliación obligatoria por parte del Ministerio de Trabajo, pero el problema de fondo aún no se ha zanjado.
Al cierre, el bueno de don Ricardo -como lo revelaran en su oportunidad investigaciones de Diario Clarín- aún no se ha liberado del oscuro affaire que refiere a la asignación de subsidios apócrifos -mal llamados truchos- desde la ONCCA (Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario). De igual modo, debería prestar especial atención a los estropicios y desbarajustes acumulados a lo largo de su caminata, y que ciertamente no lo dejan en la más cómoda de las posiciones judiciales de cara al futuro. El y otros colegas del vodevil cristinista tendrán que sopesar que el Gobierno Nacional al que sirven ha ingresado en una fase maoísta que se tornará más pronunciada en el futuro, y que consiste en ir entregando a los propios, en cómodas cuotas (Estratagema china número veinte: "Dejar que se marchite el ciruelo, para salvar al duraznero"). He aquí una de las razones por las cuales Cristina Fernández Wilhelm de Kirchner emite órdenes, pero jamás las firma. El regente de AFIP -por citar un caso- no es más que María Julia Alsogaray.
Al protagonista de este escrito quizás ya le aplique aquella expresión de corte sartriano que compartiera el film norteamericano Watchmen [Los Vigilantes]: "Es demasiado tarde; siempre lo ha sido, y siempre lo será".
Matías E. Ruiz, Editor
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