El ataque de islamistas contra la embajada de Estados Unidos en El Cairo
Esta semana, una multitud de islamistas salafistas se congregó sobre los muros de la Embajada de Estados Unidos en El Cairo, dejó caer la bandera americana y la sustituyó por pancartas negras que proclamaban profesar la fe musulmana: “No hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta”.
Esta semana, una multitud de islamistas salafistas se congregó sobre los muros de la Embajada de Estados Unidos en El Cairo, dejó caer la bandera americana y la sustituyó por pancartas negras que proclamaban profesar la fe musulmana: “No hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta”.
Esta acción hostil, que se produce en el aniversario de los atentados del 11 de septiembre, es una deliberada afrenta a Estados Unidos, un intento de envenenar las relaciones bilaterales entre Egipto y EE. UU. y un presagio de cosas peores que han de llegar desde Egipto, a medida que los grupos rivales islamistas entren en una competición por acumular abusos contra los intereses americanos y sitúen a Egipto en una trayectoria islamista aún más radical. La multitud demandó que la embajada se cerrara mientras cantaba: “Obama, Obama, todavía hay un millón de Osamas”, en referencia al líder de al-Qaeda, muerto en mayo de 2011.
La multitud, en la que según se informa había muchos partidarios de los grupos ultrarradicales al-Nour y al-Asala, estuvo protestando de manera ostensible contra las actitudes antiislámicas de Estados Unidos y contra una supuesta película que insultaba al profeta Mahoma. Pero, sin lugar a dudas, el ataque estaba orquestado para motivar una profunda brecha entre Egipto y Washington, y para beneficiar a los partidos políticos salafistas, al desbordar al gobierno dominado por los Hermanos Musulmanes en la competencia interna por aprovechar las plataformas antiamericanas.
Una competencia similar fue la motivación principal para la toma en 1979 de la Embajada estadounidense en Teherán, que los islamistas vincularon al ayatolá Jomeini y aprovecharon para desacreditar y finalmente derrocar al gobierno provisional de Irán y marginar a las facciones rivales de los islamistas moderados, los laicos, los nacionalistas, los izquierdistas y los progresistas.
Los islamistas libios también entraron en escena y ayer atacaron el Consulado de Estados Unidos en Bengasi, prendiéndole fuego. Su pretexto también era la película que supuestamente insultaba a Mahoma.
El ataque a la embajada de El Cairo no es sólo una bofetada directa a Estados Unidos sino, en última instancia, un enorme desafío político para los Hermanos Musulmanes de Egipto, cuyo partido “Libertad y Justicia” ha asumido ya la responsabilidad de gobierno y debe tomar medidas para cumplir con sus responsabilidades de protección de los diplomáticos extranjeros. Es muy significativo que los manifestantes cantaran también: “Morsi, Morsi, ¿por qué estás en silencio? ¿No es este tu profeta?”.
Esta insinuación de que el presidente egipcio Morsi, un veterano miembro de los Hermanos Musulmanes, no ha defendido adecuadamente al islam, es coherente con la crítica salafista contra los más pragmáticos Hermanos Musulmanes. Esto presagia una intensificación de la lucha de poder en Egipto que probablemente implique un tono cada vez más antiamericano. El mismo Morsi ha negado que al-Qaeda fuese responsable de los atentados del 11 de septiembre y ha adoptado las teorías de la conspiración en torno a la política de actuación de Estados Unidos.
Sin embargo, la administración Obama, que está preparando un paquete de ayudas para Egipto, parece estar sorda ante los crecientes cantos islamistas en El Cairo. Incluso los diplomáticos de la Embajada de Estados Unidos en El Cairo, que deberían conocer la situación mejor que nadie, parecen andar despistados sobre el desafío islamista. Ayer la embajada hizo pública la siguiente y desconcertante declaración:
La Embajada de Estados Unidos en El Cairo condena los continuos intentos por parte de individuos mal informados de herir los sentimientos religiosos de los musulmanes, como condenamos los intentos de ofender a los creyentes de todas las religiones. Hoy, undécimo aniversario de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 contra Estados Unidos, los americanos están honrando a nuestros compatriotas y a aquellos que sirven a nuestra nación como digna respuesta a los enemigos de la democracia. El respeto por las creencias religiosas es una piedra angular de la democracia americana. Rechazamos firmemente las acciones de los que abusan del derecho universal a la libre expresión para herir las creencias religiosas de otras personas.
Si este mensaje de disculpa fue enviado después del ataque, entonces se trata de un flagrante error que sugiere que sus redactores han sucumbido al síndrome de Estocolmo (o síndrome de El Cairo, ¿alguien lo conoce?). Si se envió antes del ataque, entonces sugiere una ingenua comprensión de la amenaza que suponen los islamistas, cuya motivación no es “herir los sentimientos religiosos”, sino un impulso ideológico para tomar el poder.
La versión en inglés de este artículo está en Heritage.org.
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