Primavera Argentina o 13S: los metamensajes de los sectores medios y el caudal del hartazgo
Comentarios marginales sobre los contenidos de la importante demostración pública llevada a cabo por la ciudadanía el próximo-pasado 13 de septiembre. La Casa Rosada pierde el control de la agenda mediática.
Transcurrida una semana de las ruidosas protestas del 13S, los análisis confeccionados en base a los resultados devueltos por la convocatoria continúan nutriendo la agenda de politólogos y del arco político en su conjunto, aunque este último -especialmente aquellos sectores allegados al cristinismo- prefiere llamarse a silencio.
Por estas horas, ha quedado expuesta la réplica furibunda de los protagonistas de aquellas marchas frente a las declamaciones perpetradas por funcionarios del Gobierno Nacional que se esforzaron ávidamente en despreciar los contenidos del reclamo. Es que las manifestaciones no remitieron, en rigor, a las expresiones de ciudadanos acomodados que pugnaban por su derecho a "viajar a Miami" o a "comprar dólares", aún cuando las perspectivas de la defensa de la libre adquisición de divisas y del libre tránsito sean lícitas y atendibles. Y parece existir coincidencia: la insinuación de la Presidente de la Nación en el sentido de que su figura per se debía generar temor constituyó el gatillo para la réplica callejera. De ahí que uno de los protagónicos de la noche coincidió con declamaciones en forma de pancartas orientadas hacia el "No te tenemos miedo". Cristina Elisabet Fernández Wilhelm arrojó al basurero a una de las últimas herramientas que tantos beneficios le habían reportado a lo largo de estos últimos años, esto es, la regulación del temor en cuentagotas (al menos en lo que respecta a su relación directa con la ciudadanía, pues otro es el estándar con que la nombrada se maneja con sus interlocutores políticos). Por si ello fuera poco -que no lo es-, el Jefe de Gabinete Juan Abal Medina compartió una reacción tan infantil como amateur, avivando el fuego con sus ahora tristemente célebres declaraciones. Este detalle no es menor, por cuanto descubre el velo sobre un dato de valor: hoy puede apuntarse, sin temor a error, que la amplia gama de explicaciones oficiales han caído en el más profundo de los descréditos. Casi de la noche a la mañana, el speech gubernamental ha perdido los últimos vestigios de validez, exponiendo la debilidad inherente del subsistema oficialista.
Al tiempo que el principal destinatario del mensaje ciudadano se focalizaba en la primera mandataria y su equipo de gobierno, dejó traslucir su portentoso reclamo hacia el espectro opositor y su conmovedora pasividad. Y, en la otra cara de la misma moneda, esta advertencia en forma de explosivo cachetazo para los referentes enfrentados al poder central los ha conminado a que abandonen sus reparos y terminen de asumir el rol democrático de contralor que les ha sido encomendado desde las urnas. Legisladores e intendentes de la oposición han permitido alegremente que el mote de "opositor" se esboce en una suerte de mala palabra o un concepto asociado al deshonor, tal como ha obrado el chavismo en perjuicio de los oponentes políticos a su frágil Comandante, rebautizados -peyorativamente, claro está- como escuálidos. Esta contabilización no deberá tildarse de caprichosa, por cuanto los manifestantes de la flamante Primavera Argentina -corporizada en los sectores sociales medios, al menos el 70% de la población- han dejado bastante en claro que el modelo bolivariano es fuertemente resistido en estas praderas. Una dolorosa noticia que ha caído con el peso de un yunque sobre las cabezas de los referentes de la izquierda pequeñoburguesa que hace malabares desde la retórica para sostener la endeblez de las propuestas de la Presidente de la Nación.
Pero ciertamente no basta lo señalado hasta aquí para argumentar el rechazo de la clase media contra la agenda de Balcarce 50. Será hora de repasar las medidas tendientes a enfriar la economía que han motorizado este repudio: la orgía neoconsumista de las cuotas fijas sin interés -en la que la ciudadanía supo cobijarse para disparar la adquisición de, por ejemplo, electrodomésticos- ahora se topa con el férreo bloqueo de las importaciones impuesto por el irreverente (y ahora alejado de la gracia presidencial) Guillermo Moreno. Aquellos productos (en su mayoría importados) no aterrizan en los comercios ni en las góndolas de los hipermercados, exhibiéndose solo las unidades de muestra que no pueden comercializarse. Vehículos de todas las marcas y modelos deben enfrentarse a las carencias de stock de las autopartes más elementales, y otro tanto sucede con una variedad de mercaderías. Se trata de la implosión del bastardeado modelo Nac&Pop: Cristina Fernández obsequió lo que después se ocupó de quitar. Y, ahora, los escasos márgenes remanentes de liquidez de las familias en todo el país son devorados abruptamente por la inflación. Es el adiós del consumo; se asiste al fin de un estilo de vida otrora envidiable por los habitantes de otras naciones de la región. Variables tales como corrupción e inseguridad -crudo es declamarlo- potencian su efecto devastador cuando los bolsillos adelgazan. Un sinfín de debates seguramente concentrarán sus preguntas en si acaso la viuda de Kirchner desconoce estas realidades o si, por el contrario, ha trabajado a destajo y con esmero para trocarlas en otras peores. Esta última prerrogativa podría conducir a la conclusión de que su meta acaso haya sido, desde el inicio, cubanizar la existencia cotidiana de los argentinos. Ignorando los experimentos fallidos que muchos de sus allegados intentaron confeccionar cuarenta años atrás y que optaron por descartar la naturaleza consumista y las expectativas de progreso individual que hacen a cualquier ciudadano promedio. Pequeños resquicios para el desarrollo que las nomenclaturas cerradas tradicionalmente se han ocupado de reprimir.
Acercándose al inevitable final de su ciclo de vida, el cristinismo/kirchnerismo no hallará su némesis en los artículos de la Constitución Nacional ni en las timoratas fuerzas de oposición; será la sociedad la que decida poner punto final a su aventura, conforme ya comienza a percibirse. Lo cual conduce al planteo de algunas curiosidades de la entropía: aún cuando ello signifique sellar por anticipado su cadalso político, la Presidente pondrá quinta marcha hacia la profundización de su proyecto. Como ya hemos apuntado desde esta columna, no está en la estructura celular de la Señora retroceder, sin importar que deba reincidir en el tropiezo y la descalificación gratuita. Difícilmente los medios se refieran algún día desde sus titulares a la caída definitiva de Amado Boudou, Guillermo Moreno, Diana Conti u otras encumbradas celebrities del elenco. La reconciliación con la ciudadanía, con los circuitos de oposición y con el mundo civilizado (iniciativas hoy más necesarias que nunca) no figuran en el programa de Carlos Kunkel ni en el de su jefa. En este punto, no solo es central la referencia a ciertos aires de megalomanía, y poco existe de determinismo en el presente detalle; baste simplemente referir que muchos subsistemas se encuentran incapacitados de combatir contra su propio ADN. A fin de cuentas, esa abstracción suburbanamente etiquetada como cristinismo no constituye misterio ni desafío para el analista avispado; solo se trata de sumar y restar.
Al cierre, obligatorio es redondear que las protestas multitudinarias del 13 de septiembre han puesto en un aprieto a cualquier solidificación partidaria que pretenda heredar a CFK. Los indignados argentinos han comenzado a trazar, claramente, una línea, y ésta deberá ser tenida en cuenta por la futura dirigencia. Empieza a prefigurarse un límite más o menos preciso para la tolerancia a la limitación de las libertades individuales. Lo propio se hará extensible luego al proceder irregular de ciertos elementos que se desempeñan en la administración de justicia y la corrupción que portan -y portarán- los funcionarios públicos de este nutrido (o el próximo) serpentario.
Para el resto del mundo occidental, la Argentina se ha convertido en el hazmerreir del planeta no solo por lo inoperante y lo indolente de su dirigencia, sino por la pasividad y los rasgos incivilizados que caracterizan a sus ciudadanos. Con toda probabilidad, los argentinos jamás hayan terminado de comprender cuál es el verdadero sentido y significado de la democracia representativa, pero comienzan a percatarse de que el sistema que les han promocionado como republicano no era tal, y lo consideran tan obsoleto como plagado de vicios. La Primavera del 13S así lo certifica y es lícito aplaudir la continuidad de su fulgor. Poco interesa que los peores costos de esta fallida construcción estén aún por verse.
Tal como le sucede a la jefe de Estado, a la sociedad no le queda otro camino: ahora, deberá "ir por todo".
Matías E. Ruiz, Editor
Twitter: http://twitter.com/MatiasERuiz