De Harvard a Teherán, sin escalas
La humillación a la que la Presidente de la Nación fuera sometida en su periplo por parte de estudiantes estadounidenses universitarios pobremente informados palidece en importancia junto al peor de los blanqueos, a saber, que el gobierno argentino se ha convertido en un estado contemplativo con el terrorismo internacional y sus más deleznables albaceas.
Apuntar que los regentes de las relaciones internacionales de la República Argentina han sido -tradicional y eufemísticamente- disfuncionales resulta hoy casi axiomático. El Palacio San Martín, a fin de cuentas, sabe mucho de conducirse bajo procederes extremistas, trátese de la supina obsecuencia (Era Di Tella) o de la abierta sociedad con naciones parias (Gestión Timerman). Los defensores de la tesis que reza que los extremos suelen encontrarse acumulan ahora más argumentos que nunca y, no en vano, Carlos Saúl Menem se ha convertido en fiel soldado del cristinismo. Curiosidades de la historia vernácula: fue el general Juan Perón quien refiriera aquello de que "La única verdad es la realidad". Y fue él mismo -en los albores de su debacle intelectual- quien declaró la guerra a la Alemania Nazi cuando el Reich se perfilaba liquidado.
Así las cosas, los mecanismos de propaganda del oficialismo también han perdido el norte. Acostumbrada a administrar con cínica elegancia -pero con admirable presteza- el ritmo de atención de la ciudadanía, la opinión pública y los analistas políticos en conjunto, hoy la Casa Rosada ve cómo sus recursos retóricos languidecen. Promociona lo malo para intentar imponer algo peor. Se ha visto recientemente, en su esfuerzo denodado por instaurar los dudosos beneficios de la convivencia entre parejas de todo el país, deslizando bajo la alfombra sus intenciones de ahorrarle responsabilidades penales a la dirigencia frente a hechos graves de corrupción o catástrofes surgidas de la malversación de la res pública y sus recursos (referencia obligada a los prolegómenos incorporados en el Nuevo Código Civil auspiciado junto a Ricardo Lorenzetti).
Por estos momentos, el ciudadano promedio y el periodismo no afín al rosado edificio de Barcarce 50 ha elegido entretenerse con el trastabilleo acusado por Cristina Elisabet Fernández Wilhelm ante el interrogatorio propuesto por universitarios norteamericanos. Ambito en donde la jefe de estado fue depositada para la masacre, gentileza de la ineptitud de su selecto grupo de asesores. El periplo académico, de momento, trasciende las fronteras de lo protocolar para acercarse a lo humorístico. Pero ese resultado negativo debería trocar, nuevamente, en lágrimas, por cuanto no resulta potable para nadie que la primera mandataria se haya convertido -en un santiamén- en objeto de la carcajada del mundo libre. Después de todo, son las instituciones de la Nación y la imagen del país las que ahora reportan un daño irreparable.
Las respuestas con sinsabor militante expuestas por la Presidente en Harvard y Georgetown -acaso inconscientemente, aunque sería lícito dudarlo- han servido para arrojar un velo sobre la noticia más grave, que coincidió con la iniciativa de la Señora de aceptar no solo las explicaciones del gobierno de Teherán sino de enviar al Canciller Héctor Timerman a una reunión de carácter privado con los diplomáticos de Mahmoud Ahmadinejad. Hecho que, en la práctica, celebra una sociedad con un estado calificado como patrocinador del terrorismo internacional por parte de la Comunidad Europea, los Estados Unidos de América e Israel. A la postre, la colectividad judía de la República Argentina ha terminado por sumarse al complaciente speech oficialista con la República Islámica. Y ha ejecutado esta maniobra luego de años de respaldar el supuesto compromiso del Gobierno Nacional de cara al esclarecimiento de lo sucedido con la AMIA, episodio en donde los iraníes todavía no han obsequiado argumentos aceptables para solidificar su defensa. De un plumazo, Cristina Fernández de Kirchner ha decidido que el servicio exterior argentino se siente a conversar alegremente con los financistas del Hezbollah: la comunidad semita local se rasgará las vestiduras, pero será demasiado tarde para sus integrantes. Les ha llegado la hora, pues, de confeccionar su propia autocrítica, tras haber "comprado" los actos publicitarios del subsistema gobernante. Y es válido recordar que nunca han criticado la presencia in córpore del Vicepresidente Amado Boudou en los reclamos de justicia montados por los familiares de las víctimas de los atentados.
Fácil es prever que el espectro acultural de la militancia oficialista comenzará a desandar el sendero de la ciega defensa del régimen iraní y, en este proceso, la Administración Kirchner volverá a tropezar aparatosamente. Y la razón es que esa radicalización conducirá a conclusiones obvias, tendientes a consolidar la sospecha de que la motivación de ese elemento parte de cierta afinidad con un modus operandi que roza con el nazismo. Las coincidencias vuelven a presentarse, corporizadas en los procederes represivos de Guillermo Moreno y del Ministro de Justicia Julio Alak, por estos momentos decidido a amedrentar a cualquier ciudadano de bien que se predisponga a ejercitar su legítimo derecho a la protesta. Difícil será leer de otra manera su desesperación por denunciar penalmente a los caceroleros. Ya los analistas se han ocupado de rastrear las fuentes de las cuales el gobierno se nutre para combatir a quienes se manifiestan en la calle; a estos se los infiltra con soldados propios, se los estigmatiza con el oxidado mote de golpistas y se los agita convenientemente desde el atril. Una fotocopia de los cálculos preliminares empleados por el Führer, días antes de que su agenda culminara con el incendio jugosamente premeditado del Reichstag. He aquí las razones por las cuales todo aquel que persiga por objetivo formarse en estas medulosas materias debe -imperiosamente- complementar su notas históricas con Sartre, Nietzche, Hegel, Kant, Gramsci, Lenin, Trotsky y Goebbels, entre otros (no necesariamente en ese orden). Combinatoria que será de utilidad para predecir lo que el irreverente neoburgués Ernesto Laclau se desayunará de aquí a una semana y los discursos que pronunciarán los reputados hombres de la "Presidente de los Argentinos".
Acaso lo más condenable del panorama ilustrado periódicamente por los columnistas dominicales sea que todavía algunos de ellos defienden la hipótesis de que el malogrado Néstor Carlos Kirchner siempre dedicaba unos buenos minutos de su agenda para llevarse en buenos términos con Washington. Error de proporciones bíblicas, puesto que el laissez-faire implementado por aquél para que sus propios piqueteros repudiaran y escracharan al ex presidente George Bush Junior en Mar del Plata no ha sido olvidado. Así como el preferido de Shylock se enorgulleció de su "desliz marplatense", su viuda aplaudió a rabiar -y hasta las lágrimas- el tristemente célebre capítulo del "avión de Timerman" (oportunidad en que la provincia afgana de Helmand se halló más cerca que nunca de Buenos Aires, por razones que no viene al caso explicar aquí).
El largo brazo de la propaganda cristinista aterrizó también en Washington, D.C. y, con él, el blanqueo definitivo de la sociedad ideológico-comercial de la Argentina con el terrorismo transnacional y sus bien adoctrinados primos del Tercer Mundo (Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Corea del Norte, etcétera). Esta noticia -por sí sola- debería servir para silenciar, de súbito, las risotadas legadas por las ponencias de CFK en los más prestigiosos claustros de América del Norte. Porque lo que se disimula tras el telón es bastante más siniestro de lo que puede atisbarse desde la primera fila que estos últimos días ocuparon Jorge Argüello y Víctor Santa María (SUTERH).
Las consecuencias que se abatirán sobre la cotidianeidad del ciudadano común a partir de la confesión filoterrorista de la actual Administración son virtualmente imposibles de delinear, aunque le corresponderá al tiempo dejarlas traslucir. Mientras tanto, puede cotejarse que la mirada condescendiente de las naciones civilizadas del orbe respecto de la Argentina tornará en otra algo más estricta, apenas trasciendan informes puntuales en relación a cómo la comercialización de mercadería ilegal en ferias populares situadas en nuestra impune geografía apuntalan actividades del fundamentalismo que reside en el área conocida como Triple Frontera. Paraíso en donde conviven y operan células durmientes de -por enumerar solo a unas pocas- las egipcias Al-Gama'a al-Islamiya y Al-Jihad, Hamas, el propio Hizbollah y la proiraní al-Muqawamah (la "Resistencia"). Palabras clave: reclutamiento y recolección de fondos para planeamiento y ejecución de atentados en varios puntos del globo.
Matías E. Ruiz, Editor
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