Estados Unidos: Barack Obama busca poder para elevar discrecionalmente el límite de endeudamiento
El presidente Barack Obama se propone deshacerse del Congreso, en lo que respecta a elevar el límite legal de la deuda del país. En lugar de obtener el permiso de parte de los representantes electos del pueblo para pedir y gastar más dinero, pretende hacerlo todo por su cuenta.
El presidente Barack Obama se propone deshacerse del Congreso, en lo que respecta a elevar el límite legal de la deuda del país. En lugar de obtener el permiso de parte de los representantes electos del pueblo para pedir y gastar más dinero, pretende hacerlo todo por su cuenta.
Parece algo típico del jefe de Estado que ahora conocemos, pero hace sólo unos cuantos años hablaba con vehemencia en contra de endeudar a Estados Unidos. Esto es lo que dijo el entonces senador Barack Obama, el 16 de marzo de 2006:
El hecho de que estemos hoy aquí para debatir la suba del límite de deuda de Estados Unidos es la señal de un fracaso de liderazgo. Es la señal de que el gobierno de Estados Unidos no puede pagar sus propias facturas. Es la señal de que ahora dependemos de una asistencia financiera regular procedente de países extranjeros para poder financiar las temerarias normativas fiscales de nuestro gobierno.
Por supuesto, en Washington, las convicciones de cada uno pueden cambiar según soplen los aires electorales. Y por ello, este es el mismo hombre que a día de hoy, como presidente del país, busca disponer de una autoridad ilimitada para poder elevar el límite de deuda en cualquier momento, en cualquier circunstancia y con absoluta discrecionalidad. Sin necesidad del Congreso.
Este nuevo poder es parte del “acuerdo” que el presidente ofreció a los republicanos de la Cámara de Representantes cuando se trató el tema del abismo fiscal. Su “acuerdo” consiste en unas enormes subas de impuestos, en un mayor gasto gubernamental y en que él tenga la capacidad de disparar ese gasto gubernamental, no ya por las nubes, sino hasta la estratósfera, y sin votación previa en el Congreso. Un responsable de la Casa Blanca describe esta propuesta como querer “solucionar el límite de la deuda sin dramatismo”.
Este tema ya ha surgido antes. Como comentaba en 2011 el analista de la Fundación Heritage J.D. Foster:
El Congreso podría prescindir del ritual periódico de elevar el límite de la deuda. Podría, simplemente, concederle al Tesoro la autoridad para pedir los fondos que se necesiten para compensar las deficitarias consecuencias de la política tributaria actual. Políticamente, ese sería el camino más fácil, pero el Congreso ha optado sabiamente por no tomarlo. Se sirve mucho mejor a la nación cuando el Congreso se ve obligado a reconocer los efectos netos de sus normativas, como se refleja en la necesidad de elevar el límite de deuda para poder seguir ese camino.
Por desagradable que pueda resultar, el debate en el Congreso sobre el incremento del límite de la deuda es una oportunidad para que éste se plantee algunas correcciones vitales en el sendero que ha tomado el gasto federal, incluído el gasto de los derechos a beneficios, que ahora está creciendo sin control.
Hace sólo unos pocos años, Barack Obama decía: “Esta deuda creciente es un enemigo interno escondido” y que “el pago de sus intereses es un significativo impuesto que recae sobre todos los estadounidenses, un impuesto sobre la deuda del que Washington no quiere hablar”.
Precisamente, se trata aquí de un punto muy interesante. A día de hoy, el interés sobre el pago de la deuda de Estados Unidos ya es mayor que el gasto en muchas de las principales agencias federales. En apenas pocos años, las normativas de Obama significarán que Estados Unidos estará pagando más sólo en intereses que en la totalidad de nuestro presupuesto de Defensa Nacional.
Y más recientemente, cuando optaba al cargo de presidente, Obama condenó a George W. Bush por sumar $4 billones a la deuda nacional durante ocho años, llamándolo “irresponsable” y “antipatriota”. Ahora -es decir, en los últimos cuatro años-, la Administración Obama ya ha sumado casi $6 billones a la deuda. Eso significa que va camino de triplicar el aumento de la deuda durante los ocho años de George Bush. ¿Quién puede decir, finalmente, lo que sucedería si el Congreso no estableciese límites?
Y en 2006, Barack Obama concluía que:
Liderazgo significa “ser responsable”. En cambio, Washington está poniendo la carga de las malas decisiones de hoy en día sobre los hombros de nuestros hijos y nietos. Estados Unidos tiene un problema de deuda y un fracaso de liderazgo. Los estadounidenses se merecen algo mejor. Por tanto, pienso oponerme a la iniciativa para aumentar el límite de la deuda de Estados Unidos.
Nosotros mismos no lo podríamos haber expresado mejor.