Contagio: esquizofrenia paranoide, partición y crispación
"La violencia, aún bien intencionada, siempre regresa sobre uno mismo" (Lao Tse, antiguo filósofo chino)
Pantomima, vulgar charada o exacerbación de síntomas. Cualquiera sea la explicación, la atención de la agenda nacional se centra, por estas horas, en la radicalización de un discurso presidencial que parece haber perdido definitivamente el norte. Junto con los vestigios más elementales de raciocinio.
La acentuada difusión que caracterizó al fallo judicial que liberara a los sospechosos del Caso Marita Verón en Tucumán ha representado una suerte de recto a la mandíbula en perjuicio de la noción ciudadana que prejuzgaba que el show podía continuar con los actores de siempre parapetados en el escenario. Suena inasequible que un evento sucedido en una provincia del interior del país haya conmovido los ánimos en la Capital Federal siendo que, a la luz de cualquier otra época, se hubieran constituído en una noticia más. Los incidentes contabilizados en el centro porteño se asemejan, en mucho, a un paciente terminal de cáncer que, todavía gozando de un relativo bienestar en lo que a sintomatología se refire, se sacude de súbito, a consecuencia de un simple estornudo. Desde luego, siempre contándose con la presencia y los buenos oficios de los embajadores mononeuronales de una contrainteligencia que, ya demasiadas veces, se ha movilizado con la venia impune de la Casa Rosada.
La novedad de la destrucción urbana se remitiría, nuevamente, a un episodio común y silvestre, a no ser que la sociedad se encuentre en un estado de ríspida psicosis colectiva, que asoma como reflejo contundente de que se ha alcanzado un límite. En gran medida, la responsabilidad frente a este panorama recae mayormente sobre el kirchnerismo-cristinismo porque -surrealista sería cuestionarlo- hace ya casi diez años que se mantiene encaramado al poder. Pero también es cierto que, de lo que aquí se trata no es solo de Tucumán, sino del hecho de que la opinión generalizada coincide en que la viabilidad del sistema ha terminado por quebrarse. El circuito oficialista ha sido declaradamente incapaz de generar cambios profundos en la eterna disfuncionalidad de la administración del Estado, perpetuándola. Al cierre del proceso, termina cayendo víctima de sus propias promesas incumplidas y de la tirantez surgida de la sobreexplotación de mecanismos de corruptela, ingeniados solo para el engorde de las billeteras amigas.
La causalidad convocará siempre al abuso de un clásico vicio peronista desde arribado Néstor Carlos Kirchner en 2003, esto es, el apriete y la extorsión contra la débil humanidad corporizada por intendentes y gobernadores de provincia. En tanto la viabilidad de este arquetipo ya exhibía numerosas grietas en los años noventa, el cristinismo los condujo hacia la última expresión y consecuencias, y los resultados están hoy a la vista: los representantes del mal llamado interior del país han mutado en sonrientes e indolentes monigotes; tironearon en exceso de la correa (negociados, pobreza, administración de justicia) y ahora se encuentran a la vera de un jaque mate de alcance escatológico. A esta combinatoria perfecta para el desastre solo había que endosarle un liderazgo portador de una aguda esquizofrenia paranoide. Para certificarlo, bastará con observar detenidamente el siniestro casus belli empleado por la Presidente de la Nación a la hora de obsequiarle pinceladas a un proyecto tan destructivo como psicópata, cuando de su fase de implementación se trata. Ahora, el enemigo por excelencia son los magistrados que no fallan conforme los deseos de una Jefa Inconducente. Algún juguetón traficante de información interna podría exponerlo, de la siguiente manera: -"Terminamos eligiendo tantos oponentes, que ahora nos quedamos sin más para señalar con el dedo".
Somos -los ciudadanos- mudos testigos del escenario apocalíptico: el Estado Nacional ha desaparecido de prácticamente toda órbita de interés para el ciudadano, llámese Salud, Educación, Seguridad, Defensa o Justicia. La asistencia social interesada -otro deleznable vicio peronista- se escenifica en un oligofrénico 'patear la pelota hacia adelante' y complota denodadamente contra los ámbitos apuntados en el renglón anterior, socavándolos hasta demolerlos desde su núcleo. Destripando, en el desandar del camino, la verdadera razón de ser de aquél Estado -y de cualquiera-. Los personeros de la función pública continúan haciendo caso omiso de las causas reales del problema, y se metamorfosean en individuos que se mueven a trompicones, sin hallar salida. Salvo -eso sí- la única que conocen bien: expropiar y expoliar al contribuyente. Cobrando más impuestos e inventando nuevos. Prerrogativa que, lícito es decirlo, no pertenece exclusivamente al ideario mediocre de Ricardo Echegaray y su AFIP tan digna de los servicios de inteligencia de la ex Alemania Oriental, sino también a los politiqueros de extracción opositora que regentean sus distritos como madrigueras y aguantaderos de pasmosa inoperancia. Se esgrime, sin lugar a dudas, en expresionista el hecho de que muchos de ellos tiren de la correa del perro lazarillo para conducirse hacia la Presidencia. Estos tampoco se han percatado de lo que ya es obvio, a saber, que los insoportables índices de furia callejera los sindica como partícipes del latrocinio y del desfalco que se contagian, displicentemente, desde más arriba.
En el presente contexto de la escatología nacional, solo falta quien encienda la mecha. Los más supremos columnistas dominicales cruzan miradas perplejas, debido a la carencia de elementos y modelos con qué analizar lo que es imposible de analizar. El sobrecalientamiento de la corrupción, acompañado de intolerables y recalcitrantes cuotas de partición societaria y propaganda, condujo a un estado de situación en el cual altos dignatarios de las Fuerzas Armadas y de Seguridad se ven invitados a replicar -y así lo hacen-: -"Que se maten. Aquí, la orden es cruzarse de brazos". El lector seguramente no se verá motivado a discriminar los componentes de la ecuación dentro de este escabroso juego de suma cero: podríamos ser parte de él Usted y yo. Pues es bien sabido que la pasividad, la hipocresía y la indiferencia jamás aterrizan sin pasar factura. El que se demoren en hacerlo, no significa que no lo harán eventualmente. Como en aquel herrumbrado relato suburbano que tenía por protagonistas al escorpión y a la rana. Adivine quién es la rana en este cuento...
Y, valga la ironía: la patología ciudadana no se solucionará con el placebo del sufragio universal. La asfixia financiera, la torpeza más cabal y la repetición de modelos provinciales para la acumulación familiar no son opciones para salir del paso.
Lo descripto aquí -con algo de crudeza, si se exige ser magnánimo- pretende sintetizar con presteza los preceptos de la lucha épica con la que, por estas horas, se entretienen a mandíbula batiente nuestros grandes líderes. Remítase, quien se atreva, a la veterana conjugación hegeliana (la Presidente Cristina Elisabet Fernández Wilhelm lo es) problema-reacción-solución. Y al parloteo antijudicial que antecederá a la fantasía de la declaración del estado de sitio y la substanciación del control de un sistema que se cae del mapa. Extiéndase la invitación para asistir a la obra maestra definitiva: la consecución del orden a partir del caos (Ordo ab Chao, en expresión latina). Ruleta Rusa en donde todos tienen (tenemos) parte.
Tener siempre presentes los fundamentos de George Orwell para su trabajo '1984': "El lenguaje político (...) ha sido diseñado para tornar las mentiras en conceptos creíbles, para hacer que el asesinato suene respetable, y para obsequiarle una semblanza de solidez al viento".