¿Acuerdo migratorio en Estados Unidos?
A pesar de que la tasa de desempleo se mantiene elevadísima, cerca del 8%, y de las dificultades financieras que se avecinan en EE.UU. con el fin de año en lo que se ha llamado el “brinco al vacío fiscal”, que incluye aumentos draconianos a los impuestos y cortes radicales a ciertos gastos del gobierno, la oportunidad de lograr una reforma migratoria a fondo se perfila hoy más posible que nunca.
Manuel Suárez-Mier es Profesor de Economía de American University en Washington, DC.
A pesar de que la tasa de desempleo se mantiene elevadísima, cerca del 8%, y de las dificultades financieras que se avecinan en EE.UU. con el fin de año en lo que se ha llamado el “brinco al vacío fiscal”, que incluye aumentos draconianos a los impuestos y cortes radicales a ciertos gastos del gobierno, la oportunidad de lograr una reforma migratoria a fondo se perfila hoy más posible que nunca.
La reelección del Presidente Barack Obama, quien durante su campaña política suavizó legislativa y retóricamente lo que había sido una persecución sin precedente a los indocumentados —deportó 1,4 millones de paisanos a nuestro país—, ahora se ha tornado en activa labor de seducción para consolidar el voto hispano que lo favoreció mayoritariamente.
Mientras tanto, los líderes del partido Republicano en EE.UU., que durante la campaña de sus precandidatos presidenciales emprendieron un concurso para concursar sobre quién tomaría las medidas más extremas para impedir que un solo mexicano cruzara su frontera, se han dado cuenta que esa línea demagógica les costó el apoyo electoral mayoritario del grupo étnico con mayor crecimiento demográfico de su país.
Tan pronto pasaron las elecciones, los senadores Charles Schumer, demócrata de Nueya York, y Lindsey Graham, republicano de Carolina del Sur, presentaron un proyecto de reforma migratoria integral que pretende revivir el proyecto originalmente patrocinado por los senadores Edward Kennedy y John McCain en 2010.
Independientemente de lo que se negocie en el Senado de EE.UU. en los meses por venir, la diplomacia mexicana tiene un papel estratégico que jugar para apoyar el progreso del proyecto legislativo en EE.UU., que permita a millones de connacionales avecindados en EE.UU. salir del sótano de la ilegalidad e integrarse plenamente al país en el que viven o reiniciar los que fueron por tanto tiempo periplos anuales de ida y regreso a México.
Vale la pena rememorar el papel estelar que jugó el gobierno de México durante la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en inducir a la ciudadanía de EE.UU. a adoptar una actitud positiva ante un acuerdo como el propuesto, frente a la objeción de los enemigos habituales de la libertad económica, como sindicatos, extremistas políticos y demagogos disfrazados de ecologistas.
Lo que se hizo entonces en la Embajada de México en Washington fue delinear el mapa de los 535 distritos electorales en los que está dividido EE.UU., identificar los que estaban representados por diputados a favor del TLCAN —relativamente pocos—, en contra —bastantes más— y la gran mayoría que no tenía posición a favor o en contra.
Una vez identificados los distritos electorales indecisos, inició la campaña persuasiva para los ciudadanos y empresarios de esas localidades de que el TLCAN los iba a beneficiar, y pedirles que escribieran a sus legisladores para apoyarlo, a sabiendas que sus enemigos eran expertos en llenar a los congresistas de correos en contra.
Para persuadir a las “fuerzas vivas” de innumerables comunidades en los muchos distritos electorales elegidos, la Secretaría de Comercio hizo una labor extraordinaria para estimar el impacto positivo, contado en el número de empleos, que la apertura comercial con México le iba a generar a cada una de esas poblaciones.
Para potenciar este esfuerzo, se dotó a los cincuenta consulados que México tenía entonces en EE.UU. del personal capaz y de los materiales necesarios para emprender una intensa campaña de relaciones públicas para dar a conocer las buenas nuevas que traería el proyecto de libertad comercial para Norteamérica.
Los principales funcionarios del gobierno de México, empezando por el Presidente de la República, estuvieron siempre disponibles para atender los eventos que ameritaran su presencia —según el sapo, la pedrada— en la incesante venta de las virtudes del TLCAN en todo el territorio de EE.UU.
En esta labor y convocados por los gobierno de México y EE.UU., los sectores privados de ambos países tuvieron una participación crucial: asesoraron en el diseño de las campañas, patrocinaron eventos y enviaron persuasivos oradores a innumerables reuniones con comunidades en todo el territorio de EE.UU.
En los fallidos intentos por pasar una reforma migratoria en las últimas décadas, parte de la razón del fracaso fue ignorar el ejemplo que dejó el trabajo conjunto y sin precedente en la historia de la diplomacia económica, de los gobiernos de EE.UU. y México persuadiendo a sus ciudadanos y empresarios de las bondades del TLCAN.
Este artículo fue publicado originalmente en Excelsior (México) el 13 de diciembre de 2012.