Las Siete Plagas
"Cuanto más se hundían los cimientos del imperio, con tanta mayor violencia asaltaban el arca los elegidos. Cuanto más alzaban la cabeza los adversarios, tanto más afán mostraban los favoritos en llenarse la faltriquera" (Ryszard Kapuścińki)
En diciembre de 2011, cuando comencé a reunir a un gran grupo de amigos de todos los colores políticos y de muchas profesiones diferentes, el acento de las preocupaciones estaba puesto en la economía, pese a que todos coincidían en descartar, por completo, un colapso similar al de 2001.
En la última de esos encuentros mensuales, antes del verano, ya la preocupación de todos había cambiado de sentido, y había casi unanimidad en que la política sería la que marcaría los tiempos a partir de entonces, influyendo netamente sobre la economía.
Como se ve, mis brillantes amigos tenían razón ya que hoy, a comienzos de un año electoral, todos los problemas que entonces se preanunciaban se han presentado, juntos, y el pronóstico tiende a empeorar, precisamente porque este año se definirá la suerte del "modelo" y, con ella, la de sus esforzados y exitosos destructores del país.
Quien haya tenido la asombrosa paciencia de leer estas notas sabe cuánto descreo de una salida democrática para este fin de fiesta, ya que ninguna de las dos patas sobre las que se sostiene este asombroso "relato", tan reñido con la realidad, es decir, la ladrona y la ideológica, estará dispuesta a entregar el poder si los hados del futuro inmediato se mostraran desfavorables; en esta negra apreciación me acompañan –y lo he comprobado- todos aquellos que no imaginan siquiera a doña Cristina ejerciendo el poder sin un Congreso totalmente domesticado y con la Presidencia con fecha de vencimiento cierta.
Si los números –los verdaderos, no los inventados por el INDEC- no les permitieran convencerse de un triunfo electoral cierto, harán cualquier cosa (desorden social, estado de sitio u algún otro conejo que sacarán de la galera) para evitar esa derrota. Un dato alentador es que, a pesar de que se realizan diariamente, los gobiernos Nacional y provincial –los únicos que hoy gastan dinero en ellas- no están difundiendo encuestas; esa conducta sólo puede obedecer a que sus resultados son terriblemente desfavorables.
Por ello, 2013 será el año de suerte y verdad. Y esa es la razón por la cual el Gobierno ha comenzado a tirarse con todo por la cabeza, mientras pone toda la carne en el asador; la Casa Rosada necesita el alineamiento total de Scioli y de Massa, traducido en la sumisa entrega de sus listas de legisladores nacionales a los deseos de la viuda de Kirchner y su micro-mesa y, a la vez, no quiere ni aceptará a ninguno de los dos como herederos de la corona imperial. Que los chicos de la Provincia de Buenos Aires no tengan clases –y, con ello, no accedan a los comedores escolares- es sólo una de las siete plagas que han comenzado a asolarnos, por obra y gracia del "modelo" en peligro.
El tema es que los ladrones no confían en ninguno de los dos, ni en la posibilidad de que les garanticen una real impunidad frente a la nueva "comisión nacional de desaparición de fondos" que la sociedad exigirá cuando esto termine, y los ideólogos los ven como burgueses liberales de centro, y no como partícipes de la revolución imaginaria en la que viven.
En junio, cuando las listas deberán estar cerradas, conoceremos el futuro más claramente, ya que el Gobierno se empeñará en cometer un fraude monumental en las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) de agosto; los opositores, que siguen religiosamente la agenda que Olivos les impone, aparecen como distraídos frente a este tema, olvidando que será allí donde se decidirá, verdaderamente, la elección de octubre. Si doña Cristina y su fabuloso aparato comunicacional consiguen imponer el mito de su triunfo –es altamente probable que el cristinismo se transforme en la primera minoría- y, sobre todo, una enorme diferencia respecto al resto de las listas para las legislativas, podrá respirar tranquila de cara a octubre.
El angustioso e imprescindible grito de Alejandro Borensztein –en su nota de ayer domingo, 'El lado luminoso del Gobierno' (http://tinyurl.com/bd6l4lr)- debiera repicar en el cerebro de cada uno de los líderes opositores y llamarlos a la inmediata reflexión, porque los tiempos se han acabado. Ya no queda margen para seguir discutiendo por personalismos estúpidos que, en el fondo, no son más que flor de un día; para confirmarlo, basta recordar los cinco millones de votos que obtuvieron Pilo Bordón, Chacho Alvarez o Lilita Carrió, que desaparecieron en la siguiente elección.
Hoy, la ciudadanía está exigiendo terminar con este “modelo” y se niega a permitir que nos suceda lo mismo que pasó y sigue pasando en Venezuela; tampoco quiere este misterioso acuerdo con Irán, que nos aísle aún más del mundo, ni la nefasta prepotencia de Guillermo Patotín Moreno ni la impune sonrisa de Amado Guita-rrita Boudou. Los opositores deben ofrecer una alternativa seria, tal vez de no más de cuatro o cinco puntos básicos, para volver a la normalidad como sociedad y terminar con esta división tan marcada que puede terminar en un enfrentamiento gravísimo.
Para ello, el trabajo que hicieron Henrique Capriles y su movimiento democrático en tierras del chavismo es un ejemplo a imitar porque, cuando el desparpajo de los energúmenos oficialistas reclama a quienes disienten la propuesta de una propuesta de gobierno diferente, debiera bastar con responderle que esa plataforma está escrita en la Constitución Nacional, y a ella queremos regresar.
Sólo así, con opositores decididos a unificar su accionar ya mismo para quitar el poder a este nefasto régimen, la Argentina tendrá futuro. De lo contrario, sólo existirán la anarquía y la nada, que la hará desaparecer del escenario como nación independiente y su geografía irá a parar a manos de todos nuestros vecinos.
Como siempre digo, no tengo más información que nadie, pero observo lo que sucede a mi alrededor y, con esos datos, saco mis conclusiones. Pero le reitero una pregunta: ¿se puede vivir en este desmadre casi tres años más?